Cualquier persona medianamente informada (aunque haya muchos que parecen seguir viviendo en otro planeta) sabe lo grave que es el problema del plástico en el mar. El parche en el Pacífico que era del tamaño de Francia, ahora ya es del tamaño de Francia, Alemania y España juntas. Cabe recordar que 80% del plástico en el mar proviene de fuentes terrestres.
Por otro lado, un principio básico para la buena gestión de residuos sólidos es la llamada Jerarquía de Gestión de Residuos, que consiste, en este orden, en evitar, reducir, reutilizar, repensar (upcycling en inglés o reuso creativo), reciclar y desechar.
En tercer lugar, el uso de las bolsas oxodegradables, como las grises que se despilfarran en el distrito, ya está siendo revaluado y desaconsejado en varios países dado que, al simplemente adicionarles químicos que aceleran su fragmentación, a la larga solo generan microplásticos.
Pese a todo esto, nunca antes en la historia de la capital colombiana los operadores de aseo habían desperdiciado tantas bolsas plásticas en las labores de barrido y recolección de basura. Y por más irónico que parezca, la misma reglamentación local lo fomenta.
Según el artículo 2.3.1 del reglamento técnico-operativo del servicio de recolección, barrido y limpieza de vías y áreas públicas en el distrito (Resolución 114 de 2003), las canecas públicas deben estar “provistas de bolsa plástica por el concesionario” y su retiro y sustitución deberá efectuarse en la frecuencia de barrido asignada al sector.
Según el artículo 2.7.7, lo mismo ocurre con la recolección de residuos y desperdicios del barrido manual, la limpieza, el corte de césped y la poda de árboles tales como ramas, follaje y demás.
No obstante, en su artículo 7.1, la misma resolución fija límites a la cantidad utilizada, de entre una y dos bolsas de 10 kg cada 100 metros, dependiendo del tipo de vía (residencial, comercial, mixta e industrial), topes máximos que se ignoran con el actual despilfarro de las bolsas grises que uno ve por montones.
De modo que, con todos estos antecedentes y las incongruencias de la misma reglamentación, alguien con la adecuada formación técnica, o al menos consciente del grave problema de los residuos plásticos, lo primero que habría hecho al llegar a la dirección y las subdirecciones de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP) en Bogotá es revaluar y reformar el reglamento técnico-operativo para adaptarlo a las nuevas exigencias y realidades ambientales de la ciudad, el país y el planeta.
Como el reglamento vigente fue suscrito por la entonces Gerente de la extinta Unidad Ejecutiva de Servicios Públicos (UESP), la actual directora de la sucesora UAESP tendría en principio las atribuciones necesarias para modificarlo en favor de soluciones ambientalmente más sostenibles.
Y por otro lado una campaña centrada en la Jerarquía de Gestión de Residuos, empezando por evitar, ayudaría a reducir sustancialmente la cantidad de basura botada por la ciudadanía y las presiones para las frecuencias de aseo, con las cuales los operarios de barrido y los supervisores justifican tal despilfarro de bolsas grises.
¿Evasión masiva del impuesto a las bolsas plásticas?
Otro grave problema en el actual esquema de aseo es que ni los operadores, incluidos Lime, PromoAmbiental y Área Limpia, ni la UAESP parecen entender el fin último del vigente impuesto nacional a las bolsas plásticas: desincentivar su uso.
La Ley 1819 de 2016 y el reglamentario Decreto 2198 de 2017 establecen que debe cobrarse este impuesto a toda bolsa plástica cuya finalidad sea cargar o llevar productos enajenados por los establecimientos que las entreguen (personas naturales o jurídicas que pertenezcan al régimen común).
En el caso de las bolsas oxodegradables empleadas por los operadores de aseo, se trata de bolsas plásticas que ofrecen “soluciones ambientales” y por lo tanto estarían sujetas a un impuesto diferencial de entre 0 y 75% del valor pleno, pero para ello deben incorporar como información mínima el nombre del fabricante o importador, país de origen, norma(s) técnica(s) que cumplen en su elaboración y la leyenda: “La entrega de esta bolsa plástica cuenta con una tarifa diferencial al impuesto nacional al consumo de bolsas plásticas”, cosa que en general tampoco ocurre.
