Los hermanos Francisco y Catalina Uribe Noguera actuaron con desesperación ante la realidad que encontraron la tarde del 4 de diciembre del 2016 en el edificio Equus 66: un hermano enloquecido intentando ocultar un hecho atroz: la pequeña Yuliana Zamboní había sido asesinada. En el intento de los hermanos por proteger a Rafaél, según la Fiscalía, modificaron la escena del crimen y algo más grave aún: la destrucción de pruebas, acusación que podría llevarlos a la cárcel. La versión que ellos dieron al ente acusador era incongruente. Las piezas del rompecabezas no encajaban.
Cuando el abogado Francisco Uribe Noguera encontró el zapato de una niña en la camioneta de su esposa, detenido en el parqueadero del edificio Equus 66, lo primero que hizo fue llamar a su abogado. Eran las cuatro de la tarde del domingo 4 de diciembre del 2016. Él había sido informado por el Gaula a las dos de la tarde de que su hermano Rafaél era el principal sospechoso del secuestro de una niña. Francisco, al ver el nerviosismo de Fernando Merchán, el celador del edificio, decidió subir a hablar con su hermano. Tocó una y otra vez la puerta y nadie contestó. Afuera, en el pasillo del apartamento, olía a cigarrillo: Rafaél estaba adentro. Según Francisco él entró al apartamento por la terraza, incluso arriesgando su vida porque tenía que saltar un muro de tres metros. Dentro del apartamento había aceite regado en el piso, botellas de aguardiente y colillas. Lo buscó por todo el lugar hasta que lo encontró acurrucado, casi inconsciente por la borrachera y la cocaína que había ingerido. Le preguntó por la niña y el respondió que no sabía dónde estaba porque la había bajado en la calle 65 con Circunvalar. Con esa información obtenida Francisco no llamó a los investigadores que lo acosaban por el teléfono. ¿Ocurrió realmente esta conversación? Francisco Uribe Noguera dijo que era una costumbre de su hermano, una vez se emborrachaba, embadurnarse el cuerpo de aceite. Varios peritos consultados afirman que no hay nada mejor para borrar huellas que el aceite.
La prioridad para Francisco dejó de ser la desaparición de una niña y se concentró en atender a su hermano. Al llamar al abogado le preguntó qué hacía con su hermano que al parecer estaba tan ido por culpa de la coca y el trago que su vida corría peligro. Él y su hermana Catalina no llamaron a una ambulancia como corresponde a alguien que estaba en tan mal estado de salud, sino que tomaron un taxi y lo llevaron a la clínica siquiátrica Monserrat en donde no fue aceptado. Después corrieron a la clínica Navarra y lo internaron por un problema cardiaco que, según quedó comprobado, nunca tuvo. Mientras tanto la niña Yuliana Samboní nunca fue buscada por los Uribe Noguera a pesar de que el Gaula estaba encima de ellos.
En el taxi, en medio de la nebulosa en la que estaba, Rafael Uribe Noguera le confesó que había matado a la niña. Francisco, en vez de desviar el curso y entregarlo a la policía, decidió seguir hasta la Clínica Cardiovascular Navarra y, una vez internado en el centro de salud, le contó al Gaula que su hermano había matado a la niña. La excusa que dio Francisco Uribe Noguera fue la de que en ese momento “no estábamos manejando un problema de homicidio sino tratando de presionar a una persona gravemente enferma para que nos contara qué pasó con la niña desaparecida”. Tres meses después de que ocurrieran los hechos no se ha podido comprobar que Uribe Noguera hubiera estado mal de salud.
Las incongruencias salen por todas partes. Los hermanos Uribe Noguera llegaron al Equus 66 a las 3:40 de la tarde. Solo a las ocho de la noche le contaron todo al Gaula en esas cuatro horas ¿hubo el tiempo suficiente para acomodar la escena del crimen y limpiar con aceite el cuerpo de la niña?, se borraron las cuentas del asesino en Facebook y Twitter, además de que se borraron los mensajes por WhatsApp; según estudios médicos Rafael Uribe Noguera consumió droga y alcohol en ese lapsus y es probable que sea en esas horas en las que se emborrachó. Fue rechazado en la clínica siquiátrica Monserrat y admitido en la Navarra. Además la única persona que atestiguó que ni Catalina ni Francisco habían visto a Yuliana Samboní muerta fue el propio asesino. Además la Fiscalía afirma que una mujer ingresó al apartamento en ese lapso de tiempo. Los hermanos Uribe Noguera nunca hablan de ella en su versión.
Todas esas incongruencias llevaron a que la Fiscalía les imputara cargos por delitos de favorecimiento en homicidio y secuestro por destrucción de pruebas que los podría llevar a la cárcel. Además el Tribunal Superior de Bogotá avaló la petición de la Fiscalía General de usar en el proceso los mensajes recuperados en Estados Unidos, que fueron borrados de la aplicación WhatsApp el día del crimen.
Publicada originalmente el 29 de jun. de 2017.