En el bullicioso mercado de Jerusalén, entre los zumbidos de comerciantes y el aroma de las especias, se escuchó una voz que no pasaba desapercibida: la de Jesús de Nazaret. Entre la multitud, sus palabras no eran solo enseñanzas ordinarias; eran profecías que dejaban perplejos a sus seguidores, entre las cuales destacan tres de poderosa trascendencia.
La primera profecía, murmurada en un rincón de la gran ciudad mientras el sol se ocultaba tras los picos de Judea, fue sobre la destrucción del Templo de Jerusalén. En el año 30 d.C., con la majestuosidad del Templo como escenario, Jesús proclamó que no quedaría piedra sobre piedra del imponente edificio. Sus palabras estallaron con la fuerza de un trueno, pues el Templo representaba el corazón espiritual y cultural del pueblo judío.
Años después, en el turbulento año 70 d.C., durante la Primera Guerra Judeo-Romana, las predicciones de Jesús se convirtieron en realidad. Las legiones romanas, bajo el feroz liderazgo de Tito, sitiaron y arrasaron Jerusalén. El Templo, símbolo de la fe y la identidad judía, fue reducido a escombros, cumpliendo así la profecía de Jesús con una precisión desconcertante.
La segunda profecía, relacionada con el fin de los tiempos, también fue pronunciada en una conversación privada con sus discípulos, les reveló señales que precederían su segunda venida y el fin de la era presente. Este discurso profético, registrado en el capítulo 24 del Evangelio de Mateo y en el capítulo 13 del Evangelio de Marcos, es conocido como el Discurso del Monte de los Olivos.
Jesús describe un período de intensa agitación y convulsión en la historia humana. Habla de guerras y rumores de guerras, naciones contra naciones, y reinos contra reinos. El siglo XX fue testigo de dos guerras mundiales que causaron devastación y pérdidas humanas a una escala sin precedentes, y en la actualidad los rumores bélicos permanecen como hechos que cumplen la predicción de Jesús.
También menciona hambres, pestes y terremotos en varios lugares. Como los desastres naturales que incluyen el terremoto y tsunami en Japón en 2011, que causó miles de muertes y una devastación masiva; así como el brote de enfermedades como el VIH/SIDA, Ebola y Covid-19 que ha afectado a millones en todo el mundo.
Además, Jesús advierte sobre la aparición de falsos profetas y engañadores que llevarán a muchos por caminos equivocados, entre los cuales podrían contarse líderes religiosos o políticos que han explotado la fe y las creencias de las personas para sus propios fines, causando división y confusión.
El discurso también incluye la profecía de la predicación del evangelio en todo el mundo como testimonio a todas las naciones antes de que llegue el fin. Este cumplimiento se puede ver en la difusión global del cristianismo a través de misiones, medios de comunicación y tecnología, alcanzando incluso lugares remotos donde antes era desconocido.
Por último, la tercera profecía de Jesús refiere a su resurrección que es considerada por los cristianos como una confirmación de su divinidad y autoridad sobre la muerte. En varias ocasiones, Jesús predijo que sería crucificado y que resucitaría al tercer día (Mateo 16:21; Marcos 8:31; Lucas 9:22). La resurrección de Jesús se relata en los cuatro Evangelios, donde se narra cómo fue crucificado, murió y fue sepultado, pero al tercer día resucitó de entre los muertos. Este evento es fundamental en la fe cristiana, ya que confirma la identidad del Señor como el Hijo de Dios y su poder sobre el pecado y la muerte.
La gente puede creer o no en Jesucristo, pero en mi caso elijo conscientemente creer en el testimonio de los testigos oculares como el de las mujeres del sepulcro: Magdalena, María y Salomé; en el de Pedro, el de los discípulos en el camino a Emaús, el de los apóstoles reunidos en Jerusalén y también el de Tomás que lo vio después. Creo en la referencia de Pablo en 1 de Corintios 15 cuando escribe que Jesús apareció a más de quinientos creyentes después de su muerte y en el de personas comunes que durante siglos afirman haber tenido un encuentro con el maestro y por eso esta celebración sagrada adquiere todo el sentido del mundo.