Para muchos economistas y todavía más para quienes no lo son, muchas afirmaciones que se hacen actualmente como la de reducir salarios e impuestos a las empresas con el fin de estimular el empleo, o que solo el crecimiento es la fórmula de un país contra la pobreza, pasan por ciertas solo por el hecho de que las promueven quienes han estudiado hechos económicos con un tratamiento matemático riguroso. Sin embargo, estas herramientas tienen unas implicaciones diferentes cuando se aplican a objetos físicos que fenómenos sociales.
La economía, desde el siglo XVIII, tomó a la física como referente para la construcción de su cuerpo teórico. De la mecánica celeste de Newton se trasladó elementos para construir la idea de mercados expuestos a fuerzas que los llevan al equilibrio. Según G.L.S. Shackle “se asumió que las ciencias económicas se parecen a las ciencias de la naturaleza, donde todo lo que es podría reducirse a un solo y solitario secreto del cosmos.” Han transcurrido más de doscientos años y la idea de equilibrio permanece incólume, los economistas poco reparan en lo nocivo de este concepto pese a las consecuencias duraderas que tuvo la gran recesión o crisis financiera del año 2008.
León Walras fue el primer exponente de la idea de equilibrio neoclásico con elementos matemáticos de su tiempo; sin embargo, fue consciente de que para entender la interacción entre diversos mercados y llegar a la idea del equilibrio general debía hacer abstracción de problemas profundos y entrar en peligrosas simplificaciones. Walras nunca pensó que el mercado fuera un cruce entre la curva de oferta y la de demanda, él sabía que esta reducción omitía el papel de las instituciones y hacía a un lado temas importantes como la justicia, la felicidad o la distribución de la riqueza.
Las advertencias de Walras desaparecieron de la mente de los economistas y desde 1972 se posicionó una nueva visión que se llamó el Nuevo Consenso Macroeconómico (NCM) que inventó un agente representativo y condujo ingenuamente a los economistas a suponer que aquello válido en el comportamiento individual es extrapolable la sociedad. Los economistas entonces empezaron a desconocer aspectos tan evidentes cómo el de la dificultad que existe para obtener consensos a partir de diferentes posturas individuales y cerraron la puerta a la importancia que tiene la acción colectiva frente a fallas del mercado o del Estado.
El modelo de equilibrio general dinámico estocástico (DSGE) hace parte de la sofisticación que aceptan ampliamente los Bancos Centrales y los Ministerios de Finanzas Públicas. Para la mayoría de economistas es suficiente reducir todo a un agente representativo y suponer que este es el dueño de una sola empresa y que a su vez es su único empleado. Que la empresa produce una sola mercancía y que el agente representativo es su único consumidor. De suerte que la economía y la sociedad en su conjunto la entienden como las decisiones que maximizan la utilidad de este trabajador y consumidor que es el agente representativo simultáneamente. Pero el absurdo no se detiene aquí. Este agente representativo además tiene un conocimiento perfecto del mecanismo económico y de las distribuciones de probabilidad de todas las variables macroeconómicas, de tal forma que sus expectativas (racionales) son acertadas y no existen obstáculos para llegar al equilibrio económico.
Increíblemente esta visión se impuso al sentido común, al punto que economistas como Prescott llegaron a afirmar que el alto desempleo de la Gran Depresión era el resultado de una decisión racional de los trabajadores porque descubrieron que más horas de ocio les generaba mayor utilidad. “El problema –afirmó Romer, un economista decepcionado del NCM– no es tanto que la macroeconomía hable de cosas que no tienen relación con la realidad, el problema verdadero es que haya economistas que no les importe que existen un grupo amplio de economistas a los que no les importa la realidad.”
De este estrecho planteamiento se han posicionado algunas conclusiones que son equivocadas y que es necesario corregir:
Los mercados NO son perfectos
Ningún mercado es libre, todos necesitan de reglas e instituciones para su adecuado funcionamiento, sin embargo, aquellos economistas no aceptan ninguna imperfección del mercado porque esta es contraria a la idea del equilibrio, para ellos la Ley de Say es incuestionable y los mercados se ajustan solos y no requieren de instrumentos de estabilización. Solo en casos extremos y en el corto plazo puede recurrirse a la política monetaria (siempre y cuando no la anticipe el mercado) como principal instrumento de estabilización de las variables reales.
Keynes, un economista por fuera de la escuela dominante y cuyas recomendaciones ayudaron al mundo a salir de la depresión de los años treinta, rechazó esta idea y afirmó que las crisis ocurren por restricciones en el consumo que conducen a ajustes en las expectativas de producción y, por tanto, a una menor demanda de recursos de inversión y de trabajo. Estos desequilibrios o imperfecciones son el principal atributo del capitalismo y, por esto, para él es importante la intervención gubernamental.
El mundo no es predecible
Para la mayoría de economistas, el futuro puede predecirse con base en el pasado. Paul Davidson, un sucesor de las ideas de Keynes, afirmó que esto solo tiene sentido si se cumple la hipótesis de ergodicidad, es decir, si las distribuciones de probabilidad de los eventos económicos son invariantes en el tiempo. No obstante, se evidencia en la realidad que los efectos de un choque transitorio pueden persistir en el tiempo (histéresis) y en consecuencia no es posible alcanzar el equilibrio ni hacer algún pronóstico veraz. Debido a que no es posible conocer del futuro, las decisiones de las personas obedecen más a la euforia o al miedo que a los cálculos racionales.
