Bodrio deriva del término germánico brod, caldo. La RAE, en su diccionario, menciona que hace alusión a un caldo que se realizaba con sobras y que solía darse a los pobres a modo de caridad. En la Edad Media se utilizaba la idea de bodrio para referirse a ciertos caldos o guisos, por lo general pobremente condimentados. Las mujeres en estado de gravidez avanzado o que acababan de dar a luz solían ingerir el bodrio de parturienta, preparado con leche, huevo y azúcar. El bodrio de peregrinos o sopa boba, por otro lado, se conformaba con los restos de comida que los clientes de un bar o un restaurante no ingerían y que se entregaba a los juglares criollos a cambio de la interpretación de una canción o de la declamación de algún poema.
En la época actual la noción de bodrio se utiliza en sentido informal y despectivo para referirse a algo que no está bien hecho, que resulta de mal gusto o es aburrido. Dado que el término no se utiliza en todos los países hispanoparlantes y que existen sinónimos en todos los lugares es posible expresar lo mismo con diferentes grados de formalidad acudiendo a adjetivos como adormecedor, tedioso o insoportable, entre otros; si preferimos acudir a los sustantivos podríamos optar por suplicio, tortura, martirio o padecimiento que nos toca tolerar así sea por un acercamiento momentáneo en ejercicio pleno de nuestra libertad pero que tenemos que dejar incompleta por la imposibilidad de soportarla hasta el final.
Los niños y los jóvenes al no sentir el peso de la responsabilidad no solamente se permiten quejarse de todo lo que les incomoda sino que rápidamente se dejan mover por la curiosidad hacia todo lo que de forma somera pueda embelesarlos y luego jugar con sus necesidades y gustos creados no precisamente para hacer de ellos las mejores personas.
Hecho este preámbulo quiero invitar a los lectores de Las2orillas a reflexionar sobre el bodrio que el Caracol comenzó a transmitir desde el pasado 8 de julio del año en curso, a partir de las 10.00 p.m. La serie Las muñecas de la mafia, que con diferente nombre se ha presentado con anterioridad, que es protagonizada por Amparo Grisales, Fernando Solórzano, Caterin Escobar y otros personajes de la farándula... obra que se encuentra a años luz de ser un orgullo para los colombianos ligeramente pensantes, con una moral mínima que les permita diferenciar lo bueno de lo malo.
Como puede deducirse, no me refiero al arte escénico, actividad humana de gran valor que se inicia desde los albores de la humanidad cuando surgió el teatro sacro, una de las competencias sagradas musicales y poéticas de la primera mitad del siglo VI a.C. (según datos bibliográficos) antecedido quizá por los rituales previos de los pueblos ágrafos antes de salir a la caza o a guerrear con otra horda.
En un país descompuesto por la corrupción y polarizado por la pugnas del poder político, donde, dependido del bando en el que cada quien se encuentre, el del lado opuesto es el malo, sumado todo esto al falso paradigma del dinero fácil, la distorsión del concepto de la libre determinación de la personalidad, de acuerdo al Artículo 16 de nuestra Constitución, las altas cortes autorizan un “toque” o un “pitazo” en cualquier lugar público delante de quien esté presente, mientras sea una dosis “personal y/o recreativa”, estimulado con esta decisión todo lo nefasto y dicho hasta el momento, pero es una contravención que una madre pueda amamantar a su bebé a la vista del público , quizá porque la droga necesita invadir veredas, pueblos, ciudades, entradas a las aulas escolares, en fin.
El cursi mensaje que lleva la mencionada serie tiene un trasfondo profundamente dañino, destructivo, mafioso y criminal para invadir los hogares colombianos pues es una auténtica apología del delito, que obnubila a más de un despistado ciudadano en el que se incluyen las mentes de muchos adolescentes y/o menores de edad.
