Volvemos a la disputa electoral, y con ella, los cantos de renovación de diversos sectores sociales. Las tradicionales fuentes del poder político, y sus agrupaciones partidistas, se presentan como renovadores, “diferenciándose” de sus contendores antes que por la esencia de sus propuestas, por las estrategias de marketing a que apelan; eso se llama demagogia.
En cambio desde el campo social y popular, hemos enarbolado la idea de las nuevas formas de hacer política. Lo nuevo de estas “nuevas formas” es su centralidad en la disputa política actual. Se debe reconocer, sin embargo, que pese a hablar insistentemente de estas nuevas formas, aún no hemos logrado hacer el ejercicio retrospectivo y pedagógico necesario para ampliarlas, arraigarlas y darles mayor fuerza: se trata de pasar de las nuevas formas de hacer política a una nueva concepción de la política. Es decir pasar de ser oposición y propuesta, a ser alternativa y poder real.
La reflexión sobre el contenido que queremos darle a las nuevas formas de hacer política es imperativo, y dependerá de apelar a la experiencia acumulada en los últimos 10 años de lucha social y popular. Las nuevas formas de hacer política han venido naciendo, no las estamos inventado ahora. La presente provocación sugiere características de las nuevas formas de hacer política, sin el ánimo de agotar el debate, ni de dar una idea definitiva de algo que, al decir de Gramsci, se resiste a nacer ante lo viejo que no puede morir.
Primera característica
Su contenido nace de la descomposición del régimen: hablamos de su fuente de construcción. Se trata de cada vez mayores niveles de confrontación ante aspectos estratégicos del modelo extractivista y neoliberal en Colombia: Tierra y territorio, salud, educación, condiciones laborales, formalización laboral, contra la minería, cultivos de uso ilícito, megaproyectos son algunos temas de acción social y política del campo popular. Cada uno de ellos alude, en conjunto, los pilares del aparato productivo nacional que ha sumido en la miseria, y cada vez más precarias condiciones de vida a las gentes del común. Pese a su carácter reivindicativo, el potencial de estas luchas es de alcance estratégico al atacar el “núcleo duro” de la política económica neoliberal del Estado.
Además, se trata de luchas que se potencian en un contexto de recesión, y por tanto, desaceleración del crecimiento económico basado en dicho saqueo, expropiación legal e ilegal, y destrucción desaforada de ambientes socio culturales del país. Ese contexto de crisis da mayor resonancia a estas luchas y ofrece al mismo tiempo, mayores alcances políticos a la misma.
Segunda característica
Su formas de agrupación y acumulación de nuevo poder. La consolidación de Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos como espacios de unidad de sujetos sociales y populares que dan un paso adelante hacia la disputa del poder político, proyectándose como proyectos alternativos al capitalismo, es un hecho determinante en las nuevas formas de hacer política: se trata de la articulación de la acción socio sectorial y la disputa política. De una forma de acumular poder social y anclarlo en un horizonte estratégico. Es la superación práctica de la supuesta disyuntiva entre lo gremial y reivindicativo con lo político, superada por su propuesta de integración, mutua determinación y necesidad. De allí su forma de articulación política: la forma movimiento de movimientos como nueva concepción del cómo agruparnos, encontrarnos, construir un poder desde abajo – un nuevo poder – que avance dotado de un proyecto de país hacia ser poder y gobierno en Colombia. Ambas plataformas son en su naturaleza movimientos de movimientos, por tanto, basados en formas de articulación, puntos de encuentro, mecanismos de organización y decisión que privilegian lo que está en común, lo colectivo, y el proyecto que sintetiza ese común y colectivo a construir. Son en sí mismas, semillas de un nuevo país. Lo “nuevo” de la forma movimiento como tipo de agrupación para la acción política es su éxito, no solo al nivel de las plataformas referidas, sino de referentes de un orden gremial o sectorial con importantes acumulados: Hablamos de movimientos cuyos referentes fueron, o son, la Mesa Amplia Nacional Estudiantil en lo universitario, Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular. Vale la pena anotar como con ambos espacios cubrimos dos de las más grandes movilizaciones sociales que el país ha vivido en los últimos años (2011 MANE – 2013 – 2014 Movilizaciones agrarias que impulsaron el nacimiento de Cumbre). La forma movimiento es la que articula precisamente esas luchas particulares con alcance estratégico mediante su convergencia en proyectos políticos generales.
