Lo que estamos viendo desde el día en que la mitad del país que vota saltó de alegría con el triunfo de Gustavo Petro es el permanente discutir en los medios -los hablados, los escritos y los televisivos- en torno al significado de los muchos esfuerzos realizados por Petro con el fin de acercarse a las fuerzas que no hicieron parte de la coalición que le permitió ganar las elecciones.
Tales acercamientos representan para algunos un paso en el sentido correcto, pues no de otra forma podría espantar el miedo que a su figura acertaron en crearle los demás candidatos, como lo demostró el escaso margen de votos que logró sacarle al último de ellos, un soberano desconocido en todas estas tierras de Dios, salvo en Bucaramanga, en la que es bien conocido y mal recordado por su nada pulcra administración de ese municipio.
Para otros, en cambio, constituyen un riesgo para el presidente electo, pues tarde o temprano, y seguramente más temprano que tarde, tendrá que atenuar sus ímpetus y, ojalá no, desvirtuar en algo su programa, en aras de mantener consigo los respaldos que tanto necesita para conservar la gobernabilidad.
¿Dónde está la razón?
A mi modo de ver, está de lado y lado, pues no hay nada incongruente entre las dos posturas. Por lo que atañe a sus fuerzas congresuales, el de Petro será un mandato débil si no logra reforzarlas, como está pretendiendo hacerlo, hasta ahora con resultados positivos. Pero algunos de los que se le están arrimando lo hacen,no solo con la intensión de quedar en la foto del vencedor, sino de preservar sus actuales privilegios y garantizar que el programa de gobierno, si se hace realidad, lo sea con el menor rigor posible, al menos en lo que tañe a sus particulares intereses.
Poder evitar que la derecha salga gananciosa en tales pretensiones es de conveniencia para Petro, pero aún más para la gran masa de colombianos que tanto necesitan de las transformaciones que el entrante presidente encarna. Petro lo sabe, y por eso tiene que iniciar su mandato procurando desmontar la mayor suma de rechazos posible, con lo cual logrará atenuar el miedo de quienes, movidos por tal sentimiento, votaron por Rodolfo Hernández.
Pero sabe también que si no quiere pasar a la historia como un presidente más, tendrá que apretar las clavijas en el momento oportuno, que será el que se presente cuando tenga a su lado a todo un pueblo organizado y dispuesto a no dejar que se frustren las ilusiones que él mismo le alimentó en campaña. Este es su reto, y a él se consagrará.