Esta semana se terminó de configurar el abanico de candidaturas a la presidencia de Colombia y el verdadero palo fue la selección de candidata a la vicepresidencia hecha por Enrique Peñalosa.
En el argot ciclístico que tanto le gusta a este candidato, se diría que arrancó en punta porque escogió una mujer de alto perfil profesional y poquísima injerencia política. Se trata de Isabel Segovia, que fue viceministra de Educación bajo el mandato de Cecilia María Vélez una de las mejores ministras que ha pasado por ese puesto y también por el de secretaria de Educación de Bogotá en las alcaldías de Peñalosa y Mockus.
Independientemente de las calidades académicas y personales que las diversas candidaturas a la vicepresidencia tienen, porque Germán Vargas Lleras, Aída Avella y Carlos Holmes Trujillo son personas capacitadas y con un recorrido profesional impecable, la nominación de lsabel Segovia reviste una particularidad que las otras no tienen y da señales muy interesantes al país. La primera es que se puede gobernar desde la tecnocracia y la independencia política.
Y reitero, frente a la política, no a la politiquería que ya es detestable, mientras que la política es un ejercicio legítimo en sí mismo. Políticos han sido Vargas Lleras, Aída Avella y Carlos Holmes y eso no los descalifica para nada. Sin embargo, hay que reconocer que los políticos aún los buenos están desgastados y una imagen diferente es como agua fresca en este debate electoral.
La de Peñalosa-Segovia es una dupla distinta. No se le pidió permiso a ningún partido para escoger ese nombre, no se hizo cálculos electorales, no se adelantaron encuestas de opinión. Simplemente se escogió una mujer valiosa y capaz.
Toda nuestra vida como república hemos estado dirigidos por políticos de diversos talantes e ideologías pero políticos al fin y al cabo y hemos llegado a un punto tal de cansancio que la gente ha perdido casi por completo la credibilidad en el Congreso, en los partidos y en los entes de control. De ahí que alternativas no políticas se reciban con entusiasmo y que estas opciones se disparen en favorabilidad.
No necesariamente será la repetición de la Ola Verde, que fue generada por la imagen y el carisma de Mockus, pero sí estaría rodeada de la misma esperanza, el deseo de que las cosas cambien y que tengamos menos política y más ejecutivo o un ejecutivo menos político, como sería el caso de Peñalosa-Segovia.
La otra señal es también contundente, la educación es un asunto prioritario. Nuestro país lleva años de retórica frente a la educación pero en vez de avanzar parecemos retroceder en la calidad, especialmente. Con la postulación de Isabel Segovia el mensaje es claro, un eventual gobierno peñalosista dedicaría los mayores esfuerzos a transformar algo sin lo cual no puede haber equidad, ni progreso, la educación. Y si esto sucede, de verdad habremos llegado a ese futuro tan prometido y tantas veces incumplido.
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