Como todo pueblo del Cesar, Zapatosa es tierra ganadera, pesquera y agrícola. Es un municipio desconocido en Colombia por muchos, y algunos solo saben que existe por la gran extensión de agua dulce, como lo es la Ciénaga grande que lleva su nombre.
Mitos, leyendas, tradiciones y folclor encierran a este corregimiento, situado a escasos minutos del municipo de Pailitas, y a pocas horas de la capital del departamento, Valledupar.
Una de las tradiciones que caracterizan a los zapatoseros, y que a pesar del transcurrir del tiempo no se ha perdido, es la elaboración de los dulces caseros como panochas, quequis o paledonias de coco, tamales, quesitos y cocadas.
Todos estos exquisitos pasabocas, por llamarlos de esta manera, tienen diferentes modos de preparación, al igual que diversos ingredientes.
Son muchas las mujeres y familias que se dedican desde hace más de cuarenta años a la elaboración de estos deliciosos dulces, los cuales han quedado como herencia a sus hijos y nietos, pero algunos de ellos han dejado perder la tradición al no dedicarse al negocio tras el fallecimiento de la abuela o de la madre, o muchas de ellas dejaron el negocio por cansancio y por quebrantos de salud.
La señora Ana María Flórian es una de las habitantes de Zapatosa que desde su juventud elabora las panochas de dulces, y es una de las pocas que ha mantenido la tradición vigente.
En hornos artesanales construidos con barro, estiércol de vaca y con algunos ladrillos, se elaboran las famosas panochas, pero estos han sido destruidos por sus dueñas o familiares de ellas, y otros el tiempo los han vencido.
En el corregimiento solo se tiene conocimiento de dos hornos artesanales de seis que habían en total.
La señora Ana Flórian afirma que ha sacado adelante a sus hijos y nietos, quienes a diferencia de otras señoras que también se dedican a la elaboración de panochas, han seguido adelante endulzando los paladares de propios y visitantes que apenas llegan al pueblo preguntan por las panochas de Ana María Flórian.
La señora Mariana Calleja fue la primera mujer zapatosera que se dedicaba a la elaboración de quequis o paledonia de coco. Estos eran muy apetecidos y tenían mucha demanda en la región, pero llegó lo inesperado: la señora Mayo, como era conocida por su familia y amigos, falleció. Con ella se fue también la tradición de los quequis.
Desde entonces otras señoras como Ana Elena Pedraza se han dedicado a la elaboración de los quequis, y de otros dulces que vende al detal y por mayor, y afirma que ha sacado adelante a su familia.
Empujando un triciclo, la señora Ana Elena recorre las calles polvorientas, destapadas y pavimentadas, ofrece casa por casa los famosos quequis; y en otras ocasiones elabora tamales, cocadas, entre otras.