En desarrollo de los acuerdos de paz que dieron término parcial al conflicto social y armado, las Farc han dado pasos muy puntuales para hacer el salto a la actividad política en términos de la democracia deliberativa y pacífica.
Sus integrantes realizaron este año el primer congreso nacional y allí se tomó la determinación de constituir un nuevo partido/movimiento, el cual pasó a conocerse como Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.
Ahora sus dirigentes anuncian la presentación de sus candidatos a la Presidencia de la República, Vicepresidencia, Senado, Cámara de Representantes y también su estrategia de alianzas electorales locales y regionales, hecho que ocurrió una vez se dio a conocer la determinación del Consejo Nacional Electoral de otorgar la personería jurídica correspondiente.
Para quienes hemos asumido la defensa del proceso de paz y los consensos esenciales alcanzados está claro que tal determinación se debe asumir sin reticencia alguna, a pesar de las diferencias que hemos expresado en algunos asuntos vinculados con los principios de la democracia y la reivindicación explicita del marxismo y el leninismo como bases de interpretación de la realidad social, construcción de la estrategia revolucionaria y como referentes de ética, conciencia e identidad.
Esos son temas que están abiertos al debate sin caer en los señalamientos y descalificaciones con olor a macartismo como parece insinuarlo cierto ambiente de intolerancia en algunos directivos.
Colocadas las cosas en tales términos, es necesario manifestar nuestro rechazo a las talanqueras que reconocidos funcionarios del gobierno le quieren colocar a los nombres postulados como candidatos de la Farc.
Todo el entramado gavirista han desatado una avalancha de falacias jurídicas para inhabilitar con maniobras e interpretaciones rebuscadas en la JEP cada uno de los nombres propuestos por la dirigencia de la Fuerza del Común.
Eso es jugar con las cartas marcadas para afianzar el ventajismo oficialista e impedir de esa manera que la democracia ampliada se convierta en una realidad con la movilización política de los combatientes revolucionarios, sometidos a toda clase de artimañas y arbitrariedades desde las esferas gubernamentales del poder oligárquico neoliberal.
Hay que impedir que prosperen estas oscuras talanqueras y abrir el campo de las alianzas en todos los escenarios del campo político, particularmente en los ámbitos locales y regionales, donde avanza la conformación de poderosos movimientos regionales por la paz, como en el Quindío y el Eje Cafetero, donde se ha constituido el punto de encuentro con la paz con varios movimientos sociales y ambientales.
Ojalá así lo entiendan los directivos del Movimiento del Común y dejen ellos también de practicar la exclusión, el sectarismo y la descalificación amañada de quienes no comparten algunos elementos derivados del dogmatismo de manual.
Cómo le hace de daño a la paz y a la lucha revolucionaria creerse los únicos dueños de la verdad.