Las oportunidades de La Guajira

Las oportunidades de La Guajira

Propuestas para superar la crisis en este departamento.

Por:
septiembre 15, 2014
Las oportunidades de La Guajira
radiomundial.com.ve

Los invito a repensar La Guajira

En el Departamento de La Guajira la proporción de población que reside en las cabeceras municipales y en el resto es en la actualidad de 55% y 45%, respectivamente, mientras que para el total del país dicha proporción es de 75% y 24% .

Sin embargo, la percepción que tiene el Departamento es que en la realidad la población rural del Departamento puede ser superior a la Urbana, contrario a lo que proyecta el DANE.

Contrario a lo que ha ocurrido en el país en donde la proporción de la población en las cabeceras ha tendido a aumentar en forma sostenida durante el tiempo, en el Departamento de La Guajira la distribución poblacional cabecera – resto se ha mantenido prácticamente constante en términos relativos a lo largo del tiempo, con una participación cercana al 55%-45% desde 1985 y con una variación muy leve hacia el área urbana de apenas 0.09% (proyectada hasta el 2020).

El Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011 “Colombia rural, razones para la esperanza”, toma en cuenta otros criterios para definir la ruralidad y encuentra que Colombia es mucho más rural de lo que se asume según la definición cabecera-resto. También encuentra que las zonas rurales presentan mayores rezagos respecto al cumplimiento de los ODM. Bajo esta clasificación, la ruralidad de La Guajira estaría en 47.65%.

El Departamento Administrativo de Planeación de La Guajira ha podido establecer que la población rural es más alta de la esperada, lo que podría generar en el Censo de Población y Vivienda de 2015 que el porcentaje urbano - rural se invierta y el Departamento termine con una población mayoritariamente rural.

En un ejercicio realizado por fotointerpretación satelital se logró identificar en el Municipio de Uribía más de 20.000 puntos poblados rurales, en Maicao, cerca de 4.986 puntos poblados rurales, en Riohacha 5.706 puntos poblados rurales, en Dibulla 3.417 puntos poblados rurales, en Manaure 6.457 puntos poblados rurales, aclarándose que un punto poblado puede contener desde 1 hasta 300 viviendas.

En los Wayuú, tambien conocidos como guajiro, wayu, uáira, waiu, su distribución demográfica en la península de La Guajira Colombiana depende de los cambios estacionales. Durante la estación seca muchos guajiros migran en búsqueda de trabajo en los centros poblados, y retornan a sus lugares de origen cuando llegan las lluvias.

La lengua Guajira pertenece a la familia lingüística Arawak. Hay algunas diferencias dialectales entre los Guajiros que habitan en la Alta Guajira y los que viven en la parte central o en la Baja Guajira. Sin embargo, estas diferencias son mínimas, y los Guajiros de cualquier parte de la península se pueden comunicar sin problema. Un buen número de Guajiros entiende el español y lo habla con naturalidad (son bilingues), pero la lengua representa para ellos un importante factor de identidad étnica y cultural.

La sociedad Wayuú está dividida en clanes matrilineales no exogámicos. Los Guajiros se identifican como miembros de agrupaciones de parientes uterinos asociados a un determinado territorio, y su sistema de parentesco, y no la descendencia matrilineal, constituye el modo principal de ordenamiento de su vida social.

Los Wayuú no se distribuyen de manera uniforme en su territorio tradicional sino en forma dispersa con distancias entre viviendas de varios kilómetros, motivada en parte por la escasez de recursos naturales para el pastoreo, y en otras por sus mismos usos y costumbres.

El Wayuú es binacional, para el no existen fronteras, estas son cosas de los arijunas, sin embargo, tiene que enfrentar las barreras reales que establecen tanto el gobierno colombiano como venezolano que a menudo olvidan que la región es una sola, que a lado y lado de la frontera conviven familias unidas sanguíneamente, donde muchas han optado por obtener la doble ciudadanía para poder enfrentar las abarreras institucionales que se le han impuesto a un pueblo milenario que considera toda la península de La Guajira como su hogar ancestral. En cierta forma, la frontera colombo venezolana es el muro de Berlín guajiro.