Sólo en algunos casos se especifica el fabricante y las condiciones de degradación, pero en muchos otros las bolsas ni siquiera son oxodegradables, sino simple plástico, tal como polietileno de alta densidad. Y no está de más advertir que todas las bolsas plásticas, incluidas las oxodegradables, tienen un impacto ambiental (vía los microplásticos), por lo que la exención diferencial es una quimera.
Siendo estrictos en la interpretación de la norma, los operadores de aseo que “entregan” estas bolsas al distrito para “llevar” su basura ¿no están incurriendo en evasión del cobro de este impuesto al propio distrito, con las consecuentes sanciones y multas que acarrean?
Y otra pregunta obligada es si con el actual esquema de aseo, en lugar de beneficiarse la ciudad, el país y el planeta en su conjunto, ¿no se están lucrando únicamente los fabricantes y proveedores de estas bolsas de cuestionable efectividad ambiental?
Canecas nuevas sin educación previa
Mucha polémica ha generado también la instalación de nuevas canecas duales (para reciclables y no reciclables) en la vía pública sin criterios de eficiencia, diseño sostenible y sensibilización previa.
En algunos sitios están instaladas muy seguido, mientras que en otros brillan por su ausencia. Pero más allá de la cantidad, están resultando inútiles ante una ciudadanía inculta (a falta de campañas masivas e intensas de sensibilización) que no separa en la fuente y sigue revolviendo la basura y por tanto dificultando el aprovechamiento de lo reciclable.
Si de los 45.000 millones de pesos destinados a la compra e instalación de estas canecas, se hubiera destinado una parte a campañas masivas de sensibilización, se habría potenciado su uso, en lugar de relegarlas a la subutilización y el deterioro.
Por último, el diseño sostenible fomenta el ahorro de materiales para minimizar la generación de residuos y facilitar el reúso al final de la vida útil, pero esto tampoco se ha tomado en cuenta en la instalación masiva y poco planeada de las canecas.
Y ya se ha visto también lo mal utilizados/subutilizados que están resultando los contenedores negros de tapa negra/blanca con que se pretende facilitar la separación en la fuente y el reciclaje.
El despilfarro, una constante en la gestión Peñalosa
Con estas cuestionables prácticas (bolsas plásticas por doquier) e inversiones mal planeadas o subutilizadas (canecas y contenedores nuevos), se repite un patrón que ha sido una constante bajo la gestión del alcalde Enrique Peñalosa: el despilfarro en la adquisición e instalación de infraestructura urbana.
Lo hemos visto ya con la instalación de cuestionadas obras de señalización vial, incluidos separadores amarillos o naranjas, en su mayoría innecesarios o en cantidades exageradas (contra todo principio de racionalidad, sostenibilidad y austeridad), a lo cual la Secretaría de Movilidad ha destinado más de 32.400 millones de pesos (licitaciones SDM-LP-007-2016, SDM-CMA-008-2016, SDM–LP-053-2017 y SDM-CMA-087-2017). O también con los cubre-alcorques verdes de caucho para los árboles.
Como aporte a un esquema de aseo ambientalmente sostenible, en este espacio ya antes se ha propuesto lanzar campañas masivas y efectivas de sensibilización de la ciudadanía que reduzcan la generación de residuos y mejoren la separación en la fuente, esquemas de recolección primaria y secundaria diferenciada (reciclables y no reciclables por días) y evitar el uso de las bolsas plásticas, pero parecen haber caído en oídos sordos.
Esperemos que en lo que resta de la actual gestión de la UAESP se puedan enmendar el camino. El botadero Doña Juana, la comunidad circundante, la ciudad, el país y el planeta ya no dan para más.