El 07 de agosto del 2002 Álvaro Uribe Vélez asumía la Presidencia de Colombia. Lo que vendría después tiene tanto de crecimiento vertiginal como de polémico y dudoso, un recorrido Presidencial en el que se detonaron diferentes acusaciones y sospechas del actuar de Uribe que hasta hoy no se han podido esclarecer.
Para plantearlo de una manera gráfica, Colombia lejos de la certeza, vive con un velo sobre los ojos donde tantea con las manos una incognita de las acciones en duda del ex presidente y su Gobierno.
Pero es aquí dónde es valido traer a colación una afirmación: la Colombia del 2002 no es la misma del 2020, en esencia por una cosa en particular, los medios de comunicación; claro, la digitalización con su revolución huracanada pasó por Colombia y cambió totalmente el panorama mediático, las formas, las plataformas, las técnicas y los modos del periodismo.
Pasamos de un país en el que unos pocos y poderosos medios (a mayor claridad: monopolios), controlaban toda la información de la nación, a uno en el que gracias a la tecnología digital, las redes sociales y la conexión, se permite el surgimiento de diferentes canales y plataformas distintas a las tradicionales.
Por supuesto, pensemos, devolvámonos y paremonos de nuevo en los 2000, en esa época donde el control mediático lo tenían esos gigantes poderosos y millonarios. Pensar en la creación de un medio diferente era una idea muy muy difícil, claro, había que tener el dinero suficiente para montarlo. No cualquier dinero: millones, miles de millones.
Sigamos diseccionando la palabra poder en el contexto mediático de los 2000, sin duda, tenemos que mencionar sin titubear la conexión estado – medios, si, no por nada se le ha llamado también 4to poder; un 4to poder poder como brazo derecho, o cómo oreja o como boca del Gobierno. Con esta última línea tenemos todo el cóctel para pensar (sobretodo en nuestro país) que el Estado tiene una alta injerencia en la mayoría de los medios.
Por ende, la llegada de la digitalización y su progresivo desarrollo en el país transformaron totalmente este panorama al que le cabía una bola de hieno del desierto pasando por la linea entre medios y ciudadanía.
El mundo digital permitió la creación a bajos costos de nuevos medios a través de plataformas digitales. Las redes sociales brindan hoy por hoy una voz individualizada que se conecta con otras perpetuamente sin la necesidad incluso de la utilización de los medios clásicos y de los monopolios antes reinantes. Los celulares inteligentes son ahora testigos directos de la realidad, ampliando el panorama de lo mediático a las audiencias, por tanto son ellas quienes se pueden narrar y contarse a si mismas.
La globalización que el Internet permite, hace que podamos leer titulares internacionales como: “Bajo sospecha, la Corte Suprema de Colombia investiga al expresidente Álvaro Uribe por presunta corrupción electoral” y no quedarse sólo con los locales: “Ñeñe política, un escándalo que crece”, es decir, nos narran también desde afuera y lo podemos ver.
En resumen, anteriormente el Uribismo tenía mucho más poder que el actual, y eso, en gran medida, se debe al panorama aquí planteado: a esa perdida del control mediático para informar a todo un país, hoy nos permitimos el lujo de contarnos desde diversos medios independientes como La República (nacidos al margen de un radio de poder), gozar de periodistas como Julian Martínez y Gonzalo Guillen que ejercen su labor más libre desde los canales limpios que ofrece el Internet. En conclusión, es hoy la era digital la que tiene contra las cuerdas a Uribe.