La forma partido político, sin negar importantes acumulados como el Polo Democrático, sufre hoy serios reveses. No se puede sacar su crisis como forma de canalizar la opinión política de las gentes del común, como lo refleja el abstencionismo estructural, y en la actualidad, la proliferación de candidaturas por firmas en las próximas elecciones. Los partidos han mutado a empresas electorales, adolescentes de perspectivas ideológicas claras. Las “coaliciones” tipo unidad nacional contribuyen a ello, configurando un mercado de avales, antes que partidos políticos como espacios de canalización de la opinión y participación política en Colombia. Ello, además, deja claro el fracaso del diseño constitucional de participación política, en lo referente, al menos, al papel de los partidos políticos en la relación sociedad - estado.
Tercera característica
Los tipos de acción colectiva.En este punto nos referimos a las maneras de lograr la visbilización, disputa, incidencia y victoria de los reclamos y aspiraciones del movimiento social y popular.
Se ha afirmado que en este aspecto la constante ha sido la creatividad y la acción pacífica. Lo cual es un hecho nada despreciable, pero insuficiente y pese a lo cándido, impreciso. Al hablar de nuevas formas de acción política referimos la confianza y paulatino ascenso de acciones de calle, pacíficas, directas, violentas, muchas veces saboteadas por la policía nacional o el ejército.
Asistimos a un derroche creador de la acción política, no en materia estética, sino en audacia: paros, mítines, enfrentamientos a la fuerza pública, cierre de vías, tomas – pacíficas, directas -, ocupaciones, vigilias, cadenas de oración por causas específicas, jornadas en redes sociales, marchas, marchas carnaval, flashmob, jornadas de pintas o murales, ollas comunitarias, etcétera. Más allá de la creatividad de algunos de estos tipos de acción colectiva, lo realmente nuevo es la legitimidad que adquiere la acción política llevada a la calle. Se convierte la calle en lugar de la agenda política del país; se renueva y apropia socialmente la validez, vigencia y necesidad del protestar. Los resultados reflejados por el CINEP en 2014 reflejan el ascenso de la acción colectiva de parte del movimiento social, y las jornadas de movilización en 2011 por las y los estudiantes, 2013 por el movimiento agrario, y recientemente por las y los docentes han sido momentos de apoyo social importante. Incluso, en el caso del paro agrario, la movilización logró despuntar momentos de movimiento cívico al desbordarse de las zonas y del sector rural, despertando en las ciudades y de parte de otros movimientos sociales acciones masivas de respaldo social, e incluso momentos para proyectar apuestas propias a dichos sectores.
La política y la disputa que le es inherente retoman la calle con recurrencia y masividad. Se va logrando su aceptación social – aún no plena – superando el discurso militarista de ver en la movilización social una motivación terrorista –en sentido estricto, la protesta es o puede ser insurgente como se desprende de los estudios de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Las movilizaciones del 9 de abril son una muestra del reconocimiento de la calle y la acción conjunta como forma de disputar y construir opinión, de incidir en la agenda pública, y de manifestar la capacidad, arraigo y fuerza de una idea, o un conjunto de ellas, ante el establecimiento. Desde luego, ello no está exento de respuesta estatal, como lo han reflejado los hechos de represión ante el movimiento social y popular, las medidas legislativas que legalizan y aumentan los alcances legales de dicha represión; la naturaleza violenta de algunas de estas manifestaciones o protestas responden antes que a temas de voluntad, a la naturaleza misma de la política y la disputa que es el origen de la protesta. De allí que antes que esperar una protesta sin violencia en Colombia – sin reconocer el papel institucional en la generación directa o indirecta de dicha violencia – el orden correcto es apostar por la inexistencia de la protesta en sí misma; es decir, la solución definitiva a los problemas que le dan origen.
Cuarta característica
La acción política se desmarca de los procedimientos institucionales, le desborda. Más allá de la contienda en urnas cada tanto, se convierte en acción permanente de disputa en calles, barrios y veredas; ello no niega ni desprecia la participación electoral por posiciones en la lógica representativa institucional. Se trata, más bien, de la combinación de la acción política de movimientos, con la acción política de posiciones; algo mucho más amplio que la política tradicional que sataniza, desprecia y castiga con la muerte, la cárcel y la negación la acción masiva y la voz de los nadie.
