En el Museo de Arte del Banco de la República se inauguró el 18 de noviembre la exposición Silentes de la artista bogotana Johanna Calle que reúne 30 años de historia nacional por medio de una poética del dibujo, donde interpreta la línea con enorme libertad. Dibuja sobre cartón, con hilo sobre lienzo, con letras mecanografiadas sobre papel, dibuja con su propia caligrafía, dibuja con letra set, dibuja con aluminio sobre fieltro, dibuja con tela de acero. No se acaban las técnicas con las cuales Johanna Calle trasmite un orden estricto en donde plasma sus diversas investigaciones.
El soporte de algunas de las obras vienen de libros de contaduría que hacen parte de la historia personal o de un baúl que llegó a su casa cuando ella era pequeña y que traía objetos y fotos de un ser para ella lejano que escribía en alemán.
Su repertorio humano viene de los conflictos sociales en Colombia. Sus relatos provienen de investigaciones donde pone en evidencia cómo la violencia, desigualdad, el despojo, el abuso, la injusticia son parte del abecedario de la condición de una vida sin caminos que repite la historia desde siempre y, ojalá no, para siempre.
La exposición comienza con una serie de jaulas prensadas; símbolos de espacios con asfixia. Lugares que, como cárceles oprimen la vivencia exterior e interior. Imágenes objetuales que recogen el dibujo desde una perspectiva figurada.
Los fotogramas sobre gelatina de plata realizados en 1996-1997 presentan otra dinámica que permanece hasta el presente donde el tema gira dentro de las perspectivas de la violencia y los abusos infantiles. Esta vez en su trabajo Progenie, la artista dibuja sobre el papel fotográfico sin utilizar el negativo donde la familia aparece dentro de un espectro difuso y desmembrada y donde el niño o la niña hace parte del circuito de la trasgresión de la condición de la infancia en su precaria indefensión. Después sigue con el tema mientras investiga en los periódicos o en informes del ICBF sobre los niños que en su marginalidad se le ha ido arrebatando la inocencia, donde son víctimas del abandono, del abuso, de la crueldad que los ha dejado solos. También, en su triste repertorio, se incluyen los huérfanos de la guerra.
Otro de sus temas tiene que ver con el desalojo que han sufrido indígenas y campesinos atreves de la historia. Por ejemplo, en su trabajo Perímetros, la artista dibuja con letras mecanografiadas sobre papel de registros notariales. En ellos cuenta con la imagen de un árbol como los linderos se trasgreden, cómo las posesiones que son asaltadas hacen parte del desarraigo endémico de los colombianos que viven en el campo.
También se preocupa en su obra Baldíos o Cielo Extranjero sobre los cultivos ilícitos y sus métodos de erradicación donde la contaminación entra a ser parte del aire que se respira mientras dibuja con su metódica letra diminuta mensajes que hacen parte de unas formas. Unas reconocibles como los aviones y los helicópteros que se sobre imponen a la escritura de manera nítida y exacta.
En la serie Lluvia, Johanna Calle trascribe en 97 dibujos, la representación fonética de las diversas etnias donde se hace referencia a la lluvia. Como bien anota la artista: “Las lenguas indígenas en su mayoría, no tienen forma escrita. Por lo tanto es necesario basarse en estudios antropológicos, etnográficos y semiológicos que han procurado encontrar equivalencias de sonidos indígenas… Y que se refieren a la intensidad, de la frecuencia, de los efectos en las plantas y en los ríos, dependiendo de la época del año.
Ésta sutil exposición de temas graves se encontrará abierta hasta el 7 de febrero del 2016.
*Columna publicada originalmente el 28 de noviembre de 2015