El cubrimiento de la muerte del cantante, hace tres décadas, por parte del más famoso tabloide de Colombia marcó un hito en el periodismo de impacto y aún es motivo de análisis en cuanto a ética periodística.
A la media noche del 11 de junio de 1992, los periodistas Ricardo Rondón y Carlos Hugo Jiménez recorrían los diferentes pabellones del Show de América RCN, evento que se llevaba a cabo en Corferias y reunía a los más importantes músicos de la época.
En medio del festejo, a Jiménez le asaltaba el afán de escuchar en su pequeño transistor, los avances de las noticias. En medio del estruendo y el jolgorio del memorable festival que se tomaba a la capital colombiana, el comunicador, asignado a la sección de farándula del diario El Espacio, se conectó para enterarse de una noticia que sería la bomba judicial del año.
“Marica, mataron a Rafael Orozco, vámonos para el periódico”, fueron las palabras de Jiménez según refiere Rondón, el destacado cronista quien durante más de dos décadas ejerció en El Espacio y actualmente publica sus relatos de largo aliento en la edición de sábado de El Tiempo. “Carlos me da la noticia y ya a esa hora los locutores en las diferentes tarimas donde se presentaban grupos vallenatos, orquestas de salsa y de merengue dominicano, anunciaban la tragedia. Todo quedó en silencio, la fiesta se acabó y la gente se puso a llorar. A media noche corrieron a un teléfono monedero y llamaron al editor general Alberto Uribe a su residencia”. En medio de la somnolencia no dimensionaba el tema, hasta que Ricardo atinó a decirle, “Jefe, mataron al gran amor de los colombianos”.
Sobre las primeras horas del sábado 12 de junio, recibieron las orientaciones del jefe de redacción del periódico El Espacio, Edgar Sierra, hombre de reconocido olfato periodístico, quien dispuso el inmediato desplazamiento a Barranquilla. Por cosas del destino, a Carlos Hugo Jiménez le tocó la balota de ir a cubrir la nota en caliente, mientras Rondón sería el encargado de coordinar todo el operativo periodístico desde Bogotá.
Al tiempo que Jiménez arribaba al aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla, Rondón, Sierra y el editor general Alberto Uribe convencían a las directivas de El Espacio de la necesidad de invertir todos los recursos en la cobertura de una noticia sin precedentes habida cuenta tanto de la dimensión del personaje querido por los colombianos, y las aristas de un complejo entramado judicial que se vislumbraban desde el primer momento.
“Carlos Hugo empezó a enviar crónicas desde el primer día con detalles sobre testigos y datos sobre los hechos. Él viajó con un fotógrafo muy experimentado, el hábil reportero Álvaro Fernández, nosotros en la redacción hacíamos crónicas de la vida del artista, su trayectoria y biografía para sacar un periódico completo en torno al hecho luctuoso”, indica Rondón mientras repasa los archivos del tabloide.
La primera gran portada presentaba fotos inéditas bajo el título Fotos de su muerte. A seis columnas, el llamativo enunciado advertía el registro gráfico de la velación y el sepelio al que asistieron miles de personas. Ricardo refiere que los reporteros debieron camuflarse, porque algunos seguidores del cantante sintieron como invasiva la presencia permanente de los enviados especiales. Un momento clave fue cuando el fotógrafo Fernández, desde un árbol, logra tomar la imagen del momento exacto en que el cofre fue abierto por un familiar para contemplar por vez última a Rafael. “Cuando salió publicada la foto, tuvieron que irse un par de días de Barranquilla y luego mantener un perfil muy bajo”, concluye Rondón.
La sobrecogedora imagen de Rafael inerte y bajo el cristal de la caja mortuoria y que fue acompañada del titular "Extraña cita con la muerte", se tradujo en ventas históricas para el periódico. “En circulación tuvieron que trabajar a doble turno para despachar entre doscientos y trescientos mil ejemplares en los días de mayor demanda”. “El primer fin de semana sacamos una edición extraordinaria en la que ya se empezó a trabajar el tema como un caso pasional”, agrega el destacado cronista, que por aquellos años hacía parte de la nómina del llamado diario del pueblo colombiano.
Carlos Hugo, curtido reportero, intuía que, tras los móviles del asesinato, el que empezó como un rumor sobre un posible triángulo amoroso era la pista más contundente a seguir.
Esta línea de investigación fue respaldada por los editores del periódico, también por el inocultable impacto comercial que tenía la “corriente sentimental” como trasfondo del fatídico episodio.
Jiménez y Rondón se comunicaban permanentemente. A Ricardo le preocupaba las implicaciones que podrían venir de no consolidarse la versión pasional en los estrados judiciales. Con el paso de los días, efectivamente la teoría fue acogida por el juzgado de conocimiento que citó al señor Jorge Navarro a dar declaración por la muerte del artista. Se trataba del padre de una hermosa joven que, según se comentaba en el entorno farandulero de Barranquilla, era muy cercana al vocalista del Binomio de Oro.