Desde periodos prehispánicos, los “guajiros” establecieron lazos comerciales y culturales con la sociedad mayoritaria, tal como lo hacen en la actualidad. En el siglo XX se han visto afectados por la explotación petrolera del lago de Maracaibo y por la apertura de la mina de carbón El Cerrejón y de su puerto en la Alta Guajira, a mediados de los años ochenta.

La organización social Wayuú se sustenta en clanes definidos por línea materna, dispersa y no corporativa. Los miembros de un clan comparten una misma condición social y un ancestro común. Existen veintidós clanes entre los que se destacan los Epieyú, Uriana o Uliana, Ipuana o Lipuana, Pushaina, Epinayu, Jusayu, Arpushana, Jarariyu, Wouriyu, Urariyu, Sapuana, Jinnu, Sijona, Pausayu, Uchayaru, Uriyu, Warpushana, Worworiyu, Pipishana y Toctouyu. El mayor porcentaje de población se encuentra en los clanes Epieyu con el 20,8%, Uriana con el 17,1%, y el Ipuana con el 16,2%, sin embargo, estas cifras deben ser profundamente revisadas.

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En cada asentamiento hay un hombre mayor que ejerce la autoridad, administra los bienes colectivos al que denominan Autoridad Tradicional, y dirige las labores cotidianas. Así mismo, a nivel del linaje, existe un hombre que lo representa y dirige, sin embargo se debe resaltar el creciente crecimiento del liderazgo de las mujeres entre estas comunidades. En el ordenamiento jurídico de los Wayuú, cuando se produce un agravio contra una persona es la familia a quien se ofende. Cuando esto ocurre, los afectados recurren al “palabrero” -pütchipü-, mediador y conocedor de las leyes internas, para que intente buscar un acuerdo equitativo entre las partes.

Las lluvias escasas y los pozos subterráneos son el determinante ecológico que condiciona su subsistencia y poblamiento. Se dedican principalmente a la cría de ganado caprino, el cual vincula el mayor número de personas al pastoreo. Además realizan actividades de pesca en toda la zona costera que aún se hace en forma artesanal, pero que ya comienzan a generar asociaciones y a tecnificarse y producen artesanías. La huerta familiar es de una hectárea aproximadamente y es propiedad de un varón, quien asigna partes del terreno a cada hijo para los cultivos de maíz, fríjol, yuca, ahuyama, pepino, melón y patilla. El trabajo asalariado y el contrabando hacen parte importante de sus actividades económicas.

En la Serranía de la Macuira, Uribia la actividad agrícola está muy desarrollada.

Otra fuente de subsistencia ha sido la explotación de la sal en Manaure. Esta ha sido realizada por los Wayuú desde antes de la llegada de los españoles.

REPENSAR LA GUAJIRA

El Antropólogo wayuú Wilder Guerra Curvelo escribió lo siguiente sobre La Guajira: La Guajira no es sólo un límite norteño colombiano en donde se incorporan mojones y puestos militares. Es una frontera que se concreta en la existencia de espacios culturales, sociales y económicamente dinámicos, una subregión que va más allá de las cuestiones de soberanía. También es espacio de integración, donde confluyen sociedades distintas que no se crean, ni permanecen iguales a los ideales del centro, ya que las fronteras son espacios de vida y zonas liminales. En esa frontera por la vivencia de cinco siglos de historia, se creó una forma de vida particular sobre la sociedad reconocida como “criolla”, y que corresponde a la cultura fronteriza guajira.

