La más grande manifestación política realizada por distintas formas de ciudadanía para respaldar la Colombia Humana de Petro, en Montería, no existió para el principal diario de la región y no fue registrada por los grandes medios nacionales (solo Caracol hizo una muy breve nota). En la retina y la memoria de las miles de personas que asistieron el viernes 6 abril, a la Plaza María Varilla, al lado del río Sinú quedaron las imágenes de la manifestación que ahora son virales en las redes sociales.
Lo mismo ocurrió con las manifestaciones masivas que Petro realizó en Magangué, Mompox, El Banco, Lorica y Ciénaga de Oro.
Los periodistas van a las manifestaciones, graban imágenes, escuchan testimonios, pero los medios no publican. En algún momento entre la producción, la edición y la emisión de la noticia se bloquea el mensaje.
“Petro no existe” me dijo un colega de un noticiero de televisión para significar que la intención es no publicar las plazas llenas de su campaña presidencial y no publicar notas que resalten la imagen del candidato de Colombia Humana.
Esta intencionalidad tiene un trasfondo político. Los periodistas de los medios se reclaman profesionales y objetivos, pero algunos dueños de los medios no quieren que se conozcan las propuestas de Petro y se inclinan por otras candidaturas. No importa si existe una legislación que obliga al equilibrio informativo en tiempos electorales, mucho menos que los espacios electromagnéticos (en el caso de la radio y la TV) sean propiedad del Estado y deban responder al bien común.
Ignorar a Petro y a la masa ciudadana que lo apoya, que lo sigue, que acoge su propuesta y sale a su encuentro con la esperanza del cambio, no es válido como piensan algunos medios y quienes creen en otras opciones. El problema es hacerlo reivindicando un supuesto periodismo profesional y, mucho más, desde un discurso de ética periodística. Las ciudadanías tiene derecho a saber qué hacen, qué dicen y qué proponen todos los candidatos y a tomar decisiones informadas. Por suerte existen las redes sociales que logran romper el bloqueo informativo, pero son insuficientes.
Más allá de desconocer mediáticamente una campaña presidencial y una ciudadanía viva que reclama la transformacion del país, genera preocupación la forma cómo se cubre a los candidatos. En la mayoría de los formatos de los noticieros de radio y televisión y de los grandes diarios brillan por su ausencia las propuestas, el discurso, la reacción de la gente. La verdad es que hacen faltan las noticias con equilibrio y objetividad, el reportaje que indaga y cuestiona, la crónica que deleita al lector o al televidente.
Me acuerdo cuando cubrí para radio y televisión las campañas de Alvaro Gomez Hurtado y Luis Carlos Galán. “Grabe al candidato, resuma su discurso, transmita lo que sea noticia, describa el ambiente, busque reacciones”, decían en la salas de redacción.
Me temo que el asunto no es de los colegas que hacen su mejor esfuerzo, el problema es la orientación editorial y la censura que imponen los dueños de los grandes medios que, curiosamente, son los mismos contratistas del país.
En una democracia deberia prevalecer la libertad de prensa, la crítica y el cuestionamiento. También son esencia de la democracia el equilibrio informativo, la ética profesional, el compromiso de informar a los televidentes, los oyentes, los lectores que, a veces, coinciden con los electores.
Para construir la era de paz en Colombia se necesita el aporte de los periodistas que ayuden a construir la verdad que emerge de la ciudadanía espontánea que llena plazas, que se expresa tal vez con la única forma que tiene a su disposición: manifestarse públicamente.
Está no es una afrenta de los medios a Petro, es una afrenta a un programa de gobierno, a los ciudadanos, a los electores, verdaderos dueños de la democracia.