Es increíble, mientras en los países desarrollados las monarquías se encuentran en el ojo del huracán porque las consideran gastos exagerados para los respectivos países sin funciones realmente claras, nosotros en medio de la búsqueda del desarrollo, nos hemos inventado nuestras propias monarquías. Este es uno de los contrasentidos de nuestras propias sociedades. Por lo menos dos tipos de estos sistemas obsoletos parecen florecer en Colombia. El primero tiene que ver el que se relaciona con la riqueza y el segundo, igual o más preocupante, es el que tiene que ver con la política. Los apellidos ilustres que en su momento jugaron un papel importante en términos de la descendencia, hoy si no tienen fortunas como sucede con frecuencia, realmente poco importan en la sociedad.
Pero las otras dos falsas monarquías nos están causando mucho daño. La que se origina en la riqueza no solo puede resultar realmente ineficiente en términos de los beneficios para la sociedad sino que pueden tener una alta dosis de injusticia. Es ineficiente en términos sociales porque obviamente con excepciones, dejan por fuera de posibilidades reales a muchos elementos valiosos del país que podrían desempeñar con lujo muchas funciones de muchísima responsabilidad al no pertenecer a familiares de los ricos. Claro que está el contrargumento en un país como Colombia donde si algo está estratificado es la educación, lo que lleva a asegurar que precisamente los descendientes de estas monarquías de dinero los que han tenido la mejor educación posible, la mejor alimentación, la mejor vida que aquellos que crecen con limitaciones. Eso puede ser cierto pero la riqueza no garantiza la inteligencia, especialmente en el mundo de hoy. Si no lo creen, miren a Bill Gates que no es el fruto de ninguna monarquía por dinero. Más bien él puede ser el responsable de una de ellas.
Pensar que la monarquía política aportará
los mejores elementos de la sociedad
es por definición la excepción y no la regla
Pero la monarquía que es realmente un peligro para un país lleno de retos como el nuestro, es, o mejor son, porque no se trata de una sola sino de muchas, las que se originan en la política. O, mejor dicho, por esta política perversa que prolifera entre nosotros. En este caso tanto la ineficiencia como la injusticia no tienen nombre. Claro que hay políticos brillantes y honestos pero se pueden contar con los dedos de la mano. Pero desgraciadamente ahora porque no siempre ha sido así, los más exitosos son con demasiada frecuencia, los más corruptos. Por ello pensar que la monarquía política aportará los mejores elementos de la sociedad es por definición la excepción y no la regla. Por el contrario, aun buenos políticos tienen herederos mediocres, luego la ineficiencia es total. Pero también la injusticia es mayor no solo porque como en el caso anterior excluye a gente capaz y con verdadera vocación de servicio público, sino porque ¿cuántos de esos herederos políticos no preferirían otro destino? ¿Quién dijo que de un buen senador nace otro igual o mejor? Pero lo que sí es casi seguro es que de un mal político nace otro peor.
Por ello eso de dejar como herencia una curul, no es lo más recomendable ni siquiera para usted Senador Serpa, que ha sido dentro de la vieja política alguien meritorio, sin duda. Con todo respeto, Horacio José resultó más sabio que el papá porque con razón le pidió tiempo. No solo dele tiempo, sino la oportunidad de escoger, por el bien de él y de pronto del país. De pronto al anunciarle la herencia de su senatoria le está cortando las alas a un gran profesional en otro campo. Piénselo. Sería una gran lección para aquellos políticos de mala conducta que transmiten como nadie sus vicios en la política.
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