La mayoría de ciudadanos están a favor de eliminar la figura de “primera dama”, “gestor” y/o “gestora social” en todos los niveles de la administración.
Pueden ser más las polémicas y las desavenencias que históricamente esa “dignidad” haya generado, que su contribución efectiva al avance y desarrollo de los territorios; aparte de que su rol y sus funciones no se encuentran reguladas en ninguna disposición normativa, se ha acostumbrado al ciudadano y especialmente a los funcionarios públicos a profesar respeto reverencial por alguien que institucionalmente no tiene responsabilidades.
Una de las primeras medidas que tomó Irina Karamanos (compañera de Gabriel Boric) fue la de abolir la figura de “primera dama” de Chile para dedicarse de lleno a su labor profesional, pues señalaba que ese papel era totalmente antidemocrático en el contexto de la mujer contemporánea.
Se debe respetar el parentesco pero sin entremezclarlo con la función pública. Bien conocido es el caso Ismelda Marcos, exprimera dama de Filipinas, que después de autoproclamarse gobernadora de Manila y Ministra en su país, decidió convertirse en una socialité que ofrecía sonoras fiestas y guardaba 3 mil pares de zapatos en su mansión para satisfacer su vanidad; sin olvidar a Rosario Murillo (esposa de Daniel Ortega) que modestamente pidió tan solo ser la vicepresidenta de Nicaragua.
Por la salud familiar es preferible mantener a los más queridos lejos de la política para evitar que caigan en las fauces de la extravagancia.