Todo el mundo está informado de la inundación en que vive Colombia de plantaciones de coca con más de 220 mil hectáreas que ubican a nuestro país como el mayor productor de clorhidrato de cocaína en el mundo entero con exportaciones clandestinas de un 70%, sin contar el micro tráfico que tanto daño hace a la sociedad en general y a la juventud en particular queriendo parecerse a los nefastos personajes de estas grotescas y tóxicas telenovelas que abonan la pérdida de valores y del sentido de la pertenencia, la calumnia, la infamia, la diatriba y la desinformación, la falta de pulcritud y honestidad, lo antiético y la pugna inaudita por el poder y los presupuestos oficiales, mientras la niñez y la juventud busca como modelos de imitación al mafioso adinerado, al Justiciero, al Rambo, al Chapo Guzmán y/o a un Pablo Escobar, idolatrado por un mínimo segmento de la sociedad.
Aunado a ello, la distorsionada concepción de los derechos humanos, los derechos del niño, el feminismo, en fin, pero sin deberes, impide a los padres de familia establecer límites menos castigarlos so pena de ser demandados ante una comisaría de familia por maltrato infantil y violación a sus derechos, así lo encuentren metiéndose un “porro” o drogándose con cualquier sustancia psicoactiva comprada a la entrada a su escuela o colegio. Y el país se desangra por el crimen, el narcotráfico y la violencia intrafamiliar.
Para reforzar lo que la descomposición social ha logrado, a las 10 de la noche, antes de dormir, muchísima gente prende su televisor o cambia de canal para encontrarse con un auténtico esperpento llevado a la pantalla chica. El grotesco mensaje que lleva apología del delito, obnubila a más de un despistado ciudadano incluyendo la mentalidad de muchos adolescentes y/o menores de edad.
Sin lugar a dudas, el gobierno colombiano debe tomar cartas en el asunto y vetar este tipo de programas aun cuando muchos se paren de cabeza incluidos los medios que las promueven.
Es obvio que los productores de Las muñecas de la mafia no es la única creación perversa de cerebros descompuestos que pululan en los países subdesarrollados. Todo obedece a determinados propósitos de representantes destacados de la miseria humana. Por eso después estos productos son enviados como enlatados a otras naciones hispanoparlantes como México, donde una y otra vez TV Azteca y Televisa presentan al público exportaciones criminales como El cartel de los sapos, Sin tetas no hay paraíso, Rosario Tijeras, La virgen de los sicarios y otras.
Sin temor a la equivocación, pronto el bodrio de Las muñecas de la mafia dejará un amargo sabor de boca a los connacionales que viven en otros confines de la América Latina, estigmatizados y catalogados: las mujeres como prostitutas y prepagos, y los hombres como mafiosos, sicarios, delincuentes, criminales, guerrilleros y todos los atributos negativos que se les pueda endilgar, lo que de manera indiscutible genera un profundo rechazo en el país que los recibe.
¿Qué mundo se le está dejando a las nuevas generaciones?, ¿qué calidad de personas se están preparando para la Colombia de un futuro cercano?
Es inconcebible que los medios masivos de comunicación televisiva ofrezcan estos ominosos ejemplos.
Sé que mi voz de protesta ante estos acontecimientos, no tiene eco, y hasta puedo ser malinterpretado por más de un obsecuente e inefable seguidor de estas telenovelas, o asiduo consumidor de cocaína y marihuana amparado en su libre desarrollo de personalidad, o comerciante de lo mismo, pero creo es importante que quien lea este breve comentario, haga un alto en el camino para reflexionar un poquito nada más sobre su papel en este mundo.
Tengo derecho a opinar, a comentar sin pretender manejar una verdad absoluta o incuestionable. Y qué bien si despierto pasiones para que la adrenalina les haga ver la realidad que estamos viviendo.
Me pueden catalogar como retrógrada o derechista, que no estoy acorde con estos acontecimientos súper modernos, e inclusive podrán decir que soy “uribista” o “duquista” y todo lo terminado en ista. Estoy muy alejado de ello. Soy un colombiano del común que siente dolor por su patria viendo cómo quienes debieran contribuir en la educación para construir y hacer resplandecer a este hermoso país, se dedica a destruir los pocos valores que nos quedan con estas siniestras telenovelas de la mafia que en nada se parecen a los episodios de Don Vito Corleone, Al Capone o Luky Luciano y otros.