La Guajira se halla inmersa en una serie de paradojas y ambigüedades. Es considerada como un departamento joven y a la vez la más antigua gobernación en la América continental; jurídicamente es una entidad territorial formal pero a la vez es vista como un territorio por conquistar e incorporar a la modernidad; ante el centro del país surge como el revés de la nación; es considerada un rincón de Colombia, pero sus habitantes la perciben como una esquina Caribe en el mundo; por las grandes inversiones que recibe, parece moderna como sus proyectos mineros y energéticos, e igualmente milenaria como sus pueblos originarios; es un paraíso que guarda cuantiosos recursos naturales pero su población es de las más pobres de Colombia; en lo continental es una emersión desértica con vegetación xerofítica mientras que en su mar se encuentran extensas praderas y otros ricos ecosistemas haliéuticos; es tierra que ha recibido significativos recursos de regalías, pero la necesidades básicas de la población no se han cubierto; es una entidad territorial cuyos gobiernos han agenciado múltiples planes de desarrollo, pero a través de ellos no ha sido posible construir y legitimar una visión societaria común.”

Para la nación, La Guajira ha sido un departamento calificado como “problema”. El Antropólogo Weildler Guerra Curvelo, comenta que a lo largo de la historia la soberanía ejercida por la corona y la república fue más bien de carácter nominal y, pese a los esfuerzos por incorporar a sus habitantes a un imaginado ideal de nación, lo cierto es que aún hoy el proceso de colombianización puede considerarse inconcluso.

De la Pedraja (1980) ha señalado cómo a finales del siglo XIX dos regiones de Colombia: Panamá y La Guajira, presentaban tensiones frente al gobierno Central. En tanto que la primera optó por la separación, la segunda optó por la clandestinidad de sus relaciones comerciales con el Caribe, percibido éste como un espacio de limites flotantes entre islas y continentes, entre estados independientes y sociedades incluidas (Losonczy, 2002).

Comunidades de pescadores marinos, comerciantes de perlas, corsarios, militares, colonos, misioneros, contrabandistas y grandes empresas mineras han girado en torno a La Guajira, una región considerada frecuentemente como finisterrae. Densas representaciones de la península, se desprenden de las narraciones y del simbolismo de los relatos que se tejieron alrededor de los distintos proyectos de conquista y poblamiento bosquejados desde el siglo XVI hasta hoy.

En Colombia diversos investigadores como Margarita Serje, hablan de un cierto tipo de geografías políticas que no pueden considerarse geografías físicas, ni como regiones naturales sino como espacios de proyección y de mitificación. Como lo evidencia la representación dominante sobre la tierra guajira, dichos espacios pueden corresponder a “territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie” habitados por seres romantizados por la literatura, “salvajes que se encuentran al margen de la historia y quedan ubicados, todavía, por fuera del dominio de lo nacional”. Son especies de “contra lugares”, la pesadilla del centro de la nación que se ha impuesto la persistente e infructuosa tarea de incorporarlos prontamente a una concepción unidimensional de modernidad.

Estos lugares, se ajustan a lo que Foucault (1984) ha denominado heterotopias como una forma de contraste con el concepto de utopía. En tanto que las utopías no son espacios reales, las heterotopias si lo son, y constituyen un espacio mítico y real al mismo tiempo. Serje los define como “lugares que seducen y disparan la imaginación por el hecho de que la densidad de su representación los muestran como una inversión del orden social del que hacen parte”

Para el lingüista Francisco Justo Pérez, en La Guajira se perpetúa lo que él llama “síndrome de vacío”. Ha sido un provincia que históricamente la nación ha desconocido su tradición, su importancia geopolítica y sus nexos con el Caribe, que en algún momento ha tratado de “esconderlo en los rincones” para invalidarla desde el modelo económico e intereses nacionales.

Lo único cierto es que Colombia no conoce a La Guajira, la evalúa según los parámetros nacionales, la mide según sus propios valores y no entiende que el Departamento, sus subregiones y sus gentes, con una población pliuriétnica, donde además conviven los afrodecendientes, los blancos, los criollos y colonias árabes, y todas las formas de mestizajes posibles, es una región diferente, es una región caribeña y no andina, binacional, y pluricultural.