Pese al desarrollo matemático de la teoría de la probabilidad, esta no ha dejado de ser entendida como una opinión, como un juicio de valor de acuerdo con nuestros hábitos o costumbres. Aunque la probabilidad de un evento sea reducida este puede suceder, fue el caso de la crisis financiera del 2008. “Las probabilidades –acierta Shackle– son un reconocimiento de que no se tiene conocimiento y estamos en libertad de usar la imaginación y hacer conjeturas (…) que descansan en testimonios escurridizos, fragmentarios y confusos, cuya interpretación y sugerencia puede cambiar de un momento para otro sin causa visible”
El dinero no es neutral
Los modelos matemáticos de los economistas no tienen en cuenta el dinero ni la presencia de los intermediarios financieros y por tanto tampoco el crédito. Ellos simplemente asumen la hipótesis de la neutralidad del dinero, es decir que los cambios en las variables monetarias dejan inalteradas las variables reales como el empleo o la producción. La crisis financiera demostró que hay actores que llegan a asumir riesgos excesivos que desestabilizan la economía y cuyo responsable son justamente las variables monetarias administran los banqueros centrales.
El 2008 se manifestó con un alto desempleo y un fuerte descenso del producto, la respuesta de las autoridades monetarias fue usar el mismo mecanismo que originó el problema: bajar más la tasa de interés. Pero cuando este instrumento llegó a su límite, a niveles cercanos a cero, se implementó el mecanismo de expansión cuantitativa (QE) de la oferta monetaria con el fin disminuir también las tasas de interés de más largo plazo. Joseph Stiglitz sostiene que esta estrategia fue la responsable de que la recuperación hubiese sido demasiado lenta, para él unas medidas de política fiscal hubieran sido más oportunas. En diciembre de 2017 EEUU finalmente se aplicó un aumento del déficit del 3% al 6% del PIB y este se tradujo de manera rápida en un crecimiento económico del 4% y en una disminución del desempleo a niveles de 3.7%.
El trabajo es no es una mercancía
En los modelos matemáticos de los economistas siempre se está en pleno empleo, por “facilidad” se pasa por alto que el mercado laboral tiene unas rigideces que no se superan con la equivocada idea de flexibilizar el salario. El nivel empleo responde mucho más a la demanda agregada que al salario. Stiglitz enuncia otros factores que las autoridades económicas deben tener en cuenta para entender el mercado de trabajo, como los cambios demográficos, las mejoras en la productividad, la globalización de la contratación laboral, y la desmotivación y subempleo que genera un desempleo persistente.
El crecimiento económico no erradica la pobreza
Para los economistas convencionales debe procurarse una desregulación total de los mercados para que la competitividad aumente el crecimiento económico y un mayor ingreso llegue hasta los más pobres. Esta idea conocida como efecto derrame no puede ser más simplista y falsa. La desigualdad, además de ser éticamente inaceptable, es una traba al crecimiento económico. Entre más profunda es la desigualdad más bajo es el crecimiento. Si el ingreso se concentra en unos pocos esto constituye un freno al efecto multiplicador porque la demanda efectiva se restringe.
Alesina y Rodrik mostraron que las economías que parten de condiciones distributivas muy desiguales en ingreso y riqueza tienen bajas tasas de crecimiento económico en el largo plazo. Para una muestra de 70 países con condiciones similares en 1960 concluyeron que por un incremento de 0.16 en el coeficiente Gini de distribución de la tierra se produce una reducción en el crecimiento de 0.8 puntos porcentuales por año. Lo anterior contradice el efecto derrame y llama la atención para que los votantes demanden unas medidas tributarias y un gasto publico redistributivo.
Los recursos no son infinitos
Se ha vendido la falsa idea de que la acumulación material redunda en felicidad y esta ha hecho que se deprede los recursos naturales que permiten la vida. Lo importante no es la acumulación sino la satisfacción que las personas obtengan de realizar su proyecto de vida logrando mayor cohesión social y participación ciudadana y política. “La prosperidad consiste en nuestra capacidad de desarrollarnos como seres humanos dentro de los límites de un planeta finito” afirma el economista ambiental Tim Jackson, cuya propuesta implica incrementar el consumo de riqueza inmaterial (lectura, escritura, deporte, música, danza, meditación, arte, oficio, cuidado de los otros, etc.) y así reducir las actividades productivas que son generadoras de carbono.
Las decisiones económicas SON una expresión del poder político
Para el economista convencional, el uso de la matemática libera a las decisiones económicas de los juicios de valores y las hacen neutrales de los intereses políticos. Nada más falso. “El problema –escribe Shackle– es que el mundo no es económico. Es político-económico, es económico-lucha de poder, económico-descontento social, es económico sujeto únicamente a insaciables codicias, rivalidades y enemistades implacables (…) Los asuntos económicos no están encerrados en sí mismos o aislados, no pueden tener una explicación autosuficiente.”
Galbraith, por ejemplo, afirma que la adopción de la política monetaria se debe al interés de los poderosos por mantener estable el valor de sus activos financieros más que por generar empleo e ingresos a quienes dependen de su fuerza de trabajo. Esto fue evidente con los multimillonarios rescates financieros que hizo la Reserva Federal en la crisis financiera de 2008. Usualmente la preocupación de los gobiernos no es el bienestar general sino unos intereses concretos por reelegirse y favorecerse a sí mismos y a los grupos económicos que los financian.
La economía no es una ciencia. No está libre de interés particulares por parte de aquellos que toman las decisiones económicas. Se nos ha hecho creer que la desregulación del mercado, incluyendo el laboral, se traduce en bienestar social y se ha presentado su justificación como lo más normal y sensato cuando no lo es. Este entramado de la teoría económica no tiene bases sólidas, aquellos educados en las universidades más importantes del primer mundo han tomado como serio un relato que solo beneficia a unas élites que están concentrando riqueza a tasas endemoniadas dejando a su paso exclusión y deterioro ambiental. ¡Es importante entenderlo y actuar!