El nuevo alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, es un hombre de obsesiones y esto puede ser una gran virtud o un gran defecto en la medida en que respondan o no a las prioridades de la sociedad a la cual debe responderle. Por lo pronto se le identifican dos: la bicicleta y las obvias ciclovías y su sentimiento antimetro para Bogotá. Con respecto a la primera ya hay expresiones concretas: hacer lo que toca en la carrera 11, pero dedicarle una de las vías de los carros que ahora irán norte sur —como toca— a las bicicletas. Otras sugerencias se refieren a otras vías ya suficientemente enredadas.
Esta obsesión por las bicicletas encuentra una gran acogida entre la juventud que se sienten muy in llegando de casco y zapatos tenis a la universidad y a la oficina, especialmente si todo se hace en el norte de la ciudad y en medio de este verano. Para los mayores que no tienen la agilidad de Peñalosa y recuerdan que normalmente en Bogotá llueve un día sí y otro también pueden tener mucho menos entusiasmo con esta idea.
La segunda obsesión obvia del alcalde actual es su sentimiento antimetro en Bogotá. Pocos se están comiendo el cuento que su propuesta del metro elevado es mejor porque sin duda esto retrasa la construcción del mismo. Amanecerá y veremos, pero al paso que vamos Peñalosa se saldrá con la suya de dejarnos a los habitantes de esta ciudad entre la bicicleta y el Transmilenio.
Jamás funcionarán las propuestas de transporte
distintas al carro particular,
mientras el transporte público sea un desastre, como ahora
Lo que vale la pena recordarle al alcalde es que jamás funcionarán las propuestas de transporte distintas al carro particular, mientras el transporte público sea un desastre, como lo es ahora. Todo el mundo maneja cierta racionalidad que lo lleva a hacer todo lo posible para que no lo irrespeten, por decir lo menos, en Transmilenio, lo atraquen, le roben el celular, etc. La pregunta que nos hacemos los ignorantes sobre el tema, es si aun con un Transmilenio perfecto —que está lejos de serlo—, el transporte público puede llegar al nivel requerido para abandonar el carro, sin un metro en Bogotá.
Peñalosa está en la luna de miel de su mandato de manera que hasta ahora las críticas son muy pocas. Por esa misma razón es fundamental que admita que tiene obsesiones que merecen evaluarse a la luz de las verdaderas necesidades no de él, como persona, como mandatario, sino de los ocho o nueve millones de sufridos habitantes de Bogotá que esperan cambios reales en su calidad de vida.
A propósito, sería muy interesante que el nuevo mandatario de Bogotá, le sumara a sus obsesiones, el acabar con el robo callejero que nos tiene a todos evitando salir de noche solos y menos solas, como sí se puede hacer en cualquier ciudad civilizada, y además evitando ir al centro de la ciudad que pide a gritos su intervención. Ese centro que es el mayor atractivo turístico de París, y de muchas otras ciudades en el mundo, que no lo han abandonado como nosotros. Otra sugerencia para una nueva obsesión señor Alcalde: el centro de Bogotá.
En síntesis señor alcalde, ajuste sus obsesiones a las expectativas y necesidades reales de la población bogotana y agregue algunas como las señaladas que le harían mucho bien a los residentes en la capital del país.
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