¡Las plagas que secan!
Opinión

¡Las plagas que secan!

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octubre 14, 2013
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El corazón de los Montes de María, con montañas verdes y fértiles, se está vistiendo de árboles secos de aguacates que fueron asaltados por una plaga, de la cual conoce bien el ICA y los productores de la región.

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Tan solo en el Carmen de Bolívar se han muerto 3910 hectáreas sembradas con aguacates, 1620 están amenazadas de ser atacadas por la plaga, realidad que está afectando la economía de 1645 familias rurales de ese municipio, perdiéndose 31.290 toneladas de frutos de aguacate en una sola cosecha, que normalmente acompañan las ensaladas de los costeños, las bandejas de los paisas y los ajiacos de los cachacos.

Cierto; en esta ocasión no es la plaga de las guerrillas, o la de los paramilitares las que rompieron el tejido social de sus 16 municipios con cerca de 420.000 habitantes; es un hongo que progresivamente fue destruyendo cada árbol de las verdes montañas de María, región estratégica instalada con preciada naturaleza, sobre el centro de Bolívar y norte de Sucre.

No ha sido posible detener un daño irreversible que comenzó cuando los productores dejaron de cuidar sus plantaciones porque las guerrillas y los “paras” los desplazaron de sus territorios; la humedad y la falta de cuidados a los árboles aceleró el proceso de descomposición de las aguacateras.

Transportadores, recolectores, empacadores, coteros, familias enteras, se descorazonan sin este mercado, pues vender una bolsa de yuca o ñame no les representa nada de ingresos, como sí ocurría con el aguacate. No hay buenos precios en el mercado y todo queda en mano de los intermediarios, que sí pueden acceder al viacrucis de las trochas de la región y a los improvisados centros de acopio.

Una hectárea sembrada con aguacates dejaba un rendimiento de$5 millones al año, por lo que se calcula que las pérdidas para los productores del Carmen de Bolívar alcanzan los $157 millones. Hoy el gran reto para los campesinos es adquirir capacidad para diversificar las estrategias de siembra y comercialización con nuevos productos.

Mientras se aplican las recomendaciones del ICA, los campesinos viven angustiados, no solo por los bajos precios de sus productos, sino por otra plaga que no deja de asediar la región: la plaga de los malos gobiernos locales y de la administración pública, que capturada por el clientelismo y la ambición dilapida la oportunidad histórica de consolidar un territorio donde podría haber paz.

Observar de cerca las veredas confirma que la gente no aguanta hambre, pero vive en la pobreza; con apenas lo que les permite subsistir, mal vestidos, mal nutridos con dietas de solo harinas, mal educados, mal atendidos por los servicios de salud y sin carreteras, comedores comunitarios sin donde sentarse, sin batería de baños, archivos de alcaldías en desorden y asaltados por la mala fe, los gerentes de los sistemas de salud dándose la buena vida y, la corrupción y el despilfarro pagando favores en el orden del día.

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La transversal Montes de María que los ingenieros militares construyeron una vez que la Fuerza Pública derrotara a las Farc, hoy es la misma trocha que había durante el conflicto con las guerrillas y paramilitares. El alcalde y el gobernador, no destinaron recursos para el mantenimiento y la vía está siendo devorada por cráteres y maleza.

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Las entidades oficiales hacen esfuerzos importantes para ayudar en la región, pero qué difícil articular la oferta institucional bajo los principios de integralidad y sostenibilidad, qué complejo lograr el compromiso y el cumplimiento de los gobernadores y los alcaldes; por eso lo que se invierte no se ve, no impacta el territorio, lo que se hace se descuida, se lo come la manigua y se dilapida en medio del inconformismo y desconfianza de las comunidades.

La politiquería se muestra como un mal que carcome y seca lo que toca, en su afán por tomar los recursos públicos como bien personal. La justicia regional está inundada y no da abasto para desempantanar el problema de las demandas y la corrupción.

Corregir estas dinámicas no es tarea fácil, pero es un asunto de todos los ciudadanos que bien podrían, desde sus acuerdos y consensos, ir derribando con nuevos liderazgos a los caciques y a los barones que viven cómodos en Cartagena, Sincelejo y Bogotá; ellos son expertos en malabares, los dueños del clientelismo y de la corrupción.

Se le ha repetido a los campesinos que durante el primer trimestre del próximo año se cuiden de esta plaga que carcome, seca y daña, porque es tan peligrosa como las Farc o los paramilitares.

Se les recuerda que hagan valer su voto y que no se dejen tentar por bolsas de cemento, abanicos, sancochos, camisetas, billetes de cincuenta mil y por fandangos, porque a pesar de sus angustias y tentaciones por mejorar sus ingresos, no se puede seguir escuchando en el parque del Carmen de Bolívar o de San Onofre, cuando se opina sobre sus gobernantes: "hombe, es que nos equivocamos otra vez", porque será muy tarde para enderezar el camino. Esta plaga es un cáncer que carcome y está dividiendo a las comunidades; es como un hongo tan duro y persistente como el que mata y seca a sus aguacates.

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