El pasado 17 de enero descubrí en redes sociales una imagen altamente difundida por el ex presidente Álvaro Uribe y sus epígonos. En ella, se comparaban las tasas de cambio entre el peso y el dólar el día de su posesión --$2,670.61 pesos-- el día en que dejó la presidencia --$1,815.46 pesos-- y la tasa para el 15 de enero de este año --$3,240.71 pesos--.
Una extraña mezcla de pena ajena e indignación invadió mi cabeza inmediatamente. ¿Cómo alguien puede manipular, con tamaño cinismo, a la gente, que poco o nada sabe de los determinantes macroeconómicos de la tasa de cambio? En seguida recordé de quién se trataba y mi estupor desapareció.
No es de extrañar que alguien que es capaz de hacer política con militares y policías muertos o secuestrados por la guerrilla utilice algo tan etéreo como el tipo de cambio para apalancarse en su populismo y reafirmar su oposición al Gobierno. Como si fuera una cifra de homicidios o de robos, de las cuales siempre se desea que tiendan a la baja, la imagen conlleva a una interpretación bastante mediocre, equívoca y claramente malintencionada de la tasa de cambio. Es aprovecharse arteramente de la desinformación de la población y a la vez cubrir su complicidad en las causas de las actuales condiciones de la economía colombiana.
Tanto Uribe como sus vástagos en el Congreso saben que lo que plantea la imagen es ridículo. Sin embargo, frente a una horda ignara en estos temas, engañar da votos. Y es que cualquier persona con un mínimo conocimiento de macroeconomía y en especial, de la tasa de cambio, sabe que existe un sinfín de determinantes en las fluctuaciones de esta y que ni es muy bueno que la moneda se revalúe mucho, como sucedió en todo el mandato de Uribe (a excepción de la crisis del 2008) y en casi todo Santos I, ni que se devalúe bastante, como sucede hoy en Santos II. Para entender esto, debemos abordar el modelo rentista que aplicó Uribe durante la década pasada, el mismo que implementaron los socialistas del siglo XXI que tanto ataca.
¿Por qué el dólar bajó de $2.700 a $1.800 pesos durante el mandato de Uribe y hoy con Santos llega a los $3.200? No fue mediante una exitosa estrategia, en pro de que sus votantes tuvieran mayor poder adquisitivo en las playas de Miami, que Santos desmanteló. Fue gracias a la excesiva concentración de nuestra canasta exportadora en materias primas, pues eran las que estaban al alza durante el boom de la década pasada. Verbi gracia, petróleo, carbón, níquel, oro, entre otros. La concentración fue tal que casi el 70 % de la canasta exportadora depende de estos. Entre petróleo y sus derivados acaparan el 50 %. Nos inundamos de capitales extranjeros golondrina y los dólares se hicieron abundantes, relativamente, frente al peso, el cual se terminó fortaleciendo. Esta estrategia se acentuó con Santos I, a tal punto que, mientras el petróleo tocaba máximos históricos, el dólar llegaba a los $1,700 pesos.
Mientras todo esto pasaba, el agro y la industria se quebraban paulatinamente, pues eran menos competitivos frente un dólar tan barato. Esta socavación de nuestra estructura productiva es lo que se conoce como enfermedad holandesa. Igualmente, los ingresos petroleros que recibieron Uribe y Santos difícilmente se invirtieron en educación y salud, o por lo menos se guardaron (como hizo Noruega) para las vacas flacas. Hoy, la excesiva dependencia de los precios del petróleo que nos heredó Uribe nos pasa la cuenta de cobro con este y los demás commodities a la baja. Todo esto se hubiera podido evitar, o al menos mitigar, si en la década pasada se hubiera aplicado un modelo productivo que diversificara nuestra canasta exportadora y no uno rentista, inherente a las repúblicas bananeras.
¡Que nadie se deje meter los dedos en la boca! El guayabo de la enfermedad holandesa que padecemos hoy con inflación, desaceleración y devaluación es consecuencia directa de las decisiones que se tomaron en los gobiernos de Uribe y que hoy sigue tomando Santos. Engañar a la población, con la tasa de cambio como insumo demagógico, es sencillamente repugnante.