Atreverse a hacer una nueva versión de una novela de hace más de una década tiene sus consecuencias, positivas y negativas. Aunque podría ser todo un regalo para los televidentes, lo mismo también se puede convertir en un riesgo más grande y peligroso para los creadores de tal hazaña. El más reciente ejemplo es el remake de 'Hasta que la plata nos separe', novela del 2006 que ahora Telemundo y RCN lanzaron con Carmen Villalobos y Sebastián Martínez.
Aunque más de uno aplaude el elenco de lujo que tiene la nueva versión, otros se enfocan en el bajo esfuerzo de la producción, nada que ver con la original y mucho menos las interpretaciones de cada personaje. Como lo dijo el experto en telenovelas Carlos Ochoa, "no es lo mismo, es igual y lo peor, más aburrida", comentario que más de un seguidor apoyó y hasta recordó otros desaciertos de la misma cadena hispana; caso contrario a las narconovelas que le salen también a Telemundo.
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Con la famosa y épica Yo soy Betty, la fea sucedió algo similar. Betty en Nueva York no cumplió con su merecido, ni tampoco tuvo el alcance ni trama de la original, un desacierto más como el de la nueva y segunda parte de Pasión de Gavilanes, que aunque aún no ha llegado a Colombia, aquellos que sí la han visto rechazan la nueva trama, ni tener a los mismos personajes les han funcionado para superar la historia inicial.
El problema está en las comparaciones, pero sería imposible no hacerlo cuando los mismos creadores se atreven a plasmar similitud. Algo igual pasó en Café con aroma de mujer, la belleza y talento de Laura Londoño y William Levy no bastaron ni para parecerse a los primeros protagonistas de 1994 ni resaltar la cultura colombina.
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