En septiembre pasado, once excomandantes de las Farc le entregaron a la JEP su versión colectiva sobre el caso 001: secuestros o retenciones ilegales. La sala de reconocimiento presidida por Julieta Lemaitre recibió el documento de 135 páginas sobre el cautiverio de militares, personas civiles incluidos políticos, ganaderos, comerciantes. Varios protagonistas de estos secuestros como el fallecido comandante del Bloque Oriental, el Mono Jojoy y carceleros Gerardo Antonio Aguilar, alias “César”; Alexander Farfán Suárez, alias ‘Gafas’ y Martín Sombra no aportaron sus testimonios.
Uno de los casos que incluyó el informe fue el de la excandidata presidencial Ingrid Betancourt, quien estuvo cautiva seis años en las selvas del sur del país.
La JEP no ha publicado el documento de la versión de las FARC, pero el diario EL Espectador filtró algunos apartes. Justifican la intensificación de la vigilancia y las cadenas en su cuello y piernas a los riesgos de huida y amenazas de rescate por presencia cercana de la tropa. “Este hecho pudo generar incomodidad a Ingrid Betancourt en momentos del baño o de hacer sus necesidades, pero no podíamos dejarla hacer esas actividades sin guardia, más cuando ella había aprovechado en el pasado momentos así para tratar de fugarse”, dice el documento.
Los exguerrilleros testigos del cautiverio, como Joaquín Gómez, comandante entonces del Bloque Sur, detallaron las eventualidades que vivió Ingrid Betancourt. Desde vivir junto a otros secuestrados en un campamento con camarotes, patio para el lavado y hacer yoga hasta los intensos operativos de la seguridad democrática y la falta de comida y medicamentos, son algunos de los hechos que relatan en el archivo.
Ingrid Betancourt reaccionó duramente en esta carta enviada a JEP:
JULIETA LEMAITRE RIPOLL
Magistrada, Sala de Reconocimiento de Verdad, Responsabilidad y de Determinación de los Hechos y Conductas
Estimada magistrada,
Ante ayer, el 22 de febrero de 2020, fue publicado en El Espectador un recuento de la versión dada ante la JEP por las FARC sobre las condiciones de mi secuestro bajo el título: ”El secuestro y cautiverio de Ingrid Betancourt según las FARC.”
Al impacto que me causó este recuento se añade el hecho de haberlo leído en la prensa y no a través de los canales institucionales.
Tenía entendido que mi acreditación como víctima en el caso 001 de la cual fui notificada el 18 de febrero 2020, tenía por objeto crear precisamente esos canales institucionales.
Relaciono a continuación mis observaciones preliminares sobre esta publicación a la espera de recibir el documento oficial por parte de la JEP.
1. Las Farc presentan el secuestro como una actividad regulada por ellos mismos con lo cual invierten la responsabilidad del delito. Así pues, según ellos, mis intentos de fuga los obligaron a encadenarme y a someterme a otros castigos que mencionan parcialmente. Olvidan que yo estaba en derecho de buscar recobrar mi libertad. Resulta entonces acomodada la versión de hacer de las víctimas las responsables del maltrato al que nos sometieron.
2. No les corresponde a las Farc expedir certificados de buena conducta sobre sus víctimas. Ni a nosotras conformarnos con que lo hagan.
3. Ellos hablan de “retención”, término preliminar aceptado por la JEP, que desafortunadamente incide sobre la valoración de la conducta punible al inferir que se trata de un procedimiento administrativo de carácter transitorio. Parece lógico que el término “secuestro” sea el apropiado pues indica un acto violento y delictivo de usurpación de vida. Esto conlleva a hacer una pregunta: ¿acaso en una investigación por asesinato, por ejemplo, la justicia le cambiaría la denominación al delito refiriéndose a una investigación por suspensión de actividad física permanente mientras se condena al criminal?
4. Las FARC se apropiaron de mi vida, de mi tiempo familiar y laboral, de mi recorrido político y de mi voz, para usarme como escudo militar, moneda de cambio y plataforma mediática. Ahora siguen haciéndolo, usándome para justificar sus comportamientos delictivos ante la JEP.
