Al cumplirse tres meses de lo que se ha denominado el estallido social, las cifras sobre violencia hacia mujeres y disidencias sexuales y de género nos demuestran que los espacios de movilización social siguen siendo un lugar inseguro y poco representativo para las voces femeninas y diversas. Cabe señalar las métricas de violencia sexual que la organización Temblores denuncia en el marco del paro nacional: 52 hechos. Pero, además, se han documentado casos en los que están involucrados manifestantes, como las dos denuncias realizadas por Violencias Basadas en Género en espacios como Portal Resistencia (antiguo Portal Américas).
Sigue faltando trabajo en deconstruir el machismo, el patriarcado y la heteronormatividad en espacios que se consideran diversos. Sin embargo, reconocer el cambio desde una concepción abstracta, que ocurre de un día para otro, no garantiza la transformación que estos escenarios deben iniciar. Por el contrario, es necesario transitar hacia el reconocimiento de una transformación en doble direccionalidad (individual y colectiva).
Tampoco es un secreto que dentro de la misma movilización social existen grupos que se resisten a la diversificación de los espacios de discusión y debate político. Al encontrarme con este debate, he recordado lo que autoras como Nancy Fraser y María Emma Wills (2004) reconocen como contrapúblicos. Los contrapúblicos son construcciones discursivas que van más allá de un espacio físico concreto y que buscan hacer contrapeso a la exclusión y subordinación fundamentada desde el modelo masculino y heteronormativo en los espacios públicos, y que, desde la institucionalidad, han logrado mantenerse y reproducirse. No obstante, dentro de los mismos contrapúblicos siguen existiendo tensiones que terminan en conflictos y mezquindades dentro de lo que debería considerarse un espacio democrático.
Sin querer disminuir la discusión vinculada con el tema, es necesario reflexionar en torno al tema de la representatividad dentro de los espacios de movilización. ¿Cómo sentirnos identificados e identificadas cuando se siguen presentando hechos de violencia directa y simbólica? Tal vez algunos de los puntos para reflexionar es la naturalización que se le ha querido imponer a la discusión del reconocimiento del género dentro de los espacios de movilización.
En todo caso, y reconociendo lo limitado de esta pequeña reflexión, deconstruir el patriarcado, el machismo y la heteronormatividad es una tarea que debe involucrar al movimiento social en su conjunto, pues no nos podemos sentir representados y representadas en escenarios que se consideran diversos, pero que siguen reproduciendo comportamientos excluyentes y violentos.