Nació en un pequeño garaje en donde solo cabían un puñado de sillas como un proyecto al que solo le apostaban los esposos Luis Eduardo Moreno y María Luisa Piraquive. Habían recibido el mandato divino de fundar una iglesia, a la que bautizaron Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo. En 1972 la religión católica dominaba frente a todos los cultos en Colombia y ser evangélico resultaba ser un anatema. Los vecinos del local los insultaban y amenazaban con expulsarlos del barrio mientras el espacio se iba volviendo insuficiente para el creciente público que llegaba a escuchar sus plegarias ajenas a las oraciones a la virgen, los Santos o la crucifixión de Cristo.
Cuarenta y cuatro años después la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo se internacionalizó con sede en 50 países y 481 sedes de culto en Colombia, con presencia en uno de cada cinco municipios. La iglesia se disparó cuando la pastora María Luisa Puraquive enviudó y tomó personalmente las riendas de la iglesia hace veinte años.
Nacida en la vereda de Chipatá en Boyacá, fue la tercera de los diez hijos de Obdulio y María. Tenía cinco años cuando las penurias económicas llevaron a la familia a instalarse en el municipio de Sáchica. Desde pequeña, cuando se perdía en el monte que rodeaba la pequeña vivienda percibía, según ha contado, la presencia de Dios, en cada árbol, en cada arroyo. Una voz le profetizaba que iba a guiar a muchos a las sendas del creador. En las noches, ya en su casa, cantaba rancheras de Pedro Infante acompañada por la guitarra de don Obdulio.
A los diez años tomó el camino de muchos en el mundo rural colombiano: viajar a la capital y matricularse en la Normal Nacional. Viajó a Tunja a convertirse en maestra. Tres años después dejó de estudiar buscó en Bogotá un horizonte laboral en fábricas de confecciones pegando botones, abriendo ojales y cortando hebras de hilo. No quería ser una empleada más así y se propuso aprender las claves del negocio y en poco tiempo ya era capaz de coser cubre-lechos y ropa de bebé. A los 16 años ya le enviaba dinero a su familia en Sáchica
Su vida tomaría un giro definitivo cuando, en 1965, conoció al pastor pereirano Luis Fernando Moreno. Nacido en una familia católica, Moreno fue el precursor de la internacionalización de la iglesia evangélica colombiana. Cuando conoció a la joven María Luisa, ella tenía 18 años mientras el Hermano Luis, como ya lo conocían, tenía 31 años. Había algo que los identificaba y los unió para siempre: ambos sentían haberse comunicado con Dios en sueños. Una suerte de profecía divina que se convirtió en el motor para que siete años después, en 1972, le dieron vida a la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo.
Como dos apóstoles convencidos de una misión, caminaron por el país pregonando el evangelio sometidos a todo tipo de insultos y ofensas. Las difíciles condiciones en que habían comenzado sus prédicas empezaron a cambiar en 1994 cuando se aprobó la Ley 133 que le abría las puertas a todos los cultos para recibir donaciones. “Las Iglesias y confesiones religiosas con personería, entre otros derechos, tienen los siguientes: (…) c. Solicitar y recibir donaciones financieras o de otra índole de personas naturales o jurídicas y organizar colectas entre sus fieles para el culto, la sustentación de sus ministros y otros fines propios de su misión”. La Iglesia de Dios Ministerial empezó a recibir diezmos en algunos de los cultos, especialmente los dedicados a la enseñanza.
Se multiplicaron las donaciones y las finanzas cambiaron en favor del crecimiento de la iglesia pero las críticas no se hicieron esperar. Las respuestas de los pastores han sido reiterativas. En cada templo está presente un grupo de hermanos con tradición y conocimiento que colectivamente se responsabilizan del recaudo y de la organización de los gastos para asegurar el funcionamiento de los templos. Los recursos se consignan en ocho cuentas de ahorro y seis cuentas corrientes abiertas en diferentes entidades bancarias.
A pesar de los escándalos que han trascendido a los medios, como la demanda que Iván Darío Moreno, uno de los hijos de la pareja, interpuso en donde pedía exhumar el cuerpo de su padre tendiendo un manto de duda sobre las circunstancias de su muerte. La Fiscalía, debido a la falta de pruebas y evidencias, cerró el caso. Sin embargo la indisciplina que reportaban del comportamiento de Iván Darío, quien se hacía llamar Cristo Resucitado, llevó a la pastora Piraquive a aceptar la recomendación drástica de separarlo de la Iglesia. La reacción de su hijo fue la de convertirse en un férreo crítico de las orientaciones de la pastora.
Pero tal vez el momento más difícil de María Luisa Piraquive y su iglesia lo vivió en Enero del 2015 cuando Noticias Uno publicó un video en la que reprodujo sus palabras en el púlpito: "Si ven (los fieles) al predicador sin un brazo, no se van a agradar mucho. Por la conciencia, otros dirían por estética, no lo ponemos en el púlpito (…) El Espíritu Santo nos enseñó que el predicador debe ser una persona que tenga todos sus miembros”. Se interpretó como una actitud discriminatoria frente a los discapacitados que generó una gran polémica mediática y que la Iglesia trató de apaciguar presentando su labor social con grupos de personas con limitaciones físicas y de bajos recursos en las distintas ciudades del paí. .
Lo cierto es que la Iglesia siguen creciendo, abriendo nuevas sedes y cuenta ya con cerca de 2.500.000 fieles que aportan diezmos permanentemente y que mantienen cadenas de solidaridad entre ellos y atienden las directrices de la pastora María Luisa Piraquive que les resulta una fuente de inspiración, mientras ella se siente cumpliendo una misión divina.