“Un populista debe ser naturalmente autoritario. Un republicano debiera liderar desde la virtud personal, desde el ejemplo que contagia valores y persuade. Pero, el populismo aventaja al republicanismo por ser casi una pulsión natural e íntima del ser humano”: Pablo Ignacio Rossi
De todos los pintorescos candidatos postulados a descansar sus posaderas en la silla presidencial este 2022 el más pinochesco e incoherente es Gustavo Petro.
Previo a esto y a los que van a lanzarse a despotricar contra mí para defender a su mitómano adorado les aclaro que no me molesta que me digan fascista, uribestia, paraco, ultroso de derecha, oligarca o cualquier otro título que siempre usan como “argumento” contra aquellos que se babean frente al discurso facilón y falsario de don Gustavo Petro.
Yo creo que este señor es falso de cabo a rabo. Ha escrito un libro autobiográfico donde pululan las falsedades, esto de acuerdo a personas que lo conocieron y lo conocen realmente, hasta todas las falsedades que se inventa para poder obnubilar a sus fanáticos defensores y seguidores.
No dudo de que de Zuluaga para abajo todos mienten (es la naturaleza de todo político); pero don Petro se ha doctorado en este tema. Parece que en La Habana ofrecen este posgrado de mentirología de manera gratuita a cualquier aspirante a tiranuelo de nuestras pobres republiquetas bananeras.
El problema con el señor Petro es que no solo miente, sino que parece que tiene una falta total de sentido común, de capacidad autocrítica y de conocimientos reales de economía (más allá de su pensamiento arcaico basado en un modelo ideológico que ya ha demostrado su imposibilidad de aplicación en muchas oportunidades).
Pero lo que sí es verdad es que sus ideas son casi tan absurdas como aquellas propuestas por Gabriel Antonio Goyeneche, el eterno candidato independiente que participó en los procesos electorales desde 1958 hasta 1974. Pero, por lo menos, Goyeneche lo hacía sin mala intención y desde una cierta ignorancia; valga recordar sus propuestas de echar cemento al río Magdalena para hacer la autopista a la costa o la de poner una gran marquesina sobre Bogotá para evitar que los ciudadanos se mojaran con la eterna llovizna que caía en aquellos tiempos sobre la ciudad.
Desde sustituir la renta petrolera sembrando aguacates hasta la idea de imprimir billetes para acabar con la pobreza, Petro o es un mentiroso compulsivo, un descarado humorista que se carcajea en nuestra cara o sencillamente un ignaro en cuestiones generales de Estado. Un individuo al que le quedó grande un sistema de transporte como TransMilenio, que no acertó a lograr un avance, aunque sea mínimo, en el Metro para Bogotá y que promovió un desorden en la recogida de basuras de la ciudad pretende construir un (imaginario) ferrocarril hasta la costa.
El señor Petro demostró que era un pésimo administrador en la alcaldía más importante del país. Promovió desorden en la principal plaza de la ciudad y dejó que el grafiteo, la inseguridad, la droga y el desorden total se tomaran la capital del país. Con ese currículo desea llegar a gobernar todo un país.
Pero no le faltarán excusas al mentiroso crónico y, no lo duden, dirá que la oligarquía no lo deja gobernar; se lanzará lanza en ristre contra cualquiera que acierte a mostrarle sus desaciertos, pedirá nueva constitución, intentará corromper a los poderes establecidos, buscará destruir la poca moral que queda en las instituciones, se servirá de los recursos del Estado para promover su ideología, en fin, buscará destruir espiritualmente al país, destrozará de manera grave la poca estabilidad económica que existe y será un nuevo aspirante a tirano en esta América dejada de Dios.
Y llegará al poder sobre el apocalíptico caballo de la mentira. Seguirá engañando per saecula saeculorum porque su vida política siempre se ha basado en la mitomanía. Lo peor es que cuando lo tengamos aposentado en la Casa de Nariño, este señor tratará por todos los medios de quedarse eternamente en el poder. Lo ha ansiado tanto que cuando lo tenga en sus manos no querrá soltarlo.
No faltará el petrista que se aboque a insultarme, pero, por mi parte, solo les digo que, a diferencia de aquellos que siguen a caudillos como don Petro, yo solo creo en valores como la libertad y en hechos como que a Colombia no le hacen falta más populistas sino un verdadero administrador y un capacitado estadista, dos cosas que este señor no representa y, desafortunadamente, nunca representará.