Durante los últimos días hemos tenido que escuchar el permanente y atemorizado cacareo de muchos seguidores del candidato residencial Gutiérrez, acerca de que confían en que las múltiples encuestas que delatan el frenazo y entechamiento que padece esa campaña (un infranqueable 25%) no recogen el "voto silencioso" de muchos colombianos dispuestos a votar en la intimidad de su conciencia por aquel candidato.
Pues bien, los últimos sondeos electorales que podrán publicarse antes de las elecciones del próximo 29 de mayo dan cuenta de un sorpresivo e inusitado despegue del candidato Rodolfo Hernández, que a tan sólo nueve días de las elecciones está ya técnicamente empatado con los guarismos del mencionado Gutiérrez.
Así las cosas, todo parece indicar que el tan temido "voto silencioso" sí está teniendo lugar, y que su verdadero destinatario es el ingeniero Hernández.
Más sorprendente aún, esas mismas encuestas reflejan que en una eventual segunda vuelta electoral, el único verdaderamente capaz de derrotar a esa espada de Damocles que es Gustavo Petro es precisamente Rodolfo.
Todas las encuestas dejan en claro que enfrentados en una segunda vuelta Petro y Gutiérrez, el triunfo inapelable sería para el "comandante" del Pacto Histórico, pero enfrentando a Rodolfo, parece ser que todo tomaría un cáliz diferente.
Ahora bien, no es necesario ser un brillante analista de Oxford o Princeton para saber cuáles son las causas fácticas de este fenómeno (esto se siente, se huele, se sabe y se palpita en cada esquina del territorio colombiano):
- El pueblo colombiano no es estúpido -aunque así lo crean las élites tercermundistas de este país-, y sabe de antemano que Gutiérrez está férreamente flanqueado por lo más execrable de los grupos, grupúsculos y élites que durante décadas se han embriagado de poder y riqueza a costa del hambre, la miseria, la esperanza y las vidas de millones y millones de familias colombianas.
Jamás es dable ni sano generalizar, porque en todas partes hay gente decente que realmente cree en ideas e ideales; pero lo que también es cierto es que Gutiérrez es solamente el nuevo "frontman" del siniestro poder en las sombras que ha regentado sin piedad a este país y sus lacayos: mafias, narcotráfico, paramilitarismo, despojadores, saqueadores del Estado; en fin, amos y determinadores del crimen en todas sus facetas.
Lo más increíble de todo esto es que Gutiérrez y sus amos esta vez, sobrepasados por las circunstancias, optaron por la estrategia de "enrostrarle" al pueblo colombiano, sin ningún atisbo de vergüenza, su verdadera naturaleza. Así las cosas, Gutiérrez ha posado de frente y se ha abrazado de cara al país con todos y cada uno de los delincuentes y criminales de cuello blanco que ha podido, ello en la creencia de que el miedo atávico a Petro era más fuerte que cualquier otra emoción primordial, y que con el sólo cuento de que Gutiérrez es el "dique contra el comunismo" y el "sheriff de nuestra democracia", el pueblo colombiano entonces se tragaria el letal sapo de elegir a un bufón prohijado por los criminales y sociópatas más asqueantes que ha parido este trópico.
- Del mismo modo se ha equivocado Gustavo Petro, quien sucumbió muy temprano ante los ineludibles impulsos de su personalidad narcisista y egomaníaca, creyéndose su narrativa interna de que es el "Mesías" colombiano por decreto casi divino, el ungido "Vengador de los míseros", y como tal ha actuado.
Ebrio entonces de su propio mito fundacional, cree Petro que el pueblo colombiano le perdonará el haberse aliado con una parte de esa misma élite sociópata y criminal que en su gran mayoría aúpa a Gutiérrez, y que semejante estropicio histórico es válido con tal de lograr el propósito de su "inefable" cruzada personal.
Es una lógica que no se puede distinguir bien si es estúpida o ingenua: untarse un poco de lepra para poder con ello dizque derrotar a la lepra...
Considera Petro que su aura de mesías y vengador autoproclamado de los miserables, le ha dado carta blanca para acudir a cualquier medio que sea necesario para lograr su propósito; pero resulta que el pueblo colombiano, y máxime los habitantes y comunidades de la Colombia profunda, no olvidan quiénes han sido sus impiadosos victimarios.
