Las razones por las que odiamos a Juan Pablo Montoya

Las razones por las que odiamos a Juan Pablo Montoya

A diferencia de otros deportistas Juan Pablo decidió cortar de lleno con el país, enfocarse en su carrera y ser el mejor sin patrioterismos baratos

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abril 27, 2021
Las razones por las que odiamos a Juan Pablo Montoya

Tenía un tío que le caía gordo Juan Pablo Montoya porque sabía hablar inglés. Estamos hablando de los últimos años del siglo XX. El panorama deportivo en Colombia era el siguiente: ciclistas en Europa habían muy pocos. En ese momento irrumpía Santiago Botero y Chepe Gonzalez era un aventurero que, gracias a sus escapadas largas, pudo ganarse la camiseta de la montaña en el Giro y varias etapas. En el futbol el Chiqui García era el técnico y Edwin Congo era el reemplazo del Tino. Ese era el nivel. En los Olímpicos de Atlanta 96 no ganamos medalla y en Sidney 2000 obtuvimos la primera medalla de oro gracias a Maria Isabel Urrutia. Estabamos huerfanos de ídolos y Montoya fue una bocanada de aire fresco que muchos detestaron.

Primero les parecía que el automovilismo era un deporte de ricos. Efectivamente lo es pero Pablo Montoya tuvo que vender la casa para que su hijo corriera en los Estados Unidos. Luego criticamos que Montoya no diera entrevistas, sólo a los Mejía, amigos de su padre y únicos especialistas en la materia. Cuando ganó la Indy les pareció muy poco, cuando fue a la Fórmula Uno subestimaron sus victorias hasta en Mónaco y cuando decidió irse de la Formula Uno a la Nascar no lo bajaron de perdedor.

Todo el odio que se siente hacia Bogotá se condensó en este campeón a carta cabal, un profesional único e irrepetible. Siempre tuvo el suficiente buen gusto para no llorar por el himno nacional ni para arrodillarsele a Pastrana cuando este era presidente ni mucho menos a Uribe. Montoya quiso vivir como un gringo y eso no debería incomodarle a nadie. Igual, allá lo aprecian más que acá. Cometió errores pero que sólo afectaron a él mismo. Frank Williams, su primer jefe, se quejó de su peso y algunos de sus entrenadores también le recriminaron no saber tanto de mecánica como debería saber un piloto de ese nivel. En Colombia donde todo es personal lo asumimos como si fuera una ofensa a cada uno de nosotros y nunca le perdonamos a Monty que no pudiera derrotar a los invencibles Ferrari de Jean Todt y Michael Schumacher.

Hoy sólo lo odian los colombianos viejos porque los centenials lo han puesto en el sitial de ídolo máximo que es. Ojalá lo vean triunfar en el próximo gran compromiso que tiene: las 500 millas de Indianapolis. A los 46 años puede hacer lo que le de la gana.

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