Desde el inicio del fútbol colombiano, se puede decir que factores externos al deportivo han permeado a la liga nacional. En los 90 fue el narcotráfico cuando Pablo Escobar, los Rodríguez Orejuela y Gonzalo Rodríguez Gacha crearon equipos de ensueño a partir de la plata de la droga y ahora, menos presente pero con la misma incidencia, la corrupción es la que controla el balompié nacional.
Desde el año 2013, ascensos extraños se han dado en la segunda división del fútbol colombiano en el que Real Cartagena, Fortaleza y Unión Magdalena se han visto involucrados. Los dos primeros no tan obvios como el que se vivió el fin de semana, entre el equipo ciclón y Llaneros, pero que también dejaron varias dudas, sobre cómo se manejaba el tema de los ascensos en dicha época.
Así mismo, el cartel de la boletería en el que la Federación Colombiana se vio envuelta en un caso de reventa de boletas en los partidos por eliminatoria a rusia 2018, también dieron cuenta del manejo de intereses que desde las directivas del balompié nacional se está manejando.
Y el caso del FIFA Gate, en el que Bedoya, por ese entonces presidente de la Federación, salió salpicado, también daba idea de cómo la corrupción estaba entrando en el fútbol nacional desde los altos mandos de las federaciones más importantes.
Hoy, con el partido entre unión y llaneros se vio que el conflicto de poderes en el fútbol colombiano es grandísimo, y que los errores que se viven día a día tanto en partidos de la A, como de la B, podrían no ser errores malintencionados.
Lastimosamente, la corrupción ya no es un tema de política, sino que en lo deportivo también ha entrado, para hacer y deshacer.
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