Cuarta Característica: Legislación Popular, acción programática. Hacia 2011 el movimiento estudiantil culminaba su movilización llamando a construir una propuesta de ley alternativa desde el movimiento universitario. En esa misma época, en Barrancabermeja se lanzaban las Constituyentes por la Paz con Justicia Social como escenarios de pedagogía popular y construcción de propuestas de país desde abajo. Se sumaban dichos llamados a los mandatos populares del Congreso de los Pueblos y los cabildos abiertos de la Marcha Patriótica. Paralelo al ascenso de la acción de protesta y reivindicación, se apropiaba la necesidad desde el movimiento social y popular de construir sus propuestas de modelos de derechos, políticas institucionales, en correspondencia a sus demandas históricas. Este tipo de acción programática, no es nueva, de nuevo, su importancia radica en su expansión.
Este ejercicio programático, cuyo referente reciente es el pliego de la Cumbre Agraria, no sólo refleja un salto cualitativo de parte de algunos sectores sociales; también refleja una perspectiva de corto, mediano y largo plazo para las luchas sociales y populares. Estas propuestas nacidas de la legislación popular, rompen con el ordenamiento del poder actual en dos sentidos: reconocen la incapacidad del poder constituido para canalizar las propuestas, demandas y necesidades populares y deciden construir sus propias propuestas para exigir sean reconocidas e implementadas. Sus alcances, consciente o no, desbordan la institucionalidad actual implicando de ser implementadas una reorganización institucional del poder en Colombia.
Las nuevas ideas de sujetos de derechos –comunidades educativas, campesinado, mujer, disidencias sexuales, naturaleza, agua-; nuevos derechos, o nociones de derecho –bien común, derecho al agua, el territorio, licencia social para proyectos extractivos, a decidir sobre el cuerpo-; nuevos modelos de gestión de dichos bienes comunes, – ampliación de figuras de ordenamiento territorial, reconociendo las de carácter popular: zonas de reserva campesina, zonas de producción agroalimentaria; congresos universitarios y consejos universidad sociedad son parte de dichas nociones construidas desde abajo y que, tras de sí, reflejan una concepción de lo social que desborda el catecismo liberal, en lo político, y neoliberal en lo económico.
Quinta característica
Participación política y democracia. Las características anteriores se basan en una concepción de participación política que da un lugar y reconoce a las gentes del común como protagonistas. Esta relación de incidencia es diametralmente opuesta a la “democracia” actual del “elegir y ser elegido” para ser “representado”. Se trata en cambio, del decidir que será representado, construirlo, velar por su ejecución, hacerle veeduría y control; no se convoca para representar, se convoca para construir de manera permanente y colectiva.
Ante una noción de democracia y participación que establece, en la actualidad, una primacía al ejercicio electoral y el legislativo como espacio dónde esos representantes elegidos canalizan la voz de las gentes del común; emerge, al contrario, una democracia directa y comunitaria que implica entender la acción política como permanente, colectiva, y de la cual cada uno y cada una, es determinante en la colectividad. De allí emergen dichas formas de agrupación, de acción política, y esas propuestas a construir, propuestas convertidas en expectativas que esperan su momento de ser certezas. La democracia, la participación política, deja de ser problema de inclusión y procedimientos electorales, para convertirse en reclamo de decisión, incidencia real, reconocimiento y respeto a lo que el constituyente primario define y decide.
Las gentes del común construyen sus mecanismos, espacios organizativos y propuestas para hacerse oír, para construir sus propuestas y llevarlas a las calles, barrios, plazas y consejos, asambleas de diputados, alcaldías y gobernaciones, para disputarlas. Ahora que la disputa electoral se abre, la necesidad implica demostrar una vez más a la elite política tradicional, que nosotros y nosotras, gentes del común, tenemos la capacidad y disposición de seguir sustituyendo la política vieja y corrompida, por la nueva política, por las nuevas formas de hacer política. Nuestros programas serán sustentados entonces en ejercicios participativos con construcción popular; con mecanismos para su control, veeduría, ejecución e implementación colectiva; sus protagonistas no serán los candidatos, ni los nuevos representantes, sino las colectividades que hacen de esos candidatos medios de hacerse escuchar, partes de procesos de lucha que van más allá del ejercicio representativo, pues se complementan con calle y organización; el ejercicio electoral así, combina lo sectorial, lo político, lo inmediato con lo de mediano y largo plazo en una sola formulación, es antes que invitación a votar, invitación a luchar antes, durante y después de las elecciones. De ese modo, damos continuidad a la lucha, a nuestros sueños y aspiraciones, es decir, en las nuevas formas de hacer política, radica la clave del proceso constituyente: sustituir lo viejo que no quiere morir, por lo nuevo que se resiste a nacer.
Nos vemos en la Constituyente.
@CristianHurtMP