Por estos días el novel gobernador de Nariño Camilo Romero convocó a los medios de comunicación locales, especialmente de radio, para soltar un discurso matizado de denuestos contra el Auditor General de la Nación y la revista Semana, por haber publicado una nota donde se le acusaba de estar devolviendo con contratos los aportes en dinero que había encajado durante su campaña cuya fuente era un informe de aquel. Pero también se despachó contra una invisible oposición que viene multiplicando estos enfoques negativos y que no lo deja gobernar tranquilo.
La revista rectificó gaseosamente, pero, obviamente, no en proporción al espacio utilizado en la denuncia, lo que además es usual en los medios en perjuicio de la víctima de una publicación temeraria o calumniosa y, lo que es peor, que nadie mira.
Pero por la susceptibilidad que se vive en el país a raíz de los interminables escándalos de corrupción, quedó gravitando en el ambiente que el gobierno de los tres principios agitados en campaña: innovación social, economía colaborativa y gobierno abierto, son apenas una retórica oficial.
Un ministro del Presidente Santos vino a Nariño a comer cuyes y visitar Las Lajas, y dijo al final del postre que lo que había aquí era revolucionario, refiriéndose al tema del gobierno abierto.
Para comprobar si la defensa que hacía vehementemente el gobernador de su gestión y lo dicho por el ministro tenía consistencia, decidimos ingresar al portal que la gobernación tiene en la Internet, especialmente a las declaraciones juradas de los funcionarios de libre nombramiento y remoción o empleados de primer nivel. Los resultados fueron desilusionantes (especialmente si la formación del gobernador es la de ser comunicador social) pues precisamente la información de los 47 empleados cuando se trata de visualizar, desde el link cada uno los documentos esenciales del gobierno abierto, el sistema falla o aparece incompleto. Supuse que podría ser mi desueto equipo de cómputo, pero igual ocurrió en otros. Con similar resultado negativo traté de encontrar una explicación contable a la venta fast track del aguardiente de Nariño a un supuesto amigo del gobernante por 20 mil millones de pesos; o unos contratos para parientes a través de USAID o PNUD; o los negocios con el periódico de don Hernando Suárez o el extraño apoyo al anulado gobierno actual de Tumaco causante del estado de postración que se mantiene en la gente del puerto o la agresión contra la alcaldesa de Policarpa, entre otras inquietudes.
Pero esto es secundario si transitamos por el laberinto en que se encuentra actualmente el gobernante, pues casi la totalidad de esos empleados han sido impuestos por los caciques que le apoyaron durante la campaña, confirmando lo que es habitual en la política colombiana que la asemeja con una práctica pantanosa y sucia donde para ser exitoso hay que venderle el alma al diablo e hipotecar la independencia de rodearse de los mejores que se supone debe tener un gobernante, para aceptar esas imposiciones que a veces se hacen a madrazo limpio.
La política es el arte de la jardinería aplicada a las cosas públicas decían los árabes del desierto, que no soñaban con grandes ciudades sino con jardines. Lo que hay ahora es una constante decepción que supuestamente debemos aceptar sin remedio aparente, pues en caso contrario el profesional de la familia se queda sin puesto.
La ilusión de cambio en Nariño como en el país, está herida de muerte…!