5. Dicen ellos, que su intención al encadenarme era salvarme la vida. El mayor peligro que yo corría no eran los bichos ni la selva, eran ellos, su violencia, y su decisión de matarme --si era necesario, como me lo repetían--, y como les sucedió a los diputados del Valle.
6. Pretenden presentarse como una organización que escuchaba y atendía las solicitudes de los secuestrados. La verdad es que estábamos en manos de hombres y mujeres perdidos en la selva, sin Dios ni ley, que hacían con nosotros lo que les parecía. Con excepción de Joaquim Gomez (quien mejoró nuestras condiciones de cautiverio por unos meses), el secretariado llevaba una contabilidad fría y deshumanizada de nuestras vidas, cubriendo sistemáticamente los desmanes de su tropa, así como lo hacen hoy con este relato.
7. Obligarme a hacer las necesidades frente a un guerrillero, como explican ellos, para impedir mi fuga, es una justificación inaceptable. La razón era otra y revela la gravedad del delito y su complejidad síquica: la complacencia en el odio, la sed de dominación, el machismo, y la estimulación grupal del sadismo.
8. Hacernos asear en público también daba la oportunidad para conductas insultantes, violencias, y terribles abusos que siempre hubieran podido ser evitados. Hasta el último día del secuestro, con el último baño previo a mi liberación, fui objeto de esos insultos, y de esa violencia. No era una diferencia cultural como quieren presentarlo. Era una venganza contra un ser humano convertido por ellos en el símbolo de su enemigo personal y social.
9. ¿Hacerme marchar encadenada con otro secuestrado para prevenir incidentes? No. El encadenarnos por el cuello en las marchas era muy peligroso porque al cruzar caños pasando en equilibrio sobre troncos resbaladizos, podíamos morir ahorcados si el compañero se caía. Iban armados hasta los dientes, por una selva indómita, nadie hubiera pensado en fugarse (¿hacia dónde?) durante una marcha. El encadenamiento era parte de su obsesión con el castigo para quebrarnos sicológicamente.
10. Dicen que las cadenas las retiraban. A los secuestrados militares y a mí, nos mantuvieron encadenados durante años. No era una medida esporádica. John Fran Pinchao duró meses limando sus cadenas: cuando lo rescataron todavía le colgaban al cuello.
11. Dicen que me aislaron para que me cuidaran guerrilleras mujeres y que me reunieron al grupo por solicitud mía. No me solicitaron mi opinión ni aceptaron que la diera. Hicieron conmigo lo que les pareció, sin importarles ni mi sufrimiento ni mis súplicas.
12. Hablan de espacios para hacer yoga, de artículos de belleza, de comida y medicamentos. Con los cambios de comando nos ponían a hacer una lista de implementos de aseo, a sabiendas que nunca llegaría nada. Solo en dos ocasiones se produjo el milagro, en una de esas ocasiones me llegó la Biblia enviada por Jojoy. De resto fuimos testigos que para ellos había todo, mientras nos mantenían encadenados, sin siquiera atendernos con los medicamentos que tenían en reserva.
13. Mencionan los nidos de Congas. Efectivamente me hicieron dormir encima de nidos burbujeantes de hormigas mortales. Dicen ellos que ocasionalmente sucedió porque por las noches no las podían detectar. Aun en la oscuridad se ven brillar, se sienten y se oyen las caudales de bichos crujiendo al moverse. La verdad es que las buscaban de día --por orden del comandante-- para obligarme a permanecer encima de ellas. Su ensañamiento fue producto de un sadismo personal combinado con fanatismo ideológico, en un espacio humano donde la arbitrariedad de los fusiles hacía oficio de ley. (¿Sabe alguien lo que es dormir sobre una marea de bichos enloquecidos, encaramándosele a uno de noche por todos lados ...?
Si bien estas observaciones han implicado una inmersión muy dolorosa en el pasado, corresponden al deber de memoria, responsabilidad de las víctimas. Para que esto no vuelva a suceder.
Una vez acceda al documento completo formularé mis observaciones de manera sistemática.
Por ahora solo quiero añadir que perdón no es olvido. Tampoco es impunidad.
Atentamente,
Íngrid Betancourt