No ha sido un año fácil para Cristina Umaña. Su matrimonio de 12 años con el diseñador biónico y concursante de la Isla de los Famosos, el paisa Lucas Jaramillo, llegaba a su fin. El trabajo de ambos fue el principal enemigo de la relación. Sobre todo el de ella. Desde que empezó el año se ha movido sin parar entre Ciudad de México —su lugar en el mundo desde que tenía 17 años—, Los Angeles, Miami y Bogotá. La relación se rompió en abril pero sólo hasta septiembre se hizo pública. Fue una separación tan amistosa que ambos quedaron unidos por Smart Films, un concurso que premia pequeñas películas hechas en celular y Baltazar, el hijo de la pareja que ya cumplió 10 años.
El regreso de Cristina Umaña no tuvo nada que ver con una producción de un canal nacional. El caché de Umaña se ha encarecido dramáticamente. Ya no es la ibaguereña radicada en México que, probando suerte hace veinte años en Colombia, protagonizó Yo amo a Paquita Gallego, una de las novelas más recordadas. A sus 43 años Umaña suele trabajar para las grandes ligas, como por ejemplo Netflix.
Para la plataforma ya había aparecido en las primeras dos temporadas de Narcos, una de las más populares en sus seis años de historia. Su papel era secundario, pero ahora debutará en la plataforma siendo protagonista. Al lado de Juan Pablo Raba protagonizará Distrito Salvaje, la primera serie de Netflix completamente colombiana. Allí interpretará a una Fiscal que se enfrenta a la corrupción del país.
Cristina Umaña y Andrés Juan protagonizaron la recordada telenovela 'Yo amo a Paquita Gallego'
Umaña es una estrella. Desde que estaba en el colegio Sagrado Corazón de Jesús de Bogotá al lado de las monjas en donde despuntaba haciendo obras de teatro y demostrando no sólo una capacidad histriónica innata sino una memoria prodigiosa. Se fue a México a los 17 años con la familia y cinco años después regresó a Colombia a protagonizar su Paquita Gallego, la novela que le rompió la vida en dos. Aparecer al lado de su compañero y amigo Robinson Díaz en La mujer del presidente la convirtió en el rostro más popular de la televisión colombiana a finales de los años noventa.
Verla ahora es encontrarse con una imagen del pasado. No necesita grandes sacrificios para conservar su peso de veinteañera. Viene de una familia de vegetarianos. Su mamá vive desde hace 20 años en Suesca, un pueblito a 30 minutos de Bogotá. Allí tiene una granja en donde cultiva comida orgánica. Pero no sólo se cuida en su dieta. Físicamente, teniendo en cuenta la exigencia actoral, se cuida con la dedicación de un atleta. Bajo la supervisión de un entrenador trabaja su cuerpo tres días por semana. Desde hace años prefiere caminar las ciudades donde vive que manejar su auto. En la dieta se refuerza con vitaminas y sueros que ella misma hace.
Su aventura final en México, la que la terminaría consagrando, empezó en un apartamento en La Colonia Condesa, una de las más bohemias del D.F, compartido con la genial Ana de la Reguera. En esa época, 2007, Cristina ganaba fama latinoamericana por su papel en la serie Capadocia. Mientras tanto en Colombia había actores que ganaban 100 millones de pesos mensuales. Cristina no le creyó a la bonanza y le apostó a una presencia en todo el continente. Viendo la vigencia que aún tiene y su importancia y la confianza que le tienen en Netflix, la Umaña no para de reinventarse.
