Un inmenso alivio sentimos los colombianos cuando el presidente Gustavo Petro decidió sacar de su cargo a la polémica ministra de salud Carolina Corcho, impulsora de la reforma a que esta semana fue aprobada en la Cámara de Representantes. (!!!)
Lo que ignorábamos en ese momento es que íbamos a pasar de Guatemala a Guatepeor, pues el reemplazo de la señora Corcho ha resultado un fiasco peor que ella. Con el agravante de que la Corcho era una mujer joven con poca experiencia en el sector público, lo que en cierta medida explicaba sus salidas fuera de tono, mientras que su sustituto, Guillermo Alfonso Jaramillo es un hombre de 74 años con una vasta trayectoria en política. Jaramillo se ha desempeñado como congresista, secretario de salud de Bogotá y alcalde de Ibagué, entre otras funciones públicas.
Precisamente como alcalde de Ibagué se vio envuelto en un escándalo de orden judicial por cuenta de un cuestionado convenio que suscribió para organizar el alumbrado navideño de la ciudad, en el 2016. (Como cualquier Jorge Iván Ospina). En el 2018 La Fiscalía imputó cargos a Jaramillo por el presunto delito de celebración de contratos sin el cumplimiento de requisitos legales, por la firma de un convenio por casi $2.000 millones con la Corporación Festival Folclórico Colombiano. Según la Fiscalía, la Alcaldía contrató a esa corporación, que no tenía ninguna experiencia en el tema, con el fin de eludir las normas de contratación. Mejor dicho, un contrato muy folclórico.
En su momento La fiscal 38, Elizabeth Torres, pidió que se condenara a Jaramillo al considerar que el exalcalde había violado la ley de contratación estatal dando un presunto mal manejo de los recursos públicos, lo que, en opinión de la jurista era injustificable, si se tenía que Jaramillo tenía una trayectoria política y administrativa de más de 40 años, más que suficiente para saber que el convenio trasgredía la normatividad. Jaramillo fue absuelto en primera instancia, pero el proceso está vivo porque la Fiscalía apeló el fallo ante el Tribunal Superior de Ibagué.
Más allá de sus pecados pasados, la tarea que Jaramillo ha cumplido como ministro de Salud, aparte de su pobre gestión, se ha visto manchada por dos pronunciamientos desconcertantes. El primero estuvo dirigido a cuestionar el programa de vacunación contra el covid que se adelantó durante la pandemia. “Todos los colombianos que están vacunados [contra covid-19] sirvieron para el más grande experimento que se haya hecho en toda la historia de la humanidad. No podemos seguir experimentando con la comunidad colombiana”. Esta fue la insólita aseveración que hizo el ministro Jaramillo durante un debate sobre el abastecimiento de medicamentos en la Comisión Primera del Senado.
Venir a estas horas a cuestionar la efectividad de las vacunas contra el covid es, por decir lo menos, un absurdo. Y más aún cuando esos cuestionamientos se basan en mentiras como que las vacunas fueron experimentales. Todos los biológicos que se inocularon en el mundo fueron aprobados por la OMS, aunque por un procedimiento exprés, dada la magnitud de los estragos causados por el coronavirus. Y la mejor prueba de la efectividad de las vacunas es que al año de comenzar aplicarlas, el virus estaba controlado.
Aún estaban frescas las desatinadas palabras de Jaramillo cuando le dio por arremeter contra el papel que cumplieron las Unidades de Cuidados Intensivos durante la misma pandemia. “Triplicaron las camas de cuidados intensivos porque era un negocio, porque así no estuviera la cama llena les pagaban. Ningún país del mundo tuvo que ampliar las UCI como las ampliamos aquí. Pusimos unidades de cuidados intensivos en sitios donde nunca me hubiera dejado intubar”, aseveró el funcionario.
Esta afirmación causó aún mayor indignación. Y es que los colombianos fuimos testigos del papel heroico que cumplieron los médicos infectólogos e intensivistas durante la emergencia por el covid. Yo personalmente conocí varios casos de médicos que trabajaban en UCI y que durante tres y más meses no pudieron ver a su familia por temor a contagiarla. Y que trabajan hasta 20 horas diarias en su esfuerzo por salvar vidas.
Ciertamente y gracias a Dios, el número de UCI creció en el país y aun así fueron insuficientes durante los picos de la pandemia. En ciudades como Cali la ocupación de las UCI sobrepasó el 95% y la gente tenía que hacer cola para que lo atendieran. Que alguien se atreva a descalificar la tarea que cumplieron las clínicas y los médicos durante la pandemia es un agravio imperdonable. Pero si ese alguien es el ministro de Salud, la descalificación entra en la categoría de la bellaquería.
El propósito del Ministro al hacer estas afirmaciones es justificar la ofensiva del gobierno para acabar las EPS, a través de la reforma a la salud o marchitándolas financieramente.
Que alguien se atreva a descalificar la tarea de las clínicas y los médicos durante la pandemia es un agravio imperdonable. Pero si ese alguien es el ministro de Salud, la descalificación entra en la categoría de la bellaquería
Pero lo que está logrando es el efecto contrario: que la gente valore lo que hicieron esas entidades durante esa emergencia sanitaria. Porque miles de colombianos tuvieron que ser atendidos en UCI y no tuvieron que salir a vender sus casas gracias a que las EPS asumieron el costo de sus tratamientos.
Es lamentable que Jaramillo asuma el rol de activista y olvide que una de las principales tareas de un ministro de Salud es generar tranquilidad y confianza hacia ese servicio vital para los ciudadanos. Todo indica que su larga trayectoria pública no le ha servido ni para aprender a respetar las normas de contratación ni para medir las consecuencias de sus afirmaciones.