Una de las últimas ordenes que Víctor Carranza les dio a sus nueve hijos, antes de morir en la clínica Santa Fe, fue no pelear por su herencia. Aunque el zar de las esmeraldas no tuvo la entereza para repartir su fortuna en vida, cuando vio la muerte cerca, sin la prepotencia y la rudeza que lo caracterizaba, le recordó a cada uno de sus hijos y a su esposa María Blanca que él había hecho suficiente dinero para todos.
A su abogado de confianza y compadre Jorge Alirio Roa le encomendó ser custodio de la herencia compuesta por las empresas, las propiedades y el efectivo. También le pidió su ayuda profesional para hacer justicia a la hora de repartir la fortuna, que ni el mismo zar sabía de cuanto se trataba. Se calcula que al momento de su muerte el zar tenía mal contados unos cinco mil millones de dólares.
Muerto el zar, la orden dada antes de partir, se cumplió solo por un par de meses. La pelea entre la familia legítima de Carranza, la que formó con su prima hermana María Blanca Carranza, contra las hijas ilegítimas, que Carranza tuvo con tres mujeres distintas, no ha terminado.
Once años después de muerto el patrón, las ilegítimas Vivian Andrea, Iliana Catalina, Ginna Juliana Carranza, y Sandra Rusinque, que no lleva el apellido de su papá, siguen buscando los bienes que sus medio hermanos y María Blanca, al parecer han ocultado con la ayuda del abogado Roa, el mismo al que Víctor Carranza le pidió ayuda para impartir justicia; otra orden que no le cumplieron al difunto. María Blanca, sus hijos y su abogado solamente reportaron 25 bienes al Juzgado Tercero de Familia de Bogotá; pero sus hijas ilegitimas han encontrado más de 130.
La muerte del hijo mayor de Víctor Carranza, que se dio un año después de fallecer Carranza, impulso la lucha por la herencia. Kimberly y su hermano Arturo Carranza Piñeres, hijos del primogénito Víctor Arturo Carranza, por lógica nietos de María Blanca y el patrón, también fueron excluidos de la repartición del patrimonio. La nueva disputa llevó a los nietos del esmeraldero a unirse con las cuatro hijas ilegítimas, en la demanda de dichas, contra los otros miembros del clan.
En medio de juicios, demandas y embargos, la fortuna que levantó Víctor Carranza se ha ido perdiendo. Los hijos legítimos del fallecido esmeraldero, dedicados a resolver chicharrones, no pudieron, por ejemplo, sostener la empresa ganadera de Brisas de Agualinda, que el patrón construyó en el Meta, que incluso llegó a ser una de las más importantes de la región.
La Ganadería de Brisas de Agualinda, que estaba representada legalmente por la nieta Kimberly Carranza, cargo en el que la dejó instalada su padre enfermo de diabetes, fue una de las primeras empresas en irse a pique en medio de las trifulcas. Los activos de la empresa, valorados por más de 1.000 millones de pesos, terminaron perdidos. Las deudas de la compañía familiar empezaron a crecer. Pasados nueve años de la muerte de Víctor Carranza, la empresa le pidió a la Superintendencia de sociedades poder entrar a la ley de quiebras. La compañía, en la que no han podido tener participación las hijas extramaritales del zar, alcanzó deudas por $24.495 millones.
De la Ganadería Brisas de Agualinda queda ya poco. Esta sociedad, como la mayoría de bienes de Víctor Carranza estaba en poder de Hollman, Felipe, Luz Mery y Jorge Arturo, hijos de María Blanca. También quedaron en la junta directiva Víctor Ernesto y Kimberly Carranza, nietos del zar (hijos de Víctor Ernesto Carranza Carranza, el mayor del clan).
Una de las deudas más importantes de la ganadera, que llegó a tener 87 empleados, es con el Estado. A la DIAN y la Unidad de Gestión Pensional y Parafiscales-UGPP, les debe un total de $119.020.659. También Brisas debe más de $700 millones por el incumplimiento de la cotización a la seguridad social de los trabajadores. La entrada de la compañía a la ley de quiebras, que se dio en el 2022, es una consecuencia de haber incumplido el pago de $10.778 millones.
La caída de esta empresa, que era una de las más grandes de la familia Carranza, al menos de las conocidas, representa la separación del clan. Brisas de Agualinda es también el símbolo del enfrentamiento por una fortuna que alcanzaría los cinco mil millones, que incluye entre otros bienes los hoteles hotel Lord Pierre en San Andrés, y El Llano en el Meta, así como las fincas La Esmeralda, Las Quebradas, El Volcán, El Diamante, San Mauricio; miles de cabezas de ganado, piedras preciosas, títulos minas en Boyacá, decenas de casas y apartamentos, entre otros bienes, que seguirán refundidos entre escaparates de juzgados y en la memoria de sus herederos.
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