¿O cree acaso alguien que personajes tan visceralmente despreciados por la mayor parte de los colombianos como Roy Barreras, Armando Benedetti, Piedad Córdoba, Iván Cepeda, Julián Bedoya, el brazo político de las FARC (Partido Comunes) y toda la inmensa caterva de politiqueros tradicionales que son ahora adalides del Pacto Histórico a lo largo y ancho de las regiones colombianas, pueden ser realmente gestores de las transformaciones radicales que en lo ético, lo moral, lo social, lo político y lo económico necesita este país para salir de su larga y temible noche?
- Ante semejante escenario, hasta hace pocos días -incluso horas- parecía entonces el pueblo colombiano inexorablemente condenado a tener que escoger entre dos extremos igualmente perniciosos, sociopáticos y destructivos. El crímen en las sombras vestido de traje Armani que prohija a Gutiérrez, y la venganza a destajo disfrazada de mesiánicos ideales de igualdad a ultranza que encarna Petro.
Frente a los hechos anteriormente mencionados cabía entonces la posibilidad de que surgiese una "tercería", un camino alternativo, un escape de última hora que tienden a buscar desesperadamente aquellos individuos o naciones que en un momento dado se ven acorralados entre dos destinos igualmente siniestros o letalmente peligrosos.
No parecía existir tal tercería, ante el naufragio de un Fajardo (y con él de todo el espectro del "Centro") sumido en su pueril ego y en su obtusa y risible soberbia de matemático psicorrígido.
Sin embargo, con la tenacidad a prueba de todo de aquel que sabe que de alguna forma ya está por encima del bien y del mal, que ya nada tiene que perder porque ya ganó y perdió todo aquello de lo que un hombre es capaz en el transcurso de una existencia humana, Rodolfo Hernández ha sabido mantenerse consecuente, leal y firme a un único pero muy poderoso discurso: "Quitarle la chequera de este inmensamente rico país a los ladrones".
Y ese discurso, tan aparentemente sencillo y frugal, en un país que pese a contar con todos los recursos que anhelaría cualquier otra nación del mundo está plagado de hambre, miseria e inequidad -precisamente gracias a esos delincuentes vestidos de Armani que ahora habitan e imperan a sus anchas en los combos de Gutiérrez y Petro-, tiene el poder de transformarse en un potentísimo mantra de liberación, rebeldía y autoafirmación de dignidad de todo ese pueblo incrédulo y desvalido ante sus verdugos.
Nadie puede saber con certeza si a Rodolfo le alcanzarán estos nueve días que faltan para llegar a la segunda vuelta, pero lo que sí es cierto es que son simplemente tres las condiciones primordiales para que esa posibilidad pueda materializarse:
- Activar grupos de "voluntarios digitales" a lo largo y ancho del país, capaces de multiplicar el simple pero poderoso mantra anticorrupción de Rodolfo de forma intensiva y multicanal, acudiendo a las redes sociales, a los medios de comunicación de alcance comunitario (emisoras y canales comunitarios), local y regional, a los mensajes masivos por mensaje de texto, correo electrónico y WhatsApp, etc.
En suma, que cada "Rodolfista" sea un multiplicador -presencial y digital- del mensaje en el seno de su familia, su entorno y su comunidad, durante estos nueve días que restan.
- Dar -en el transcurso de la próxima semana- un golpe de mano mediático, contundente y con alcance nacional (sus estrategas sabrán definir mejor su alcance y naturaleza). Obviamente, el target directo debe ser Gutiérrez.
- Evitar a toda costa el "abrazo de la muerte". El abrazo de la muerte es ese hedoroso y radiactivo de Uribe y su secta sociópata, visceralmente rechazado y despreciado por más del 80% del pueblo colombiano. Y, tal y como se dice popularmente en este país, el que lo entendió lo entendió.
A estas alturas pocas dudas caben de que el "voto silencioso" le pertenece a Rodolfo, se lo ha ganado a pulso. De él, y solamente de él, depende consolidarlo y materializarlo para poder pasar a segunda vuelta y, ya allí, escalar y profundizar sus propuestas para eventualmente lograr derrotar a Petro.