A mi muro de Facebook llegó un vídeo sobre 48 afirmaciones que los hombres escuchaban a lo largo de su vida y que de tanto oírlas terminaban convirtiéndolos en los machos que todas en algún momento, o en varios momentos de la vida, hemos soportado. Lo primero que pensé al ver el vídeo fue, ¿por qué mejor no sacan uno que les explique a las mujeres qué es lo que aprenden a lo largo de sus vidas para que se enamoren, amen o padezcan a su maltratador o potencial asesino?
Esta es mi reflexión de los últimos tiempos, ¿en qué madera estamos moldeadas las mujeres para no ver el monstruo cuando lo tenemos en frente? Dormimos con él, le servimos y, aún en los peores momentos, cuando la han cagado mil veces, lo entendemos, lo escuchamos, y permitimos que venga a nuestra casa, a nuestro trabajo, que nos aborde en la calle o en el teléfono, que nos pregunte sobre nuestra vida personal, que nos critique nuestras amistades, nuestra vestimenta, que nos insulte o nos mortifique o que nos mate con sus propias manos.
Que el Estado no nos proteja, que la policía no actúe, que no hagan nada, es entendible, pues todos ellos han recibido los 48 mensajes a lo largo de su vida que se pueden resumir en uno solo: “las mujeres no valen nada, solo valen cuando están a nuestro servicio, porque nosotros, los hombres, somos la imagen y semejanza de Dios.” Pero, lo que no es entendible es que las mujeres lo permitamos. Que sigamos creyendo que nuestra pareja o ex pareja tiene la potestad de abordarnos aún cuando tenga una orden judicial que le prohíba acercarse, que nadie haga nada para evitarlo, que nuestro asesino pueda llegar como Pedro por su casa a matarnos sin que nadie se lo impida, eso no es entendible.
En esta ya larga historia de adoctrinamiento patriarcal, las mujeres hemos perdido algo que hasta el animal más primario tiene bien puesto, el instinto de supervivencia. Las mujeres no. Nuestro asesino puede llegar, entrar y matar con el beneplácito de toda la comunidad, de nuestra propia familia y de nuestra propia madre. Hace algunos años en Cali un ex marido vino a visitar a la mujer de la que se había separado hacía varios años ya, dizque para saludarla y saludar a las hijas de ambos. El asesino entró a la casa porque la mujer le abrió la puerta y él la mató delante de sus propias hijas. Natalia Ponce de León bajó a la portería de su residencia porque un casi desconocido la solicitó por el citófono, sin saber para qué, de amable y querida. También supe de una mujer que se cansó de las infidelidades de su pareja y decidió divorciarse, pero mientras salía la escritura de la liquidación de la sociedad conyugal tenía que “convivir” con el ex en la misma casa, hasta que una noche la mató.
Muchas personas, incluso psicólogas aconsejan a las mujeres seguir teniendo buenas relaciones con el ex marido, en aras de la civilidad y la convivencia. Incluso hay quienes dicen que si te hace daño es porque aún te amaba. No debemos seguir creyendo eso. Pienso que cuando una relación se daña por las razones que sea, la distancia es la mejor opción, la única. Al ex hay que tenerlo a millas, por prevención e instinto de supervivencia. ¡Vade retro!
Nota final: sé que hay hombres que han superado su mala educación milenaria. También, sé que hay mujeres que no permiten que esto pase y que ponen a sus ex a buena distancia. A ellos y ellas, que son las excepciones, no les cabe este guante.