Sin remontarme al Antiguo Testamento —donde se refieren a guerras entre judíos, filisteos, hititas, egipcios, persas y otros pueblos, intentando comprender las raíces históricas y religiosas del conflicto que en Medio Oriente tiene enredados a árabes, palestinos, iraníes y judíos—, en esta cuarentena me propuse desasnarme sobre historia de la región, especialmente del Imperio Tomano de Oriente o Bizancio, el que administró esos vastos territorios después de ser conquistados por el emperador Tito, la crucifixión de Jesús y el nacimiento del cristianismo.
Según La historia del Imperio Bizantino, de Vasiliev (disponible en PDF, en internet), este abarcó en su región oriental, hasta territorios hoy pertenecientes a Siria, Egipto, Arabia y Palestina. Durante el reinado de Justiniano, 527-567, ante la persecución desarrollada también contra los monofisitas, una secta de la iglesia católica, “los paganos griegos que se refugiaron en Persia (Irán actual) y contra los judíos y samaritanos que profesaban una religión similar a la de los judíos, estos no pudieron soportar las persecuciones del gobierno y se sublevaron siendo cruelmente reprimidos. Se destruyeron muchas sinagogas y en las que quedaron en pie se prohibió leer el Antiguo Testamento en su texto hebreo que debía ser reemplazado por el texto griego de los 'Setenta'. La población perdió sus derechos civiles. También los 'nestorianos' fueron perseguidos con saña. Las relaciones de los persas con los bizantinos estaban mediadas por el comercio, ya que las naves y caravanas persas eran los que conducían desde la India y la China valiosas y exóticas mercaderías como la seda, especias, perfumes, piedras preciosas”.
“En el 611, los persas emprenden la conquista de Siria, ocupando Antioquia, la ciudad más importante de las provincias orientales bizantinas. Damasco no tardó en caer en manos persas. Conclusa la conquista de Siria, los persas marcharon sobre Palestina y el 614 cercaron Jerusalén, que resistió 20 días… La iglesia del Santo sepulcro erigida por Constantino el Grande, fue incendiada y saqueados sus tesoros. Los cristianos sufrieron vejaciones intolerables cuando no la muerte. Los judíos de Jerusalén se pusieron del lado de los persas, participando en las matanzas, en las cuales, según algunas fuentes, perecieron sesenta mil cristianos. Muchos tesoros fueron transportados a Persia desde la ciudad santa. Una de las reliquias más veneradas de la cristiandad, La Santa Cruz, fue llevada a Ctesifonte. Entre los prisioneros llevados a Persia, estaba Zacarías, Patriarca de Jerusalén”.
Esta devastadora conquista palestina por los persas y el pillaje de Jerusalén representan un momento crítico de la historia palestina. Kondakov dice: ”Fue un desastre inaudito, tal como no había existido desde la toma de Jerusalén bajo el reinado de Tito … Nunca más la ciudad conoció periodo análogo a la brillante época del reinado de Constantino. Desde entonces la ciudad y sus monumentos declinaron de forma continua, paso a paso, y las mismas Cruzadas tan ricas en consecuencias y en provechos para la misma Europa, no provocaron sino, confusión, turbación y degeneración en la vida de Jerusalén. La invasión pérsica tuvo como efecto un cambio inmediato en la situación creada por la artificial importación de la civilización greco-romana a Palestina. La invasión arruinó la agricultura, despobló las ciudades, aniquiló gran número de conventos y monasterios, detuvo el desarrollo del comercio. Aquella invasión liberó a las tribus merodeadoras árabes de las convenciones que las trababan y del miedo que las retenía, y así comenzaron a fundar la unidad que hizo posibles las grandes invasiones del periodo posterior".
Del 622 al 626, a grandes costos, el emperador bizantino Heraclio emprendió con éxito la reconquista de Egipto, Siria y Palestina, que había perdido con los persas. Eso que aún no había aparecido el profeta Mahoma, sentando las bases del islamismo, ni los turcos habían vencido al Imperio Bizantino, después se habían convertido en mahometanos y en 1453 tomado a Constantinopla, fundando el Imperio Otomano, que siguió dominando a Egipto, Siria, Palestina y territorios vecinos hasta que, saltando siglos, junto a Alemania, el imperio Astro-húngaro y Rusia, fue derrotado en la I Guerra Mundial. Tampoco en 1948 las Naciones Unidas habían fundado el Estado de Israel, cercenando territorio palestino, que durante las décadas del 50-60 y 70, del siglo XX, originó la seguidilla de guerras, contra Israel , emprendida por Egipto, Líbano y Siria, las cuales ganó; y con la complicidad de los Estados Unidos, se convirtió en potencia dominante al facilitarles la fabricación de la bomba atómica, lo que le permitió ampliar sus fronteras, fundando asentamientos de colonos en territorios ocupados.
Tales son las profundas raíces históricas de los conflictos en Medio Oriente, entre israelíes, árabes, iraníes y palestinos.