El peligro por informar a la carrera con síndrome de chiva es el verdadero virus que tienen los grandes medios de comunicación y los que se dicen tener idoneidad o mejor dicho criterio periodístico, independencia; o sea, todos quienes tienen un perfil en Facebook, Twitter, Instagram, YouTube y WhatsApp. Imaginen la cantidad de usuarios en esa autopista…
Los medios que se dicen ‘independientes’ se multiplican como curíes. Son varios los casos en los que estos ejércitos de perfiles, algunos sin una persona jurídica que responda, por el afán de decir cualquier cosa para subir sus likes y ego no confirman nada. En muchos casos no hay noticia, lo único que logran es engañar a sus seguidores. Nunca corrigen.
¿Cómo no va a ser importante para un pueblo con cien mil habitantes conocer de un supuesto caso de Covid -19? ¿Por qué? Pues porque y pese a la emergencia todos tomarían más en serio las campañas de prevención. Si hay buena información, se tomaría más en serio las recomendaciones de los expertos en los gobiernos, porque ninguno que conozca, celebraría un solo caso de la enfermedad. Ahí la importancia de una noticia cierta, veraz.
De otro lado, se reflejaría y vería la eficacia de la comunicación con retroalimentación. Una comunicación con un mensaje claro, educador, orientador, preventivo, equilibrado, veraz. Pero tal y como están las cosas podría pasar lo del pastorcillo mentiroso. Cuando llegue el virus de verdad, nadie nos creerá. Las campañas educativas y preventivas se postearán sin resultados. La opinión sería que es otra enfermedad inventada por el capitalismo salvaje. O los que menos le echarían la culpa a la polarización política. Es decir, al Uribismo, a Duque y a Petro.
La semana pasada dos supuestos delincuentes en Quindío llamaron a una emisora local para contar de las violaciones a los derechos humanos, a los que eran sometidos en una inspección. Punto seguido acusaban y se referían en muy malos términos a los funcionarios. Los hombres habían pasado por una requisa horas antes. Les encontraron droga, armas y equipos de telefonía.
El informador o sesudo periodista nunca indagó con quién hablaba. Solo le abrió el micrófono sin el más mínimo recato. El interrogante es: ¿cómo es que llama un preso a una emisora y no hay un periodista con bagaje que le pregunte siquiera cómo se llama? o, ¿quién le entregó el teléfono?, ¿cómo es que el Inpec permite tener móviles a los hombres privados de libertad en las estaciones de policía?, ¿por qué no confrontó con el director o el funcionario y cotejó la información? El supuesto interlocutor ¿si estaba en una inspección o era un familiar resentido?
Aquí también cabe la pregunta: ¿qué estamos escuchando, posteando, leyendo los colombianos? ¿A cuáles medios les creemos? Y vuelvo al tema. La noticia es un hecho verdadero, que compete a los ciudadanos y es de interés general. No permitamos que algunos acaben con la profesión, pero sobre todo con la confianza, la poca que tenemos.
La responsabilidad de informar con veracidad, criterio, equilibrio no es un formalismo. Es la columna vertebral de toda información y de todo el que se dice ser un mensajero profesional. Tenemos la obligación de recuperar la credibilidad y solo publicar la verdad.