Sus últimos días en la Fundación Santa Fe Víctor Carranza recibió, por aparte, a sus nueve hijos. Débil, pero sin dejar de ser el hombre autoritario que siempre fue, les dio la orden de no pelear por la herencia. —Hay bastante para todos y ya todo está arreglado— les repetía mientras el cáncer se lo llevaba. El zar de las esmeraldas murió el 4 de abril de 2013.
El siguiente día fue tal vez el único y último en que los nueve hijos de Víctor Carranza se vieron, cinco del matrimonio legal con su prima Blanca Carraza con quien estuvo casado por más de 50 años y quien lo acompañó a su lecho de muerte y sus otras hijas, de cuatro mamás distintas, tres de ellas aceptadas por él y una que no tiene su apellido, pero sí aspiraciones en la herencia.
En pleno velorio pactaron repartir los bienes de Carranza sin disputas, promesa que solo duró un par de horas. Blanca Carranza y sus cuatro hijos pusieron sobre la mesa solo 25 bienes que buscaban repartir entre todos, sin embargo, las hijas por fuera del matrimonio, representadas por Ómar Suárez y Federmán Ocampo, alegan que la riqueza de Carranza es mucho mayor. Dos de ellas incluso, bajo acciones de tutela hacen una relación de algunos de los bienes sobre los que piden participación.
Entre los valiosos terrenos, la mayoría en el Meta, donde están concentradas sus más grandes propiedades, como la finca el Moricichito, de 10 mil hectáreas y avaluada en más de $40 mil millones; la finca la Toaja, de mil hectáreas que vale unos $20 mil millones. También están allí las fincas El Porvenir, La Sonora San José y Agualinda, que se estiman en $150 mil millones.
Según sus hijas, el zar también tenía bastas propiedades en la sabana de Bogotá, en Tolima, Boyacá. Otras de las joyas que sobresale es el hotel Lord Pierre en San Andrés, y una gigante finca en Sopó llamada El Bosque, que colinda con la plata de Alpina, que vale más de $100 mil millones, así como acciones y titularidad en decenas de empresas de turismo, ganaderas y mineras, entre las que están Tecminas, Santa Rosa, Coexminas, sobre las que hay demanda.
Aun cuando el zar dejó la repartición de sus bienes en manos de su abogado de confianza, Jorge Alirio Roa, ya han pasado ocho años y el proceso está quieto. Los intentos de negociar con las hijas extramatrimoniales no han resultado. Roa, en representación de la familia Carranza Carranza les ha ofrecido dos mil millones de pesos a las otras hijas por sus derechos patrimoniales, ofrecimiento que ha sido rechazado por considerarlo muy bajo.
La demanda de las hijas Carranza que está en el juzgado tercero de familia estima los bienes del zar de las esmeraldas en unos $ 500 mil millones, cifra que Blanca y sus hijos desestiman, sin contar las cuentas que han logrado rastrear en Hong Kong, Panamá, Emiratos Árabes, Suiza y otros paraísos fiscales.
Hoy, quienes están administrando los negocios, las tierras y del zar son Luz Mery y Hollman, el único Carranza que heredó el gusto de su padre por las esmeraldas y quien actualmente es socio de Edwin Molina, nieto del otrora zar en el negocio y socio de Víctor Carranza, Gilberto Molina, quien fue asesinado en febrero de 1989 por Gonzalo Rodríguez Gacha, el mexicano.
Por solicitud de la defensa de las hijas que no son del matrimonio, quienes están muy unidas en la pelea, tanto la Procuraduría como la Fiscalía tienen ya los ojos puestos en el proceso. Hay temor, de cómo se ha hecho hasta el momento se intenten negociaciones por debajo de la mesa para desaparecer los bienes del zar, quien llegó a ser uno de los más ricos del país.
