Vivimos al lado. Es casi nuestra casa. Lo fue en un pasado de lucha heroica y de allí surgió el más grande americano de todos los tiempos: Simón Bolívar, nuestro Libertador y Padre de la Patria. Sí, esa es Venezuela su patria de nacimiento y origen.
Es por eso que nos duele en lo profundo la desgracia que allá suceda; y aunque es poco lo que podemos hacer, de todos modos sentimos esa solidaridad que también siente el mundo de la democracia. Vivimos la experiencia del vecino cuando miramos cómo se derrumban los ideales y se desprecia la verdad y la justicia.
Existe allí, en esa Venezuela hermana, el montaje de un aparato cultivado para la dictadura, tomado de la Cuba comunista de Fidel Castro. Sí, es la dictadura del proletariado con la que soñaba Karl Marx, aquel barbudo que dio origen con sus teorías a un cambio de gobierno y a la imposición de la fuerza brutal contra todo aquel que se atreva a levantar su voz y a luchar por los grandes ideales de la libertad. Lo que describió Boris Pasternak en el Doctor Zhivago y Alexander Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag. El Estado se convierte en una gran mentira con la que creen acabar con la historia. Porque ellos se creen la historia.
En realidad todo estaba determinado cuando Hugo Chavez, un militarucho que solo llegaba a teniente coronel, logró ganar unas elecciones a base de las perspectivas de un gobierno como el de Fidel Castro, su maestro. Y conquistado el poder -que nunca sueltan- se dedicó por pura demagogia a derrochar la riqueza que la madre naturaleza les había dado.
Y sin pensar en un desarrollo industrial pero respaldados en lejanía por la vieja Rusia que sigue detentando un poder abusivo y por los chinos y un fantochito de Corea de Norte, fueron destruyendo su opulencia del petroleo para caer en una economía que barrió con los más altos índices inflacionarios y liquidó las perspectivas de una patria mejor.
Les bastó un aparato burocrático apoyado en la fuerza pública y asistido con un discurso de barriada lisonjero y falso. Y con eso han completado veinticinco años en el poder. Todo parece una mentira. Pero la mentira es una verdad para ellos, que imponen e intentan manejar a voluntad.
Joe Biden es un hombre bueno, demócrata y crédulo. Planteó en Barbados, la isla cercana a Venezuela en el noreste de las Antillas, un plan para que el señor Maduro y su camarilla realizaran unas elecciones libres y entregaran el poder dentro del juego de la democracia.
Maduro prometió y Biden creyó y hasta entregó prisioneros -entre ellos a Alex Saab- en señal de buena fe. Ah, pero como en el cuento del alacrán, no se puede hacer un pacto con él, porque sigue siendo un alacrán y suelta su ponzoña. Empero, el asunto se dió y el mundo lo creyó. Revivió la democracia en perspectiva, aunque de entrada se le quitó a Corina Machado su capacidad para intervenir como candidata.
Es preciso anotar que esta es una heroína como Policarpa Salavarrieta o como Juana de Arco o como Margaret Thatcher.
Empero, todo el cuento eran cartas marcadas como en el drama de Santiago de Pondevila titulado La Gran Farsa. El pueblo se esperanzó contra la dictadura y votó como si fueran ríos humanos dentro de un sistema electoral moderno para el registro de los votos y el escrutinio. Todo era confiable.
Pero ¡!Ah!! que el alacrán planeaba su descarga. Cuando llegan las encuestas y los datos parciales, en un momento se interrumpe y se dice que han descubierto un complot para impedir el desarrollo del escrutinio; y sueltan hasta allí dizque el ochenta por ciento de la votación en la que Maduro ha ganado. Y lo proclaman sin atender a la oposición ni contar con ella para nada, y sin mostrar un documento.
No obstante, María Corina guardaba las copias que le habían sido suministradas y en todos los Estados ganaba lejos Edmundo González Urrutia. Ella lo proclama y el pueblo sale a exigir. Son ríos incalculables de gente, bajo la luz de la esperanza. Y ¿qué hay a cambio? La fuerza bruta y los colectivos del señor Maduro matando y mostrando el poder de la arbitrariedad, contra un pueblo inundado de patriotismo y esperanzas.
¿Qué sigue? ¿Los ha abandonado acaso la mano de Dios? Ya veremos si todo está arreglado para el triunfo de los malvados. O han de ganar los buenos.