Es una región que no se comporta según los estándares, la población no se aglutina alrededor de centros urbanos sino que se dispersa masivamente, que convive en una región difícil, seca en extremo modo, que lucha el día a día, y se esfuerza por sobrevivir aprovechando los escasos recursos de que dispone.

Es una región que se sabe colombiana por estar dentro de los límites de un territorio, pero a que a menudo se siente abandonada y rechazada por el país.

LA PROBLEMÁTICA A RESPONDER

Lo primero que se requiere realizar como Estado es entender la complejidad del territorio de la Guajira, la situación social y de vulnerabilidad de la población de la media y alta guajira, entender que la cantidad y alta dispersión de la población, aceptar según las evidencias que no son pocos indígenas sino muchos, y que la inmensa mayoría de esta población rural se encuentra catalogada en la línea de pobreza extrema e indigencia la cual la convierte en población en alta situación de riesgo social.

Son múltiples los problemas que aquejan a la población indígena de la media y alta guajira, donde se debe repensar la forma de intervenirlos, hacerlo con enfoque diferencial y consultivo, y en general de forma creativa, diferencial e innovadora de tal forma que con una acción se pueda solucionar múltiples problemas a la vez.

Acusar todos los males de La Guajira a la corrupción es temerario, si bien es cierto que el fenómeno se da, debemos recordar que es una enfermedad nacional, se da en todas las regiones, esta enclaustrada en el gobierno nacional, recordemos el carrusel de Bogotá, de miles de millones, el de la Dirección Nacional de Estupefacientes, los escándalos en los que se han visto involucrados muchos congresistas, el caso de Agro Ingreso Seguro, SaludCoop, en fin, la lista sería interminable.

No todos los recursos de La Guajira se han ido a la corrupción, grandes inversiones se han realizado, existen más de 2.900 jagüeyes, reservorios y represas construidos en la media y Alta Guajira por el Departamento y sus Municipios, muchos pozos profundos y artesianos, ha desarrollado proyectos productivos, programas de mejoramiento de vivienda, se han construido muchos mega colegios, se ha asistido a la población indígena humanitariamente, solo que el tamaño de la problemática supera la disponibilidad de recursos locales, problemática que se ha acrecentado con el fenómeno del cambio climático y por la alta dispersión de más de 500.000 habitantes en la zona rural.

Antes de entrar a analizar posibles soluciones, es fundamental reconocer algunas situaciones que aquejan al Departamento:

En 2013, el porcentaje de personas en situación de pobreza para el Departamento de La Guajira fue 55,8%, mientras que en 2012 fue 58,4%, presentó una disminución de 2,6 puntos porcentuales. Este valor equivale a 519.020 personas pobres según censo DANE

En 2013, el porcentaje de personas en situación de pobreza extrema para el Departamento de La Guajira fue 25,7%, mientras que en el 2012 fue de 27,7%, presentó una disminución de 2,0 puntos porcentuales. Este valor equivale a 239.047 personas según censo DANE, done la mayoría está en las zonas indígenas. En el 2011 la pobreza extrema era del 45% que se redujo profundamente gracias al cambio de metodología de medición que realizo el DANE. La realidad es que posiblemente la línea de pobreza sea muy superior a las estimadas por la nación.

Es importante resaltar que tanto la pobreza como la pobreza extrema en el Departamento se concentra en los municipios con alta población indígena, que en su mayoría son los municipios de la media y alta guajira (Dibulla, Riohacha, Manaure, Albania, Maicao, Manaure y Uribía), los cuales a su vez concentran el 78.6% del total de la población del Departamento y el 80.7% del total de la población rural de La Guajira.

En 2013, el índice de Gini registró un valor de 0,562, mientras que en 2012 fue de 0,556, es decir, aumentó en 0,006 puntos.

