Las redes sociales y la confusión entre privado y público
Opinión

Las redes sociales y la confusión entre privado y público

La forma de comunicarnos, la velocidad en que la información se distribuye, la línea entre vida privada y pública diluyéndose en las redes que lo están cambiando todo. (Caso restaurante Taquino)

Por:
mayo 22, 2018
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Hay una línea entre la vida pública y privada, que pareciera las redes sociales están diluyendo.  Anteriormente, la separación entre lo público y lo privado se lograba cerrando una puerta. Hoy en el mundo virtual, esa puerta no es tan clara, todo lo que se hace en internet deja una huella electrónica, visible por empresas y personas que no conocemos.

La sociedad enfrenta a una confusión entre el mundo virtual y el mundo real. Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente se comunica, la velocidad en que la información se distribuye - en general, un comentario en la red queda grabado ad eternum. Anteriormente solo los periodistas a través de medios lograban la difusión que tienen ahora los individuos gracias a las redes sociales. Sin embargo, los primeros deben ajustarse a unos protocolos, mientras que los individuos hoy acceden a una distribución instantánea y volúmenes asombrosos.

Esta fue la pregunta que me asaltó con el evento ocurrido en el restaurante Taquino de Medellín hace unos días. Una relación dueño-cliente y una relación entre el restaurante y el músico Don José, son puestas en crítica y picota pública en las redes sociales por una comensal que llega al restaurante a que le calienten la comida que lleva en un portacomida: se sienta a comérsela y decide invitar a un guitarrista que entra al restaurante a tocar a cambio de propinas. Nadie que vio el video cuenta con toda la información para hacer un juicio, pero todo el que lo ve, lo hace. Al tener acceso a un video, son invitados por las redes sociales – y por quien lo sube a ellas - a opinar. El video no muestra la relación de años de las dueñas del restaurante con el músico, que incluía permitirle entrar a tocar e ir de mesa en mesa solicitando propinas y proveerle comida para que se la llevara. El video insiste en la discriminación al no dejar al músico sentarse en una mesa a comer - que no voy a negar que existe y toda discriminación es equivocada - pero independientemente de quién tenga la razón, si fue un error haber dejado entrar a tocar música, si todo local tiene la obligación de atender a cualquiera que entre, o si el dueño de un espacio físico tiene el derecho a decidir quién entra o no entra, miremos los efectos del video publicado en las redes sociales. 

El haber subido el video a Facebook hizo que una situación privada se volviera pública. Y por haberse vuelto público, la gente se siente con derecho a señalar y ofender a la dueña del restaurante que aparece en el video cuando la ve en la calle, o insultar al pasar por el frente del local a pie o en vehículo. El restaurante con más de cuarenta años fue objeto de todo tipo de amenazas, llamadas y suplantación de perfiles en Facebook. El local tuvo que cerrar temporalmente y solicitar protección policial para volver a abrir. El miedo a las reacciones de los dueños, meseros y clientes, en un país donde parte de la población está acostumbrada a tomarse la justicia por su mano, se vio reflejada lastimosamente contra la comensal, quien fue agredida físicamente a los pocos días en Rionegro. A pesar de que retiró el video de Facebook para intentar volver a pasar desapercibida, ambos - ella y el restaurante - pasaron a ser figuras públicas.

El mundo virtual es tan etéreo que la gente no percibe a quién expone su vida cuando publica cosas en las redes sociales, ni los permisos de intromisión y de opinión que otorga cuando publica una foto o un video. Es fácil confundirse en el nivel de intimidad y aceptación que se busca y se obtiene en las relaciones sociales. Es un mundo en el que necesitamos responsabilidad personal, alfabetización digital y reformas legales.

No debemos prestar nuestra atención, ni contribuir a difundir a los proveedores de desinformación, información incompleta o abusadores de la privacidad de otra persona. Debemos ser conscientes que la información que se comparte o se aprueba a través de las redes sociales, queda por fuera de nuestro control, y las consecuencias ahora o en el futuro pueden ser graves.

 

¿Deberíamos tener la oportunidad de vivir más allá de vergüenzas o incluso ofensas,
a través de un derecho a la oscuridad?

 

La responsabilidad como ciudadanos también significa pensar mucho sobre dónde trazamos la línea. ¿Deberíamos tener la oportunidad de vivir más allá de vergüenzas o incluso ofensas, a través de un derecho a la oscuridad? Todos tenemos situaciones que ni siquiera queremos recordar ¿debemos vivir con ellas grabadas en la red a disposición de todos toda la vida?

Probablemente lo más importante es poner el balance adecuado entre la vida pública y privada –pues hoy no solo los famosos tienen vida pública. Lo más efectivo es actuar de manera responsable y exigir que otros -empresas, individuos y gobiernos- actúen con respeto y responsabilidad digital. Medir los efectos que una publicación difundida por las redes a futuro, no son pocos los casos de personas que han tenido que renunciar a sus trabajos o de las relaciones que se han acabado por comentarios que cuyo público se pensó inicialmente que era otro, y termina difundido por las redes sociales.

En conclusión, debemos ser más conscientes que los efectos de un clic en internet escapan de nuestro control.

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