Lo primero es que Nairo va justo de fuerzas. Sus piernas apenas se desentumecen de un largo parón de dos meses en los que se preparaba para el colosal esfuerzo que pretende hacer: ganar en un mismo año el Giro y el Tour, una proeza que solo ha logrado Marco Pantani. Hoy por fin el líder flaqueó. Nairo lo intentó desde temprano pero Dumoulin siempre respondió. Se veía sólido hasta que inició la última ascensión del día y el holandés se desfondó. La pérdida no parece tan grave: 38 segundos es un tiempo que podría recuperar sin problemas en la contrarreloj del domingo.
Nairo y Nibali le tienen ganas a Dumoulin sobre todo después de las declaraciones que dio el holandés después de la etapa del jueves en donde afirmó que ni el colombiano ni el italiano merecían su lugar en el podio. No es aconsejable retar a dos super campeones cuando Dumo lo máximo que ha hecho en carreras de tres semanas es el sexto lugar de la Vuelta a España del 2015 en donde perdió el liderato en la última etapa. Mañana subirán su ascensión preferida en Italia: el Monte Grappa, en donde intentará sacarle el minuto de más con el que espera tener el tiempo suficiente para defenderse de Dumoulin en la crono.
Va a ser difícil. Nairo está al límite. Su preparación está enmarcada en llegar a su máximo nivel en el próximo Tour de Francia. Por eso no tiene la explosión que lo caracteriza. Algo pasó después de la subida al Blockhauss. Nunca más volvió a sacar diferencias. Su equipo ha cumplido un trabajo esplendido. La generosidad de Andrey Amador y Winner Annacona no ha estado acorde con su desempeño. Mañana, además, no termina en subida. Dumo va a responder y, además, lo va a atacar Nibali y Pinot quien es de todos los favoritos el que mejor ha estado en esta última semana.
Ojo, si Nairo no saca diferencias mañana podría perder hasta el Podio. Él tiene la jerarquía suficiente hasta para ganarse un Giro de Italia con una pierna, sin estar en su máximo nivel. Pero la tiene muy complicada. Al frente compite contra Nibali, quien sueña con ganar para Italia el Giro del Centenario y un Dumoulin que hace recordar cada vez más a Miguel Induraín