Todos los colombianos sin distingo de estrato, credo religioso o político tenemos mínimo una silla rimax en nuestra casa, así muchos lo neguemos, las ocultemos y nos avergoncemos de ello. Si se suman las sillas que habitan los hogares colombianos con los millones que esperan quien las alquile, se puede decir que hay más sillas rimax que colombianos.
Su presencia en las celebraciones familiares se ha expandido como una pandemia, no hay manera de evitarlas o renunciar a su alquiler. Ya se trate de un matrimonio en un salón de eventos de Ciudad Bolívar o en una finca de la Sabana de Bogotá, allí están presentes. La facilidad con que puede ser “vestidas” y decoradas permite a cada estrato social ponerle su “sello de clase”. En el sur por lo general las visten con modestos velos azul ocho de diciembre o rosado Soacha, dependiendo de la celebración, sencillitas. En los estratos medios las engalanan con vestidos de satín blanco, un cómodo cojín en su asiento y un lindo moño de colores en su espaldar. Divinas. Regias. Aunque de seda se vista la mona, rimax se queda. http://goo.gl/IYIeo2
Gracias a esta versátil silla todos podemos ahora ahorrarnos la vergüenza de acomodar en improvisados asientos a los invitados que exceden la capacidad de nuestro hogareño comedor de seis o cuatro puesticos. Basta sacar las que tenemos en la cocina o en el cuarto de San Alejo y todos sonrientes y sin rubores. Ocupan tan poco espacioy se pueden acumular tantas sin hacer estorbo. Son una bendición.
Político que se respete hoy en día debe incluir en su prepuesto el alquiler de las bendecidas sillas para garantizar comodidad a sus potenciales electores. Atrás quedaron las arcaicas manifestaciones y mítines en plaza pública. Hoy se estila invitar a una reunión para escuchar y “dialogar” con el candidato. Muy pronto estarán nuevamente en escena.
La silla de marras ha hecho posible la democratización de las grandes ferias, fiestas y carnavales, permitiendo el acceso a los pobres. En el Carnaval de Barranquilla, por ejempló, quien quiera ver cómodamente el desfile de la Batalla de las Flores tiene que pagar entre 20.000 y 50.000 pesos dependiendo de la ubicación y calidad de los palcos. Pero el proletariado y los populares no se rinden ni aceptan exclusiones. En los pocos espacios que les han dejado se instalan los llamados silleteros, quienes por solo 5.000 pesitos alquilan una rimax con una buena vista incluida y el servicio permanente de cerveza fría en lata a tan solo 2.000 pesos. No dan abasto atendiendo a tanto pobre acomodado y feliz. Igual es en Cali, Manizales, Firavitova, Sutamarchán, El Cocuy y donde quiere que haya fiestas y pobres.
Pero no todo ha sido fiestas y celebraciones. Las sillas rimax también han sido testigas mudas y de primera mano de grandes acontecimiento de la vida política nacional. Como olvidar al presidente Pastrana sentado y anhelante esperando que Manuel Marulanda Vélez, alma bendita ya, acudiera a la cita de paz en las negociaciones del Caguán y no lo fuera a dejar plantado. La silla vacía que quedó registrada para siempre en los anales de nuestra historia era una silla marca rimax. http://goo.gl/sezIs6
La versatilidad y multiusos de nuestra silla nacional por excelencia ha despertado el ingenio y lacreatividad de los paramédicos en Santa Marta, quienes con base en una silla rimax han diseñado una silla de ruedas para personas parapléjicas, ante la falta de recursos para comprar una de verdad, según lo registran las noticias que llegan de la costa Caribe. Una innegable contribución al emprendimiento empresarial y a paliar la crisis financiera de nuestro sistema de salud. Estamos en deuda con la tan mentada silla. http://goo.gl/A3Ymd4
Ante tal diversidad de usos no es aventurado ni irracional proponer que la silla que cohesiona y une hoy por hoy a los colombianos sea declarada patrimonio cultural nacional viviente y propuesta a la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad. Tiene sobrados méritos para postularla.
No se nos haga extraño que el nuevo presidente, o el mismo como todo indica, entusiasmado por la firma de la tan esperada paz, decida en un alarde de populismo extremo reemplazar la actual silla presidencial por una silla rimax, eso sí lo convertiría en el José Mojica colombiano. La democratización de la democracia colombiana habría dado un gran salto adelante. Todo es posible en Colombia.