Los que habitan en pueblos como Arjona, al norte de Bolívar, todavía recuerdan el horror. Cuando los paramilitares, en cabeza de Uber Enrique Banquez Martínez, alias Juancho Dique, pastaron esta zona, no era más sino salir a ver las aguas del Dique para ver entre cinco y ocho cuerpos por día. Todavía tienen estampilladas las imágenes de los gallinazos parados en los vientres hinchados, picoteando una y otra vez, como una máquina de movimiento perpetuo.
No siempre eran cuerpos enteros, a veces pasaban pedazos de hombres, piernas sueltas, cabezas que flotaban como juguetes monstruosos. Los niños ya se acostumbraban a ver esos atardeceres sangrientos. La gente dejó incluso de consumir el agua por el olor rancio que desprendía y su textura grasosa.
La JEP ha dejado claro, con hechos, que este horror no puede quedar impune. Por eso, en audiencias que se llevaron a cabo entre el 28 y el 30 de marzo en Cartagena, Juancho Dique escuchó de sus víctimas testimonios como este: “Las vivencias de nuestras comunidades dan fe que miles de cuerpos mutilados eran echados al lecho del río (...) nadie podía preguntar, ni denunciar estos hechos, ni mucho menos dar una sagrada sepultura a los cuerpos flotantes del río, simplemente había que cumplir la orden, que impartían las AUC, guardar silencio y empujarlos para que siguieran su curso río abajo”. La JEP ha dejado claro que estos crímenes no pueden quedar impune y por eso ordenó la exhumación de 20 mil muertos que están en el fondo del canal del Dique
El canal del Dique existe desde el siglo XVI, fue una de las primeras mega obras de ingeniería durante la Colonia. Allí los grandes buques españoles zarpaban repletos de riquezas para el reino. Quinientos años después el canal del Dique sigue siendo un lugar para hacerse rico, no con oro ni plata, sino con lanchas cargadas de coca, lanchas que eran controladas por Juancho Dique, el Comandante máximo del Bloque Montes de María.
El apodo se lo puso la misma policía. Asociaron su nombre al lugar donde delinquía. Es que si hubo un hombre que supo llevar el terror a un sector de Colombia fue Juancho Dique. Se estima que entre 1997 y el 2005 este temible paramilitar llegó a matar a 20 personas diarias. Las mataba porque si y porque no, las mataba porque le cantaba la gana, porque, en la orgía de dólares y sangre que soltaron como un perro de presa los paras, se creían inmunes a la justicia y por eso no le pusieron bozal a sus sicopatías.
Entre Calamar hasta Cartagena, que era toda el área de influencia de Juancho Dique, se tenían identificados casi 25 botadores de cadáveres. Todo fue idea del temible comandante. La guerra lo alcanzó a los nueve años, cuando realizaba labores de campaneo para el EPL, el grupo guerrillero que llegó a finales de los años setenta a orillas del rio San Jorge en plena María la baja. A los 14 ya las FARC lo había reclutado. Desde que tuvo uso de razón empuñó un arma. A los veinte ya había pasado al ejército y allí conoció a Rodrigo Cadena, uno de los paramilitares que le servían de guía al ejército en los intrincados caminos selváticos por los que transitaba la guerrilla en los Montes de María. Cadena lo convenció de entrar a formar parte de una de las Convivir que empezaban a pulular en la selva.
Al mando de cuatrocientos hombres su poder empezó a desbordarse hasta el punto que fueron ellos quienes perpetraron la peor de las masacres paramilitares, la de El Salado. Aunque en un primer momento se hablaron de sesenta personas asesinadas, al final terminaron siendo más de cien.
En la masacre de El Salado fueron casi cien los asesinados.
Fue la barbarie absoluta. Hombres y mujeres de ese lugar de Montes de María los pusieron boca abajo en la cancha de microfútbol del lugar. A bate y cuchillo fueron reventando cabezas y degollando a los que se iba cruzando. Juancho Dique no estaba solo, los otros que daban las ordenes eran los comandantes Nicolás Castellanos Duque, Jhon Jairo Esquivel Cuadrado, alias 'el Tigre', además fue respaldada por Salvatore Mancuso y por Carlos Castaño.
Fue un rio de sangre lo que se vivió. La iglesia, por ejemplo, fue profanada y sus paredes salpicadas por el rojo incandescente de las víctimas. Se usaron motosierras, cuchillos, bates. Se arrancaron cabezas, se jugaron al fútbol con ellas. Fue un pandemónium.
Y a pesar del horror Juancho Dique fue de los pocos comandantes paramilitares que contaron la verdad y que decidieron revelar verdades escabrosas que comprometían seriamente a militares de alto rango. Dique se desmovilizó en el 2005 y en las sesiones de Justicia y Paz lo contó todo: conoció en un helicóptero del ejército a Rodrigo Mercado, el “Verdugo de Macayepó”, que el ejército le vendía armas al bloque que él mandaba y que cometió mas de 56 masacres y que él habría mandado a miles de inocentes a dormir al fondo del Canal del Dique.
Desde el 2015 Juancho lleva un brazalete electrónico y goza de libertad condicional. Estudió Derecho y hoy quiere sacudirse toda la verdad contando que una de las razones por las que la intervención del Canal del Dique podría descubrir todo el horror paramilitar: la de 20 mil muertos encallados en el fondo del agua.
Un horror que puede tener consecuencias en el futuro del megaproyecto, la APP del Canal del Dique por un valor de 3.1 billones de pesos y que el gobierno del presidente Duque tenía todo listo para entregárselo a la constructora española Sacyr pero que a última hora decidió esperar a la llegada del nuevo gobernante Gustavo Petro. Coincide este frente con la decisión de la JEP que pidió congelar el proyecto mientras se conoce la verdad.
Sacyr, la empresa a la que adjudicarán el canal del Dique desde el 4 de agosto
