El coronavirus de Wuhan, que en tan solo 20 días ha dejado unos 1.600 infectados, cerca de 60 muertos, 13 ciudades de China aisladas selladas y en cuarentena, aisladas del mundo, perjudicando algo más de 40 millones de personas -lo que sería casi la totalidad de la población colombiana- nos enseñan sobre la fragilidad humana.
Más allá de que en un episodio de los Simpsons los predijeran, que ahora recordemos películas como Resident Evil y su contenido apocalíptico sobre un virus mortal que muta a la humanidad en zombis y tantas otras, lo cierto es que la interconexión real y no solo virtual de esta “aldea global” como la llamó Marshall McLuhan, nos muestra que podemos construir mucha inteligencia artificial, megadatos, virtualizar hasta el amor o los afectos, pero un simple virus nos puede acabar de tajo y en menos de lo que todos esperamos.
Este virus puede ser propagado a través del aire y viajar miles de kilómetros si su componente original lo resiste, o contagiarse en contacto con manos, ropa, alimentos empacados o dentro del cuerpo de otro humano y de mil formas más.
La rapidez para identificarlo o focalizar la llamada zona cero de brote, así como el aislamiento para la contención, desafortunadamente no es tan rápida como la producción de vacunas, medicamentos y sueros que lo neutralicen o eliminen. El mundo no solo está bajo estado de miedo si no en una amenaza latente y cada vez más creciente.
El gran problema para todos aquellos que aún habitamos este planeta azul es saber qué otros brotes aparecerán, de qué tipo serán, qué tan resistentes al medio ambiente y qué tan mortales, así como las maneras de contagio y expansión, en qué países; lo que demuestra un riesgo enorme para la supervivencia de la especie.
No es de poca monta lo presentado con el virus chino al no saber con exactitud porque se formó, a causa de qué y si es apenas una muestra de los llamados super virus o super bacterias que se estén gestando bajo las narices de todos sin que nos percatemos del hecho. Todo esto, que parece sacado de películas de ficción, un libreto para Hollywood o textos de Arthur C. Clarke, Ray Bradbury, entre otros; Es una nueva advertencia de la naturaleza para demostrarnos que somos un habitante más de este mundo, que podemos haber construido cultura y civilización, un mundo digital, pero que un “microorganismo compuesto de material genético protegido por un envoltorio proteico” puede dar con el traste a todo.
No es por causar pánico, ni dar un mensaje catastrófico, pero lo cierto es que son noticias como estas las que nos vuelven a poner justo en la realidad de nuestra pertenencia a esta tierra, en la responsabilidad que tenemos con todo nuestro entorno y frente a los demás seres vivos, sin esa actitud voraz que nos ha transmitido el neocapitalismo y ese consumismo depredador con los recursos naturales, que lo único que dejan es contaminación con casi todo aquello que llevamos a cabo. Como dicen por ahí: ¡Dios nos coja confesados!