El fútbol que es un deporte que se juega con los pies y gana el que mejor sepa patear, ahora ha quedado demostrado que también se administra a las patadas. Los intereses deportivos fueron completamente subordinados a los económicos, especialmente si se trata de la economía de los dirigentes, una parranda de gordiflones que al parecer nunca han tocado un balón pero se lucran desvergonzadamente de la pelota.
El escándalo que se armó con la detención de siete altos directivos de dos confederaciones miembros de la Fifa fue de tamaño mayúsculo y las apuestas ya no son sobre si hay o no corrupción, lo que quedó claramente demostrado, sino qué tan alto llegarán las acusaciones y si se tocará al supremo pontífice del fútbol, Joseph Blatter.
Como en el boxeo, que siempre ha estado rodeado de un aura de corrupción y mafia, en el fútbol hace años se venía rumorando que las cosas no eran transparentes, pero el poder de las diversas confederaciones era tan grande que pocos se atrevían a tomar medidas. Sin embargo, de repente la nueva fiscal general de los Estados Unidos destapó las cartas y acompañada de su staff mayor y del FBI dio a conocer los detalles de una red de corrupción que involucró especialmente a directivos Norte, Centro y Suramérica.
Lo que nos contó la señora Lynch es que se trafica con todo tipo de cosas; desde las sedes seleccionadas para realizar los mundiales, hasta las transmisiones de televisión. Pero todavía no dice nada de cosas que huelen tan mal como las anteriores: la organización de los grupos que se enfrentan en los campeonatos, los pases de los jugadores, las roscas de los entrenadores que ponen o quitan fichas en los equipos de acuerdo con intereses económicos, etc. Son temas que se rumoran pero sobre los que nadie ha hecho un trabajo serio de investigación.
Por supuesto que estos detallitos frente a los grandes negociados que denunció la fiscal norteamericana son penauts como dice por allá, o bicocas como decimos aquí. La gran corrupción es la de los dirigentes, por supuesto, pero si la cabeza se corrompe todo lo demás debe estar contagiado.
Recuerdo ahora lo que pasó en el Mundial de Brasil: “Fue gol de Yepes”, dijimos en Colombia después que le anularon una anotación a nuestro equipo para que no fuera eliminado Brasil, el gran favorito que terminó siendo el gran fiasco de la Copa Mundo. ¿Acaso eso no estuvo “arreglado”? Mucho me temo que sí, pues acaba de saberse que en el escándalo de la Fifa uno de los corruptines es precisamente el presidente de la Confederación Brasileña.
El fútbol es sin duda el deporte más popular del mundo. Ningún otro tiene tantos seguidores en tantos países, ninguno tiene un evento tan apoteósico como la Copa Mundo, ninguno despierta las pasiones, ni el entusiasmo entre sus seguidores. Y aprovechándose de esto los dirigentes se llenan los bolsillos en un comercio descarado de favores con gobiernos, mafias y empresas privadas.
La corrupción definitivamente es la que va ganando la partida, una corrupción supranacional, que nos recuerda los peores momentos de nuestro fútbol, cuando cada equipo del campeonato colombiano tenía un narco detrás, los partidos se arreglaban en las fiestas mafiosas y los jugadores tenían, casi todos, un patrón que ejercía sobre ellos el papel de señor y dueño.
Solo hay una pieza en este ajedrez corrupto que todavía no ha quedado clara. Si los corruptines son de múltiples países, si los negocios se han hecho con Katar o Rusia, ¿por qué es la fiscal norteamericana la que los enjuicia? Y no es que merezcan piedad o conmiseración, pero si delinquieron en Brasil, Argentina o Nicaragua, ¿por qué tienen que ser extraditados a Estados Unidos? Ese pedacito de la historia, todavía nos falta, ¿no les parece?
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