Hace algo más de veinte años escribí una nota que titulé “Las mentiras de la realidad virtual y las verdades de la realidad real”, que tuvo cierta difusión por internet. Claro, en una época en la que no existían las redes de hoy. Uno enviaba artículos a alguna página que los reproducía y los lectores eran solo los seguidores de ella. Hoy las cosas son distintas, existen inmensas posibilidades de publicar y difundir cualquier nota. Con mayor razón la información.
O la desinformación, que ya no sabe uno diferenciar muy bien. En la reciente entrevista concedida por el presidente ruso a Tucker Carlson, Vladimir Putin se refiere, entre otras interesantes reflexiones, a la existencia de la propaganda y su poder por parte de los Estados Unidos, dejando constancia del inmenso poder de esta, inigualable por las otras potencias. Controlan todos los grandes medios de su país y la mayor parte de los del mundo entero.
Así que pueden hacerle creer lo que quieran. Basta con que lo digan sus presidentes o jefes de departamentos federales, para que sobrevenga el eco inmediato la todopoderosa red noticiosa, convirtiéndolo en verdad indiscutible para la opinión general, a la que se encargan de domar en el rechazo a la versión contraria. Valga el ejemplo de la guerra en Ucrania, sobre la cual, con toda seguridad, los norteamericanos escucharon algo distinto por primera vez.
Al menos con semejante dimensión. Todas las grandes cadenas informativas tuvieron que referirse a la entrevista y sus más de doscientos millones de vistas imposibles de ocultar. Lo que nos lleva a preguntarnos por qué pudo ocurrir algo así. La respuesta está a la vista, la campaña por la presidencia de los Estados Unidos. La rusofobia inyectada en el público norteamericano ha sido quebrantada por cuenta de las necesidades políticas del señor Trump.
Lo cual viene a demostrar que nada es definitivo, que todo depende de los intereses en juego. El poder vigente determinará la versión que conviene sembrar en la mente de la masa. No sabemos exactamente cómo, pero es evidente que la relación con Rusia cambiará si pierde la presidencia el señor Biden. De quien por cierto han dejado filtrar a los medios, nuevamente por los intereses en juego, la versión oficial sobre su incapacidad mental.
Como decían nuestros abuelos, en pelea de compadres salen a relucir verdades. O, expresándolo de otro modo, se descubren sus mentiras. Desde luego que todo el aparataje mediático volverá a construir la versión que necesita fijar en el colectivo, no faltaba más. La verdad nunca será la prioridad para los amos. Lo que realmente vale, es tener claro que el poder y los medios siempre estarán en función de manipular nuestro entendimiento de las cosas.
El ejemplo más ilustrativo es el genocidio de Israel contra el pueblo palestino, algo imposible de ocultar, dada la difusión que sobre los hechos se cuela en las redes sociales. Sin embargo, Estados Unidos, la Unión Europea e Israel oficialmente insisten en la versión de que este último se defiende legítimamente, además de que no existe la menor evidencia sobre su comisión de delitos contra la humanidad o crímenes de guerra.
Por ningún motivo pueden negar el apoyo a Israel, haga lo que haga. No importa que, públicamente, Netanyahu defienda la doctrina de Amalek, que aplaude e incluso bendice el despojo y el exterminio del pueblo palestino. Ni que sus ministros justifiquen abiertamente los crímenes de persecución y destierro en masa contra Palestina. Ni que el ejército, la prensa y el pueblo sionistas celebren alborozados la masacre en curso.
Tratándose del apartheid contra Palestina no existen los derechos humanos ni norma alguna del derecho internacional, meras categorías a emplear contra gobiernos a los que interesa desprestigiar y derrocar
Tratándose del apartheid contra Palestina no existen los derechos humanos ni norma alguna del derecho internacional, meras categorías a emplear contra gobiernos a los que interesa desprestigiar y derrocar. Como ocurre contra Cuba o Venezuela, países en donde sus pueblos emprendieron caminos distintos a los admitidos por los Estados Unidos. Ningún medio poderoso condena a Israel, como sí hacen coro para señalar a Irán.
Que, entre otras cosas, no ve uno por qué odian así. Salvo el hecho de que Israel lo vea como su más temible rival. Mucho pueden los omnipotentes capitales judíos en los Estados Unidos y Europa, está visto cómo doblegan sus gobiernos. Y como imponen su cartilla a los principales medios de comunicación. De lo cual saben mucho los poderes reales enquistados en Colombia, empeñados en difamar y derrocar el proyecto que encabezó Petro.
El pasado jueves convencieron a casi todo el país de que se estaba produciendo una toma del Palacio de Justicia, como en 1985. Los magistrados aterrorizados por una turba de violentos estaban siendo evacuados por helicópteros para salvarles la vida, mientras el presidente no hacía nada, al igual que Belisario Betancur. También aquí se asientan poderosísimos intereses que se empeñan en construir monstruos a los que hay que temer y odiar.