Para estos días de víspera de elecciones se ha visto una situación totalmente diferente a todas las anteriores que han antecedido a las elecciones presidenciales y de congresistas en la historia política del país: el irrespeto expreso del pueblo hacia ciertos candidatos.
Esa irreverencia popular no es producto de ninguna mala información, como quieren hacerlo ver los afectados, no. Es culpa de la abundante información que hoy en día el pueblo posee a la mano, e igual es culpa de ellos mismos, por cuanto han irrespetado al constituyente primario con sus cinismos y actitudes descaradas.
Ver lo que le está sucediendo a Álvaro Uribe Vélez por cada ciudad que va, a donde llega a regar volantes de sus candidatos a la Presidencia y Congreso, no es más que la lógica respuesta de un pueblo que se cansó de él, pues después de gobernar al país en tres ocasiones, dos de manera directa y una en cuerpo ajeno, Colombia sigue igual y hasta peor, con mucha gente pasando física hambre y una imposibilidad cada vez mayor de que en el país se pueda vivir mejor sin ser traqueto, mafioso, corrupto, paramilitar o narcotraficante.
Es imposible que un pueblo, así sea el más masoquista del mundo, continúe indiferente ante sus malos gobernantes, como lo sentencia muy bien el refrán: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”.
Los colombianos por fin lograron ejercer el poder que le da la Constitución Nacional, el ejercicio de su poder soberano como constituyente primario, para hacer valer su voz y voto frente a los mandatarios que no les sirvieron, pese a que les dieron la oportunidad varias veces.
Es por ello que a Uribe Vélez le está tocando presenciar el repudio de ese pueblo ofendido por siglos y más en los últimos 20 años, tiempo en que no solo en el país aumentó la pobreza, desigualdad, sino también la violencia, los inseguridad y los asesinatos de inocentes y líderes sociales.
Si bien dice el dicho que “la letra con sangre entra”, en Colombia ha funcionado, pues ya el pueblo aprendió y por ello ha despertado y se siente seguro de sí mismo: para enfrentar y desenmascarar públicamente a los gobernantes que, pese a que no le funcionaron e hicieron daño, de manera descarada y cínica insisten en regresar, no por una segunda, sino por una cuarta oportunidad, como lo está haciendo hoy Álvaro Uribe Vélez, en lugar de disfrutar de su jubilada vida millonaria al lado de sus pequeños nietos, para que lo disfruten los años que le quedan aquí en la Tierra.
El respeto del pueblo no se compra ni se vende. ¡Se gana!