Según la encuesta ENSIN 2010 la prevalencia de desnutrición global o bajo peso para la edad en menores de 5 años en La Guajira está en el 11,20%, la prevalencia de desnutrición crónica o retraso en talla en menores de 5 años, se ubica en el 27,9% y el porcentaje de niños con bajo peso al nacer para el 2013 se ubicó en el 9,30%, pero en este indicador se reconoce la existencia de muchos subregistros entre la etnia wayuu. Mediciones de campo han encontrado que el 70% de los niños presentan desnutrición crónica.

La misma encuestas ENSIN 2010 señalo que la Inseguridad Alimentaria en La Guajira se ubica en el 59.1% y la desnutrición crónica de 0 – 5 años se ubica en el 29.7%

La tasa de mortalidad en menores de 5 años (por 1.000 nacidos vivos) en el 2013 se ubicó en el 22,9 y la tasa de mortalidad en menores de 1 año (por 1.000 nacidos vivos) se ubicó en el 18,7. La tasa de mortalidad infantil global se ubicó en el 31.0

La tasa de mortalidad en menores de 5 años por edad se ubicó en el 2012 en el 9,15, por IRA en el
21,62 y la tasa de mortalidad neonatal se ubicó en el 11,02

La razón de mortalidad materna en el 2013 se ubicó en el 212,38 siendo la meta nacional de máximo 45 muertes 100.000 nacidos vivos.

Estos municipios de la media y alta guajira concentran el 80.95% de los niños menores de un año, el 81,0% de los niños menores de cinco años y el 78,4% de las mujeres en edad fértil (15 a 49 años) del Departamento, es por lo tanto los municipios que más generan cifras de morbimortalidad infantil y materna de la región.

En educación la Tasa Deserción Escolar (los que abandona en ciclo educativo de la básica, secundaria y media) en Manaure se ubica 93%, Uribía 93%, Dibulla 73%, Maicao 69%, Riohacha 66% Albania 53% quedando el promedio del Departamento en el 78.0%. Para el Cesar se ubicó en el 61%, en Caquetá en el 88%, Choco 76%, Córdoba 55%, Guainía 91%, Huila 60%, Bogotá se ubica en el 20% y el promedio nacional en el 47% (fuente SIMAT: Matricula por grado).

En general, la tendencia es que mientras más población indígena rural dispersa tenga un municipio, las tasas de deserción escolar poblacional son más altas

Para encontrar las razones de tan alta deserción poblacional del sistema educativo, debemos analizar el comportamiento de la básica primaria que nos muestra la deserción entre grados.

Si se observa las matriculas en La Guajira grado a grado en la básica primaria, en el 2002 la tasa de perdida de estudiantes entre primero y segundo era del 45%, porcentaje que fue disminuyendo hasta el 2008 donde llego al 24%.

En 2009 y 2010 la cifra se invierte y se observa un mayor número de matrícula en segundo de primaria y en 2011 y 2013 las tasas de deserción quedan reducidas a un 2% y 3% respectivamente.

Las tasas de perdida de segundo a tercero en todo el periodo se mantiene entre un 9% y 13%, de tercero a cuarto entre un 12% al 17%, con excepción del 2009 y 2010 donde se disparan al 24% y 27%, y de cuarto a quinto entre el 7% y 17%.

Este cambio se explica en primer lugar porque durante este periodo (2002 – 2012) el Departamento incrementó la oferta educativa en la básica primaria en la zona rural, donde se pasó de 206 sedes rurales del año 2004 a 371 sedes rurales en el 2012 lo cual incremento la oferta educativa a ese 45% de la población rural, especialmente indígena que conforma el Departamento.

Sin embargo, el incremento se dio básicamente en los primeros grados de la básica primaria, es decir, en la mayoría de comunidades indígenas solo se atiende los grados de transición, primero, segundo, en algunos casos hasta tercero y en pocos casos se oferta grados superiores.

