Si después de la nueva acción criminal cometida por soldados del Ejército en Puerto Leguízamo (Putumayo) la ciudadanía no reacciona para impedir que el uribismo continúe como partido de Gobierno, esta vez en cabeza de Federico Gutiérrez, tendremos que concluir que la insania y la indolencia, el instinto criminal, nos gobierna mayoritariamente como país y como sociedad.
Que somos nuestros propios verdugos, la más clara muestra, no de una nación civilizada, sino de una recua de bárbaros, idólatras de la guerra y la violencia; conciliadores con la muerte y enemigos de nuestra propia humanidad.
El prototipo por excelencia de la enajenación, tal vez de la hipocresía y de la negación del yo, del otro y del nosotros; en fin, del que a fuerza de no sé qué circunstancias no hemos podido o nos hemos negado a ser.
También somos lo que hemos elegido, lo que hemos permitido; de todo somos parte por obra, por ocio o por inacción; no solo son los otros los impíos.
Recordemos lo que nos enseñó el poeta Gonzalo Arango: “No seas canalla eligiendo para tu patria a los canallas; no te entierres eligiendo para ti un mundo donde sobrevivir significa renunciar a vivir; no olvides que la vida es un milagro, que tu vida es lo único nuevo bajo el sol y que sólo eres inmortal en la medida en que estás vivo. Cada acto tuyo te hace responsable de la tierra y el cielo. En cierto sentido eres un dios, pues tu libertad es soberana y te da derecho a elegir la tierra a imagen y semejanza del más divino de tus sueños”.
*Economista-Magister en estudios políticos