Dos días después hizo presencia en el estrado judicial la hermosa mujer. Los reflectores se concentraron en la llegada de la ciudadana María Angélica Navarro Ogliastri o, como decían los barranquilleros que se apilaban frente al despacho del juzgado, la amiga de Rafita. Desde ese momento El Espacio y El Heraldo abordaron, en el enfoque de sus reportajes, el rol protagónico de la joven, como punto de referencia y trasfondo del crimen de tipo pasional.
“La gente llamaba a preguntarnos si íbamos a seguir publicando notas por el lado del posible romance del cantante, más aún cuando ya se conocía de una demanda que venían para el periódico por calumnia, daño al buen nombre e invasión a la privacidad”. Las directivas habían tomado la decisión de continuar con la investigación. Los enviados especiales insistían en que tenían como respaldar la versión.
Ya con la demanda encima, los reporteros buscaban entre seguidores del artista y amigos una prueba, un documento que les permitiera mantener su teoría, por cuanto no tuvieron acceso a la declaratoria de la amiga del cantante.
Mientras un grupo de abogados preparaba la defensa del periódico, alegando los amparos de la libertad de prensa, los enviados especiales dieron con la pieza periodística que en al interior del periódico llamaron prueba reina. “Carlos y Álvaro se habían conseguido la foto de Rafa y María Angélica, dándose un beso, era un documento periodístico valioso, pero sin duda, su publicación podría derivar en una invasión de la vida privada de Rafael, esa foto costó 100.000 pesos”, indica Rondón quien, en su momento hizo sus reparos éticos y expuso también la afectación que se podría generar para la familia del célebre artista.
En sus manos no estaba la decisión de la publicación, por lo que al final y desde su rol de redactor acogió la decisión de las directivas de publicar la información.
“Al periódico llegaron los reporteros del noticiero Criptón, el de las Siete y el Noticiero Nacional. Sabían que teníamos la foto exclusiva. Entrevistaron a don Jaime Ardila, el dueño del periódico. Él les confirmó que publicaríamos la noticia y que el diario enfrentaría la situación a nivel judicial”.
Para la edición del periódico anunciado como Amor Fatal se duplicó el tiraje. El periódico se agotó en todas las ciudades y la versión de la muerte del cantante como resultado de una relación sentimental tuvo asidero en declaraciones oficiales al punto que fue la determinante del lamentable desenlace y móvil admitida por el Juez Cuarto Penal del circuito de Barranquilla.
El equipo periodístico extendió las publicaciones durante un mes. Los sábados, cuando publicaban un cuadernillo que resumía los avances del caso, alcanzaron tirajes de 400.000 ejemplares, un número impensable para un tabloide sin suscripción.
El periódico pagó la indemnización a la familia. Tuvo récord en ventas que habría producido ganancias del orden de los 3000 millones de pesos, según estima Rondón, y se apuntó un éxito periodístico que en el concierto de la prensa “seria” no se reconoció, aunque en privado, redactores y editores de tradicionales casas editoriales, admitían la agudeza periodística del tabloide.
El caso, además de las connotaciones desde la órbita judicial, ha sido materia de análisis en el contexto académico del periodismo. Más allá de la veracidad de la versión que en un principio fue tildada de novelesca, pero que con el tiempo tomó la solidez de conclusión final de la investigación oficial, el estudio del caso desde lo comunicacional ha girado en torno al derecho a la privacidad de que asistir a los personajes públicos.
Fue uno de los primeros episodios en Colombia sobre los cuales se procedió legalmente en contra del medio de comunicación que debió resarcir económicamente a la familia de Rafael Orozco. Además de sentar bases jurídicas perfiló un modelo de moderación por parte de los periodistas al abordar temas propios de la esfera privada de las personas.
Con el paso de los años y ante la repetitiva invasión de lo privado que se dan en la cobertura de hechos noticiosos en la actualidad, pareciera que el caso de Rafael Orozco y El Espacio es apenas un referente perdido en los archivos de la prensa nacional.
De manera permanente se cruza una frontera delicada para contar y mostrar asuntos íntimos de los individuos, sin consideración alguna. Las redes sociales y la dinámica de un mundo marcado por la sobreexposición de todas las actividades, tanto de celebridades como de ciudadanos comunes, nos muestra el caso de Orozco Maestre como una rareza, un antecedente que solamente es retomado como materia de algún trabajo de grado o al interior del contexto académico de la comunicación social.
Hoy todo se cuenta, todo se muestra y nada pasa, solamente queda el autocontrol por parte de algunos medios y los comunicadores que son fieles a la premisa de que no todo es susceptible de convertirse en información. Debe ponerse en la balanza el interés público y el daño que se puede ocasionar a los ciudadanos, tanto los que gozan de anonimato como las celebridades.
En retrospectiva, Ricardo Rondón reconoce el éxito desde el punto de vista comercial, destacan el nivel de exigencia de los reporteros que lograron las exclusivas, al tiempo que toma distancia frente al tema ético. Frecuentemente, es consultado sobre esas líneas que en periodismo no se deben cruzar en honor a la verdad, tiene experiencias y anécdotas para hacer un llamado al cuidado y respeto por el tesoro de la privacidad.