Esta situación hace que los niños especialmente indígenas de rancherías dispersas solo encuentren oferta cerca de sus viviendas hasta los primeros grados, encontrando la oferta para grados superiores a muchos kilómetros de distancia lo cual aunado a la pobreza, la alta dispersión poblacional, la falta de cobertura y altos costos del transporte escolar, la inexistencia de vías aptas (son trochas), el hambre y otros factores, contribuyen a tan alta tasa de deserción, y que explica de paso de porque la existencia de los mal llamados “Niños Fantasmas”, que no son sino niños que se matriculan e inician el ciclo pero que por la pobreza y el hambre, la falta de agua, su estado de salud y perfil epidemiológico y las grandes distancias que agobia a estas comunidades se ven forzados a ir dejando el ciclo educativo en el trascurso del calendario escolar.

Combatir esta situación es uno de los grandes retos del Departamento, los Municipios y la Nación, donde el primero paso que se debe realizar es reconocer la existencia de esta problemática.

Se aclara que los departamentos financian la educación con las transferencias que hace la nación de tal forma que para poder incrementar las coberturas educativas se depende 100% de la voluntad del Gobierno Nacional. Con los recursos de regalías estaba prohibido incrementar coberturas dado que la norma no permita asumir gastos repetitivos como lo son las nóminas de los docentes y/o la operación de los centros educativos.

La actual situación de los indígenas wayuu es un síntoma de las iniquidades históricas que afectan al departamento, las gigantescas brechas que se han venido zanjando históricamente, es producto de la pobreza y la pobreza extrema, cayendo muchos en la indigencia, estimulada a veces por el mismo gobierno nacional con la política de subsidios, donde la ciudadanía no requiere caridad sino medios para producir y generar riqueza, y en otros casos, a las barreras de la interculturalidad a la que le hemos asignado la culpa cuando ha sido una falla del no entender que cuando se trata de pueblos indígenas se debe abordar desde sus propios usos y costumbres y no desde los esquemas inflexibles que se aplica a la población criolla, de tal forma que las barreras mentales las tenemos nosotros y no los indígenas; es producto de la falta de presencia real y efectiva del Estado, llámese Nación, Departamento o Municipios, o sus entidades prestadoras de servicios públicos esenciales de Salud (EPS e IPS), es producto de la falta de servicios públicos, de la falta de agua potable y saneamiento básico, de la falta de carreteras, del deficiente sistema educativo, de problemas de seguridad y olvido, y sobre todo, de desconocer cuantos son y donde se localizan.

Finalmente otro tema que se debe atender con urgencia es el de vivienda indígena, las cuales para la mayoría raya en la precariedad, se localizan viviendas en su mayoría de bahareque, en muy mal estado, e incluso de palos y materiales de desecho, encontrándonos entonces con la necesidad como Estado Colombiano de mejoramiento de vivienda tradicional, usando para ello sus mismos materiales tradicionales pero bajo esquemas constructivos más seguros y duraderos.

LOS RETOS A ENFRENTAR

A. El acceso al agua

Frente a la difícil situación del agua, que genera otras patologías sociales como la pobreza y pobreza extrema, la inseguridad alimentaria, la morbimortalidad infantil, la deserción escolar, y la alta dependencia de ayudas del estado, se puede concluir que construir 1 pozo, 10 o 100 como prometió el Presidente de la Republica Juan Manuel Santos en nada alivia la difícil situación por la que atraviesan históricamente los indígenas, el agua se debe garantizar cerca de sus viviendas, de nada sirve construir un pozo profundo que queda a 10, 15, 20 o 30 kilómetros de la ranchería en la que viven.

