Dudar. Dudar de la política, del arte, de la economía, de la naturaleza. Dudar de uno. Siempre. John León establece una conversación permanente con las nubes, encuentra de interlocutor el espacio que viaja, que a su vez es tiempo para la contemplación. Mirar las nubes y escribirles es un monólogo interior constante en su escritura, un flujo de conciencia que va viajando por preguntas sobre el desamor, el arte, la música, la libertad, la política, la enfermedad, el medio ambiente, los sentidos, la muerte (que es a su vez cuestionarse sobre la vida).
Sentarse a ver el vuelo de los pájaros, apreciar durante varios minutos el efecto que genera la lluvia sobre las cosas, sobre el cuerpo… es tener material para ir hilando su percepción sobre el mundo. Podría compararse su poesía con Oliverio Girondo, hay un estilo narrativo que va instalando para volverlo poema. Hay un dolor constante, que se repite en su libro las Dudas de las nubes, hay heridas abiertas (¿quién no las tiene), se refleja la inconformidad con el mundo y lo que hace la humanidad con los animales, con el medio ambiente, con la diversidad, la desaparición de líderes y la mentira de la política. En cada poesía narrativa hay una exploración para instaurar una estructura que juega con el tiempo, el espacio y un cuestionamiento con el canon. Las dudas de las nubes nos pone a dudar de uno, de todos. A dudar de lo que nos dice la poesía y cómo la interpretamos.
Vivir en duda es vivir con la pregunta constante y la desconfianza por un sistema que coarta, sobre todo el colombiano, que coarta el arte. Dice el profesor Luis Felipe Vélez al referirse en el prólogo (dos) del libro: A través de las dudas de las nubes, se establecen las dudas de la existencia, de ser a pesar de y a través de, John León, abarca en la palabra la emoción, la soledad de las noches, la forma sempiterna de la nube, la variación de sus formas, paso a paso hechos con el viento, las condensaciones de la materia, el flujo del tiempo y la mirada humana. Cada uno de los interrogantes que procura resolver desde el silencio en sus nubes, va trazando el camino de una elección por y para la literatura, que tienen su recorrido en la repetición, una y otra vez de la escritura, de pensar nuevamente ¿qué es la poesía? Y, tal vez la respuesta está en este ejercicio, en cuestionar el canon, en formar un estilo hasta que sea a su vez un canon y en volver a pensarlo para que deje de ser lo que es, para que sea otra cosa, una memoria, una premonición, el registro del pasado.
Y en otro apartado, de ese mismo prólogo (2) que presenta el libro, Vélez termina diciendo: La poesía está en la reflexión, en la caída de una hoja, en el paso que se da día a día, sin embargo, inmersos en la velocidad de todo lo que aparentemente es, todo aquello queda olvidado y puesto de paso, como la vida de muchos seres ignorados. En uno de sus poemas: Apocalípticos integrados dice John León: Yo creo que hay que volverse poeta… y el mundo es otro, igual de terrible, pero otro. Es decir, cuestiona esa generalidad sobre la transformación de la sociedad a través del arte, el arte no salva a nadie, lo que si hace es poder mirarse sus cicatrices y poder vivir y reírse de ellas. Y, así el texto va viajando y presentando su percepción sobre literatura, soledad, silencios, etc.
También, pido permiso para copiar lo que aparece escrito en el revés del libro Las dudas de las nubes, espero no genere molestias y que me parece un resumen de una manera animada en el juego de su poética.
Un elefante, un carro, una letra, un minotauro, por más que señalemos y le expliquemos a otro u otra no logran ver lo que observamos. Nuestro encuentro con las nubes es una experiencia artística, única, a través de figuras que viajan movidas por el viento. Otras veces cuando estamos a punto de identificar la forma, algo pasa, a la nube la arrastra una corriente de aire y pierde su esbozo, por más que intentemos encontrar el conejo o el edificio, de nuevo, ya no será posible, en su lugar se dibuja otro objeto: un pájaro, un árbol. La tinta son las nubes, el papel es el cielo, que entre más azul sea, mejor pinta el pincel. Las nubes tienen vida y personalidad, a su vez producen estados anímicos para quienes las observan: Nimbiformes, capaces de generar precipitaciones en la existencia. Cirriformes, compuestas por cristales de hielo y motivan a la pregunta en épocas de incertidumbre.
Estratiformes, traen la lluvia constante y empujan a abrazar con ahínco la naturaleza. Cúmuliformes son las que aparecen en verano y provocan desnudar el cuerpo y las ideas. Todas las nubes y sus formas generan preguntas, dudas. Alguna vez hemos pensado o soñado que sería maravilloso desplazarse encima de ellas y dejarse llevar por sus laberintos. Su diversidad de formas Invita a descubrir el disfraz que las arropa. Propician el ensimismamiento, a una lectura más cerca de uno. Los poemas aquí reunidos están enmarcados en la metáfora de las nubes, en los estados existenciales en los que viaja el alma a veces con euforia y otras veces con duda, con miedo. Quien duda está en movimiento como las nubes que se transforman, que viajan, que pueden ser un tigre, una pantera, un oso, una lombriz. Quien duda puede ser otro u otros. El libro es una publicación conjunta entre Oveja Negra y la Editorial USC. Desde ya se puede conseguir en cualquier Librería Lerner en Bogotá y en la Editorial de la USC, en Cali. Con Ilustraciones del profesor Armando Muñoz y digitalización del dibujo de Priscila Yepes.
El profesor Armando va sintetizando cada poema en un dibujo, lo va interpretando, va volviendo una buena compañía la lectura que se aparece para interpretar la poesía. Los dibujos están allí para recordarnos el impacto de la imagen y, quizás entre líneas, en su mano alzada nos esté diciendo el profe Armando, en forma de pregunta, lo que hemos avanzado en programas de diseño y manipulación de la imagen, es una distancia con la creación, con los principios del arte y de crear, como ocurre en plataformas como Instagram o photoshop y, quizás su propuesta, nos dice, también, que es el instante de volver a lo básico, a lo simple, al papel de tomarse el tiempo de dibujar a lápiz lo que imaginamos, de pintar sus formas con las manos. Y recordarnos el dibujo a manera de memoria histórica, que alguna vez hubo un tiempo donde los dedos dolían y ése esfuerzo y esa creación nos daba una conciencia con la naturaleza y con las personas.
Las dudas de las nubes es un libro para leer bajo la lluvia tenue, bajo el sol de los venados, con el abrazo de las sombras de las ramas, con la botella de vino en la mano, el cigarrillo encendido, reflexionar sobre las tormentas y, sobre todo, una invitación al encuentro con nuestras propias dudas de la existencia.
