Si observamos bien las actitudes cotidianas de la clase empotrada en los gobiernos de muchos países capitalistas, vemos cómo esta gente ha cambiado su engañosa sencillez por el boato, su lenguaje aparentemente humilde por el altisonante y apabullante vozarrón, su farisaica sinceridad por las cínicas mentiras: es una táctica trazada no sé por quién, pero muy parecida a la usada por Hitler, Franco, Videla, Pinochet y todos los dictadores que en el mundo han sido.
Agotadas las buenas maneras de gobernar se recurre a la estridencia agresiva y a la fuerza para imponer su omnímoda voluntad. O si no, vean los gestos burlescos y groseros de Trump, el autoritarismo militarista de Bolsonaro, a Lenin Moreno, a los golpistas de Bolivia, al presidente de Honduras, a los supuestos demócratas opositores a la revolución bolivariana, a esa gallada del gobernante Centro Democrático en Colombia; recuerden a Fujimori, a Macri, a Peña Nieto.
Todos ellos actúan considerándose dueños absolutos de la verdad; no son amigos de los concursos de méritos para llenar cargos importantes, les basta con que los escogidos a dedo hayan estado comprometidos con su misma ideología política; suelen estar aliados con los grupos religiosos de extrema derecha porque a su lado obtienen abultados resultados electorales. Su interés en el poder es garantizar la estabilidad del capitalismo neoliberal y de esta manera conservar sus enormes riquezas y privilegios; son enemigos de la igualdad social y de cualquier solidaridad con los sectores empobrecidos a quienes responsabilizan de su propia miseria dizque por ignorantes y perezosos.
El atraso científico de la mayoría de ellos es extremo: Trump, por ejemplo, cree que el creciente calentamiento del planeta es una mentira, que no existe el tal cambio climático; Bolsonaro no reconoce la importancia ambiental de la Amazonía y apoya que sea quemada para dedicarla a la ganadería y a cultivos industriales, incluso sostiene que los pueblos indígenas no han alcanzado la categoría de personas. En Colombia podría elaborarse una larga lista de sandeces escuchadas a varios representantes del partido gobernante: que Colombia tiene que recurrir a otras formas de contratación laboral, por horas o días, que el Estado no requiere ingenieros de sistemas de tiempo completo, pues su trabajo diario lo puede cumplir en dos horas; que para qué formamos tantos psicólogos y sociólogos, hay demasiados; que la historia no es como nos consta o como nos la han enseñado reconocidos historiadores y humanistas; según ellos, por ejemplo, en Colombia no ha existido conflicto armado ni las fuerzas militares han realizado ejecuciones extrajudiciales, y que quienes se oponen al fracking por ser perjudicial para el medio ambiente son unos mentirosos, que la Amazonia hay que reducirla al estilo Bolsonaro, que ciencias como la Historia y la Filosofía deben ser memorizadas de los textos tradicionales incompletos, mentirosos y parcializados de Henao y Arrubla, Díaz Granados, etc., de los catecismos del padre Faría o por pastores religiosos, cuyas únicas fuentes son la Biblia y los Salmos.
Dicen estar interesados en el desarrollo de la inteligencia artificial, de la tecnología 5G, de la informática y las ciencias en general. Sin embargo, si no logran controlar estos adelantos, como lo han hecho siempre con los medios de comunicación tradicionales, es posible que estén equivocados y que más bien estos avances generen su autodestrucción. Esperemos que se imponga la verdad sobre la mentira.