Recordemos que la media y alta guajira tiene 41.420 puntos poblados rurales, donde muchos tienen una sola vivienda pero otros pueden tener desde 2 hasta 300 viviendas juntas. Para cubrir dicho territorio se requeriría aproximadamente 3.459 Pozos Profundos construidos a distancias de 2 kilómetros uno de otro, distancia máxima que debería recorrer un indígena para llevar agua a su vivienda

B. Seguridad alimentaria

Un segundo tema que se debe pensar es que construir un pozo no es la solución si no va acompañada de proyectos productivos (agrícolas y pecuarios) que permitan garantizar la seguridad alimentaria y reducir con ello las altas tasas de morbimortalidad infantil por desnutrición y otras patologías, mortalidad materna y mortalidad de otros grupos etarios que se da en esta población. Según la encuesta ENSIN 20110, el 50.9% de la población del Departamento está en situación de inseguridad alimentaria, donde la población indígena es la más aportante a este indicador (98%), y la desnutrición crónica se calculó en el 37%, siendo más acentuada en la población rural indígena (más del 70%).

C. Desarrollo económico

Un tercer tema que se debe resolver simultáneamente es crear sistemas que dinamicen la economía entre las comunidades indígenas, ellas requieren ingresar al sistema productivo del país, aportar al PIB regional y nacional, no pueden seguir siendo sujetos asistencialistas, deben ser capaces de promover su propio desarrollo y crecimiento socioeconómico. El sector agropecuario en el 2000 aportaba el 8.7% del PIB departamental y para el año 2012 se había reducido a apenas el 3.7%.

D. Mejoramiento de vivienda

Las comunidades indígenas construyen sus propias casas, el Departamento y los Municipios han adelantado algunos programas de vivienda pero estos no cubren mínimamente las necesidades de la población, se observa a menudo hacinamiento, además de que casi todas las viviendas no tienen acceso directo al agua ni a sistemas de disposición de excretas.

En cierta forma, La Guajira se convierte en un laboratorio para desarrollar casi desde cero todo un proyecto social y económico, un reto para demostrar si el país es capaz realmente de asumir su papel constitucional de velar por la seguridad y prosperidad de su población.

E. Combatir la desertificación

La Media y Alta Guajira presentan un proceso de desertificación acelerado, incrementado ahora por los efectos del cambio climático lo cual afecta a más de 500.000 habitantes rurales de Riohacha, Manaure, Albania, Maicao y Uribía.

F. Eliminación de la pobreza y la pobreza extrema

El Departamento presentas un 27.9% de pobreza extrema, pero este en el promedio departamental, donde la población indígena es la que más aporta a este indicador, siendo la pobreza en los indígenas rurales cercana al 93%.

Dado los errores censales del 2005, es muy probable que este indicador se incremente mucho más en términos reales.

Las altas tasas de morbimortalidad por desnutrición es un claro reflejo de la situación de marginalidad e inseguridad de este grupo poblacional.

G. Garantizar el acceso a la salud.

El mayor reto para el departamento, a parte del acceso al agua, y la seguridad alimentaria, la erradicación de la pobreza extrema es el acceso a la salud, pero el tema se vuelve extremadamente complejo dada la alta dispersión de la población. Un mecanismo es promover el reagrupamiento poblacional, el cual es posible si se oferta las condiciones necesarias para que la población pueda coexistir en medio de recursos escasos.

H. Garantizar la permanencia y el acceso a la educación

El desarrollo de una región está condicionado no solo por la disponibilidad de recursos físicos o naturales, sino también por la existencia de una sociedad preparada y cualificada para enfrentar los retos del desarrollo.

En La Guajira, la tasa de deserción poblacional del ciclo educativo de la básica, secundaria y media está en el orden del 78%, lo que indica que solo 20 niños de cada 100 logran culminar sus estudios y el restante se retira en algún momento del proceso.

Estas condiciones no solo es una vulneración de los derechos de los niños sino a toda la sociedad del departamento.

ESTRATEGIA

A través de la creación de zonas productoras de alimentos agrupadas u Oasis de Prosperidad, se estimulará el reagrupamiento poblacional, lo cual permitirá garantizar acceso al agua, la autosuficiencia alimentaria, generar excedentes para comercialización con lo cual se vincularían al aparato productivo y dejarían de depender del asistencialismo estatal, se erradicaría la pobreza y la pobreza extrema, permitiría garantizar el acceso y la atención en salud y educación a su población con énfasis en la niñez, la adolescencia y las mujeres gestantes y lactantes, combatir el cambio climático y controlar la erosión y desertificación, y se prepararía para afrontar los efectos del cambio climático.

