La entrevista de Gustavo Petro en El País es una radiografía de su gobierno y, sobre todo, de su personalidad política: un líder permanentemente en confrontación, incapaz de construir consensos genuinos, atrapado en su propia retórica de lucha y perseguido por el caos que él mismo genera.
En cada respuesta, Petro exhibe su visión de sí mismo como un mártir del poder, un hombre rodeado de enemigos —la derecha, la prensa, Estados Unidos, sus propios ministros e incluso su propia familia— que no le permiten cumplir su proyecto de transformación. Sin embargo, más que víctima de un sistema que lo acorrala, el presidente parece ser víctima de sus propias contradicciones e impulsos.
A lo largo de la entrevista, no asume responsabilidades reales por los fracasos de su gobierno ni reconoce errores estratégicos que han llevado a su administración al estancamiento. En lugar de ello, culpa a terceros, minimiza escándalos de corrupción y justifica su incapacidad de gobernar bajo la idea de que “el sistema” no le permite avanzar.
El desorden en su vida personal y profesional también es evidente. Su aislamiento en la Casa de Nariño, el drama familiar con su hijo investigado por corrupción y su evidente frustración con su propio equipo de gobierno reflejan una gestión caótica, donde la improvisación y el conflicto han sido la norma. Su actitud hacia la prensa es otro indicador de su tendencia a la confrontación: ataca a los medios, descalifica periodistas y se niega a aceptar cuestionamientos legítimos.
En el plano internacional, su obsesión con el enfrentamiento con EE. UU., su discurso errático sobre Venezuela y su visión de un mundo dividido entre buenos y malos, revelan una política exterior reactiva, más basada en sus propias convicciones personales que en una estrategia realista para Colombia.
Petro es un presidente que cree tener razón incluso cuando la realidad le demuestra lo contrario. No escucha, no negocia y no construye puentes. A medida que su mandato avanza, su gobierno parece estar definido por la frustración, el caos y la sensación de oportunidad perdida. Su narrativa de lucha ha chocado con la inercia del poder, pero en lugar de adaptarse a las circunstancias, ha optado por el camino de la confrontación total.
A lo largo de la conversación, Petro dejó frases contundentes que ofrecen una radiografía de su gobierno y del rumbo que podría tomar en los próximos años. Aquí un análisis de sus principales declaraciones más polémicas:
"Fallé al creer que podía hacer una revolución gobernando”.
Esta frase encapsula la frustración de Petro con las limitaciones del poder. Su llegada a la presidencia estuvo marcada por un discurso de transformación estructural, pero su gobierno se ha encontrado con múltiples barreras: falta de mayorías en el Congreso, resistencia del sector privado y una institucionalidad que, según él, ha impedido cambios radicales.
Con esta declaración, Petro reconoce que el Estado no es el vehículo para una revolución en el sentido tradicional, sino más bien un espacio donde las reformas deben transitar por el juego político y los acuerdos con sectores que históricamente han dominado el país. La frase sugiere que su proyecto de cambio se ha topado con una realidad política más resistente de lo esperado.
“Esto es de una infelicidad absoluta. Es un sacrificio.”
El mandatario describe su experiencia en la Casa de Nariño como un proceso solitario y desgastante. Petro ha mencionado en reiteradas ocasiones sentirse aislado y constantemente atacado por sectores políticos y mediáticos.
“Si llega a ganar la derecha, que en Colombia es extrema derecha, sabe qué hacer: matar.”
Aquí, Petro lanza una grave acusación contra sus opositores, sugiriendo que el regreso de la derecha al poder podría traer consigo persecución política e incluso violencia.
“Vicky quiere ser Milei. Pero para eso necesita que mi Gobierno sea un desastre.”
Petro hace una comparación directa entre Vicky Dávila, periodista y precandidata presidencial, y Javier Milei, el presidente ultraderechista de Argentina. La insinuación es clara: Dávila estaría construyendo su carrera política sobre la crisis de su gobierno, al igual que Milei capitalizó el desencanto con el peronismo en Argentina.
“No estoy seguro de que mi papel sea administrar el capitalismo de los capitalistas.”
Petro ha sido un crítico constante del modelo neoliberal, y esta frase refleja su descontento con la administración del sistema económico colombiano. Sin embargo, su gobierno ha tenido que convivir con este modelo y negociar con el sector privado para garantizar la estabilidad del país.
“El ELN de hoy es una organización de traquetos.”
Esta declaración es significativa porque Petro ha impulsado diálogos de paz con el ELN. Sin embargo, al describir al grupo como una organización de narcotraficantes, sugiere que ha perdido su carácter político y se ha convertido en una red criminal.
Esto podría tener implicaciones en su política de "Paz Total", ya que, si el propio presidente considera que el ELN es un actor criminal, la viabilidad de un acuerdo de paz se complica.
“Mi hijo fue débil y por ahí lo destruyeron.”
Petro se refiere al escándalo de corrupción que involucra a su hijo, Nicolás Petro, acusado de recibir dinero de dudosa procedencia para la campaña presidencial. En lugar de aceptar plenamente la responsabilidad, el presidente presenta a su hijo como una víctima de intereses externos.
“Estados Unidos es muy aburrido.”
Esta frase se da en el contexto de su confrontación con Donald Trump tras la negativa de Colombia a recibir migrantes deportados en condiciones humillantes. Petro minimiza las sanciones económicas impuestas por Trump y busca proyectar una imagen de independencia frente a Washington.
“Los venezolanos deberían sacar a colombianos, europeos y estadounidenses de la solución que buscan.”
Petro enfatiza la soberanía venezolana y critica la injerencia extranjera en la crisis política de ese país. Esto refuerza su postura de que los problemas internos deben resolverse sin la intervención de potencias como EE.UU. o la Unión Europea, sin embargo si se pronuncia en el caso de Hamas e Israel.
“El presidente del Gobierno soy yo. Y nunca admití ni admitiré que entren colombianos esposados.”
Petro desafía abiertamente a EE.UU. en su política migratoria. La frase busca posicionarlo como un líder que defiende la dignidad de los colombianos deportados.
Sin embargo, su confrontación con Trump en este tema también ha generado tensiones comerciales, lo que plantea dudas sobre los efectos de su política exterior en la economía colombiana.
Petro y la posibilidad de una revolución armada en 2026
Petro insinúa un escenario preocupante si la oposición gana las elecciones de 2026. Su afirmación “Si llega a ganar la derecha, que en Colombia es extrema derecha, sabe qué hacer: matar”, no solo es una acusación grave contra sus adversarios políticos, sino que también deja entrever una narrativa de resistencia frente a una posible alternancia en el poder.
La combinación de esta frase con su otra declaración “Fallé al creer que podía hacer una revolución gobernando” sugiere que Petro, frustrado con los límites del poder institucional, podría estar legitimando otras formas de lucha si su proyecto político es derrotado en las urnas. La idea de que el cambio en Colombia solo puede lograrse a través del pueblo y no desde las instituciones abre la puerta a una movilización social intensa que podría derivar en disturbios, desobediencia civil o incluso resistencia armada.
El peligro radica en que este discurso podría ser interpretado por sus bases más radicales como una señal de que, si el proyecto progresista no prevalece en 2026, la resistencia no debe darse en el plano electoral sino en las calles. Así, su discurso victimista y su insistencia en que la derecha “mata” podrían alimentar una narrativa de lucha que, en el peor de los casos, podría desembocar en una crisis de gobernabilidad o en actos de violencia política.
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