Contra todo pronóstico y nuevamente fracasadas las encuestas, el excéntrico candidato Donald Trump ha sido elegido presidente de los Estados Unidos. La incertidumbre se ha hecho presente en todos los mercados y cancillerías, pero también en una buena parte de la opinión pública internacional, y tan solo el mensaje relativamente conciliador de Trump al ganar las elecciones ha conseguido vencer el nerviosismo inicial con que fue recibida la inesperada noticia. ¿Cómo ha sido posible que el candidato antisistema odiado por el Establecimiento y los medios de comunicación norteamericanos haya podido ganar las elecciones sin que nada ni nadie fuera capaz de prever tal posibilidad?
Evidentemente, había una marejada de fondo, un descontento profundo ante determinados acontecimientos y una situación social y económica que no debía ser tan fantástica como la que reflejaban las cifras macroeconómicas oficiales. La crisis económica ha generado en Estados Unidos grandes diferencias sociales y ha ahondado las diferencias entre los más ricos y los más pobres, generando grandes bolsas sociales de marginados y excluidos en la sociedad. No es casual que en el bando demócrata el discurso social e igualitario de Bernie Sanders tuviera un notable y éxito y, de no haber sido por el apoyo del aparato demócrata a la candidata Clinton, seguramente este candidato de ideas izquierdistas se hubiera impuesto en las primarias de esta formación política.
Donald Trump ha apelado al voto blanco, de estratos sociales bajos, con formación baja-media o baja y marginado de los grandes juegos políticos y económicos que acontecen en los Estados Unidos. Hay más 45 millones de pobres en este país y otros millones más con problemas para llegar a fin de mes. Los sueldos, como está ocurriendo en casi todo el mundo desarrollado tras la crisis, son muy bajos y apenas alcanzan para cubrir las necesidades básicas en un mundo condicionado por un consumo salvaje y una llamada al mismo las veinticuatro horas del día a través de los medios de comunicación de masas.
Trump ha buscado su voto en estos caladeros, hablando el lenguaje de la calle, a veces simple y hosco, pero que surtía éxito y llegaba a la gente, eso esta claro. El discurso simplista de Trump estaba tejido por expresiones sencillas, frases cortas que daban titulares y mensajes de fácil construcción que eran entendidos por todo el mundo. Nada de tecnicismos ni elaboraciones académicas. El ahora ya elegido presidente no dirigía sus discursos hacia los burócratas, ni los funcionarios de Washington, sino que apelaba hacia el ciudadano medio y hastiado de una clase política que no hablaba su lengua ni entendía. Clinton mientras tanto se dirigía hacia ese público ¡y no la entendía nadie! Eso explica que Clinton ganara en Washington y Trump obtuviera, precisamente, en la capital norteamericana un sonoro fracaso.
DEL AGOTAMIENTO DE UN CICLO A LAS PREOCUPACIONES DE LOS NORTEAMERICANOS
Luego, como ocurre en otras partes del mundo, ha habido un hartazgo con los demócratas tras ocho años en el gobierno. Se consumió un ciclo natural en la política norteamericana, la gente demandaba un cambio y expresó el mismo de la forma más radical que había en un mercado político donde solo hay dos opociones. Obama, pese a su popularidad, estaba ya agotado, consumido tras haber fracasado en muchos de sus proyectos debido a la hostilidad y una oposición radical y militante de un legislativo dominado por los republicanos. El imperativo de cambio superó a las expectativas de un nuevo gobierno demócrata anclado en la inercia del pasado, en la continuidad de unas políticas teóricamente exitosas pero que no cumplían plenamente con los anhelos de renovación de una sociedad que quizá ansiaba más.
Otro aspecto fundamental que explica el éxito de Trump es que ha sabido llevar el debate político a las verdaderas preocupaciones de los norteamericanos y es evidente, a tenor de los resultados, que ha encontrado un mayor eco en sus propuestas que su adversaria demócrata. Colocó a la inmigración ilegal en el centro de su discurso e hizo de la misma su bandera de campaña. Resulta evidente que los norteamericanos sí están preocupados con este asunto y que hace falta algo más que la retórica para resolver este asunto tan espinoso. Rayando a veces en el racismo y en la xenofobia, Trump mostró su carácter pragmático, alejado del discurso de leguleya de Clinton, y se expresó más como un empresario capaz de resolver los problemas de la gente que como uno de los políticos de Washington al uso. Nadie le entendía en la capital norteamericana, pero la gente sí, y se percibió en las urnas que sus propuestas estaban más cerca del hombre de la calle que del Capitolio.
Por otra parte, pese a lo que diga la CNN y otros influyentes medios norteamericanos, el voto hispano no se mostró tan decisivo en esta elección. Incluso en Florida, donde realmente se decidió casi la suerte de Clinton, perdieron los demócratas por goleada. Habrá que examinar más detenidamente los resultados estado por estado, minoría por minoría, pero parece que este voto todavía no es tan decisivo frente a un voto blanco que esta vez si se movilizó y votó en masa por Trump. Eso sí, sin perder de vista que en voto popular ganó la candidata demócrata frente a Trump.
En lo que respecta al voto afroamericano, hay que señalar que tan poco se movilizó tan activamente como en las elecciones en las que ganó el presidente saliente, Obama, y esta desmovilización influyó en contra de Clinton, ya que es un votante tradicionalmente demócrata y que fue muy decisivo en anteriores comicios. Ahora parece que no ha sido así y ese voto podría haber ido a la abstención o simplemente se dividió entre los dos candidatos. Clinton ha fracasado, paradójicamente, en la movilización del voto demócrata y no llegó a otros nuevos caladeros, como ha ocurrido en el caso de Trump.
Finalmente, si uno examina el mapa con los resultados finales de las elecciones norteamericanas podrá observar que los Estados Unidos del interior y del campo, el mundo profundo, han votado claramente por los republicanos, mientras que las grandes ciudades y una buena parte del voto urbano se han decantando por Clinton. Pese a todo, la caída de Florida, como ya se ha dicho antes, ha sido catastrófica para Clinton y no era un horizonte nada previsible. Como otro elemento para el análisis queda la existencia de un voto oculto que no se ha manifestado en las encuestas, como ha ocurrido en el Brexit, las elecciones en España y en el plebiscito colombiano acerca del proceso de paz, y que ha decantado el resultado final en favor de Trump. Habrá que analizar todos esos elementos más adelante.