El proceso consistiría en construir centro poblados diferenciales, no tipo ciudad sino como zonas con granjas cercanas unas de otras que giren alrededor de un centro de servicios como instituciones educativas y de salud y comercio de alimentos.

Las granjas serian alimentadas para sistema de riego por un Reservorio cuyo tamaño dependería de la cantidad de granjas creadas, las tasas de filtración y evaporación, el tipo de cultivos y los ciclos de lluvias de la zona.

En estos reservorios se podría trabajar simultanean proyectos piscícolas lo que mejoraría la carga proteínica en la alimentación de esta población.

En centro se desarrollaría un centro escolar con el ciclo completo (básica, secundaria y media) bajo esquemas etnoeducativos, un centro de salud atendido por una IPS indígena, y un centro de venta de abarrotes y alimentos.

La idea nace de observar el comportamiento de las familias wayuu en la zona de la Serranía de Macuira (Uribía), que tienen desarrollada actividades agropecuarias, donde se observa que las granjas se ubican cerca una de las otras.

El modelo propuesto buscaría que estas granjas estén cerca unas de otras con el fin de que los niños puedan llegar a pie al centro escolar, requiriéndose de trasporte escolar solo para aquellas que se ubiquen a más de un kilómetro del centro educativo

Se buscaría que las comunidades permanezcan en estos centros poblados durante todo el calendario escolar, proceso mediante el cual el modelo les garantiza la seguridad alimentaria y la atención en salud y educación, además del consumo de agua potable.

La forma de organizar los poblados son infinitas, también se podría construir las viviendas según sus usos y costumbres (pero mejoradas) cercanas las unas a las otras y girando alrededor del centro de servicios y las granjas aparte, o el desarrollo de una granja más grande pero colectiva, en fin, las opciones pueden variar dependiendo de cada comunidad y las concertaciones que se realicen con ellas.

Todos estos procesos requieren la concertación previa y el compromiso de las comunidades indígenas.

En este modelo, no solo se atiende el tema del agua, y la seguridad alimentaria sino que cada familia puede generar excedentes que puede comercializar generando ingresos y se mejoraría el entorno controlando de paso el fenómeno de la erosión y la desertificación.

Esta opción permitirá brindar una mejor atención a estas comunidades, y reduciría los números de pozos profundos a construir.

Un modelo de este tipo que agrupe a 400 familias podría ser desarrollado en un área de 4 kilómetros cuadrados, e impactaría a aproximadamente a 4.000 indígenas donde más de la mitad serian niños

Algo que debe quedar claro es que los indígenas no perderían sus viviendas tradicionales ni sus territorios, dado que la permanencia en los nuevos centros poblados seria solo durante el periodo escolar y sujeto a los ciclos productivos de las granjas.

El número de centros poblados dependería de la cantidad de familias que se asienten en ellos y se iniciarían preferentemente alrededor de centros educativos ya existentes, o de reservorios ya construidos, de los cuales ya hay muchos pero que están subutilizados.

Para su ejecución deberían participar los Municipios, el Departamento de La Guajira, la Nación, y las mismas comunidades como artífices de su propio desarrollo, con asignación de importantes recursos que garanticen no solo el desarrollo del proyecto físico sino de asistencia técnica en todos los órdenes.

La Guajira tiene muchos ciudadanos valiosos, con alta capacidad para liderar su propio desarrollo, preparados y cualificados, e incluso en la etnia wayuu hay muchos ciudadanos que pueden liderare y deben contribuir a sacar a esta mágica y hermosa región adelante.

PARA SUPERAR LOS REZAGOS DE LA GUAJIRA SE DEBE SE DEBE SOÑAR Y APOSTAR EN GRANDE

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